De Hollywood al norte de España: cómo el Camino de Santiago transformó al actor Andrew McCarthy (y luego a su hijo)
En el verano de 2021 el actor y su hijo, ambos neoyorquinos, recorrieron a pie 800 kilómetros hacia Santiago de Compostela. Escribió un libro para contarlo que ahora se ha editado en español
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"De muy joven, cuando triunfé en el cine por todo lo alto y en muy poco tiempo, se me metió en la cabeza que mis éxitos eran injustificados, que no me los había trabajado y que todo era un gran engaño, algo inmerecido. Esta percepción interna se igualó a la externa cuando una revista publicó un artículo donde se me vinculaba a un grupo de jóvenes actores bautizado como el Brat Pack, 'la panda de los mocosos', todos con el mismo sambenito de niñatos mimados e interesados solo por la fama. Según esa semblanza, yo me caracterizaba por no profundizar nunca en las cosas, por aspirar a los premios habiéndome saltado los esfuerzos. Era un peso pluma. Se podría discutir si era verdad o no. De lo que no cabe duda es de que ese dictamen caló tanto en mí que acabó configurando el modo en que me veía a mí mismo".
Así comienza el actor y escritor Andrew McCarthy su libro 'Caminando con Sam' (Larousse), en el que describe las cinco semanas que el conocido actor y escritor neoyorquino y su hijo veinteañero, Sam, pasaron recorriendo el Camino de Santiago. Desde Saint-Jean-Pied-de-Port a Santiago de Compostela, padre e hijo emularon un viaje de 800 kilómetros que ya había hecho el intérprete muchos años antes cuando, como él dice, estaba en lo más alto de la fama mundial. Este es su cuarto libro, pero es el primero que se traduce al castellano.
La "pandilla de mocosos"
El artículo al que se refiere en el prólogo (publicado en la revista 'New York' en 1985), bautizó a toda una generación de actores que triunfaron en los 80: Rob Lowe, Demi Moore, Molly Ringwald ('La chica de rosa'), Emilio Estévez, Tom Cruise, Matt Dillon o el propio McCarthy. Rostros todos muy conocidos para la generación Z. El texto tuvo un gran impacto en él, se convirtió en una persona insegura, alguien perdido que solo se encontró de nuevo mientras se convertía en un peregrino desconocido. "Mi paso por España plantó las semillas de otra manera de vivir las cosas, proporcionándome una base interna con la que seguir adelante [...] Crucé España por mis propios méritos", describe orgulloso. "Después de tanto tiempo sintiéndome poco preparado, con algún tipo de carencia, y a menudo muy solo, tuvo que ser el Camino el que me hiciera descubrir mi solidez como persona. Fue el mayor de los muchos regalos que me hizo".
En la época en que Andrew McCarthy hizo el Camino por primera vez, los peregrinos estadounidenses apenas llegaban al 1%. Desde entonces, sin embargo, el interés de los americanos por esta ruta no ha hecho más que crecer y, según datos de 2023, los estadounidenses ya son el segundo grupo más numeroso en el Camino de Santiago, superando a todos los países excepto a España. Poco antes, en el verano de 2021, fue cuando Andrew McCarthy decidió invitar a su hijo mayor, Sam, que entonces tenía 19 años y acababa de romper con su novia, a caminar con él para despedir al niño y dar la bienvenida al hombre.
Sam es fruto de su primer matrimonio con Carol Schneider. McCarthy luego amplió su familia con el nacimiento de Willow en 2006 y Rowan alrededor de 2014, ambos con su segunda esposa Dolores Rice. Sam y Willow también han iniciado una carrera como actores.
Cuando empezaron la peregrinación, McCarthy y su hijo Sam tenían una relación mucho más estrecha de la que tenía el propio Andrew con su padre cuando se fue de casa a los 17 años para no volver. "No me interesa ser amigo ni colega suyo, Me conformo con ser su padre. Sin embargo, ahora que el trabajo cotidiano de criar a Sam va diluyéndose, la única manera de que evolucione (y hasta de que sobreviva) nuestra relación será que ese vacío lo colme otra cosa, la formación de una relación singular y única entre dos adultos".
En el transcurso de las cinco semanas en que viajan juntos a través de los paisajes del norte de España, padre e hijo hablan y construyen esa nueva relación a través de charlas sinceras sobre las relaciones de pareja, el colegio, las drogas o la fama. Desde los Pirineos franceses hasta su llegada a Santiago más de un mes después, el actor y su hijo lidian con la meteorología, el choque cultural, la dificultad con el idioma y hasta con los líos amorosos de otros peregrinos que se convierten en su grupo de amigos. El resultado es un texto lleno de anécdotas donde a medida que van haciendo kilómetros se va también estrechando la relación entre el padre y el hijo.
El libro está lleno también de descripciones de esa España nuestra vista a través de los ojos de los McCarthy, retratos de una belleza que, por cotidiana, a veces se nos escapa. Y de referencias históricas que el escritor añade contextualizando cada localidad por la que pasan. "La tierra deja paso a la piedra, y luego otra vez a una tierra dorada. Subiendo por un bosque de castaños maduros, el sendero discurre por un corte en la montaña que hace que el caminante tenga al lado una pared de tierra, rocas y raíces a la vista. Si a ello se le suma el dosel de los árboles, la sensación es de estar como arropado, de ir por un túnel protegido que conduce a algo más grande. O Cebreiro, el pueblo de la cima, fue la parada más memorable de todo mi primer Camino". "Esto es como el paraíso, papá", termina diciendo Sam en ese capítulo.
"Por la mañana del día siguiente, en el aeropuerto, nos sentaremos a tomar un zumo de naranja en una mesa pequeña, frente a frente, y Sam me cogerá la mano y me la apretará. Me mirará y dirá: 'Papá, es lo único de diez sobre diez que he hecho en mi vida'", escribe en el final Andrew McCarthy. Valieron la pena las ampollas.
"De muy joven, cuando triunfé en el cine por todo lo alto y en muy poco tiempo, se me metió en la cabeza que mis éxitos eran injustificados, que no me los había trabajado y que todo era un gran engaño, algo inmerecido. Esta percepción interna se igualó a la externa cuando una revista publicó un artículo donde se me vinculaba a un grupo de jóvenes actores bautizado como el Brat Pack, 'la panda de los mocosos', todos con el mismo sambenito de niñatos mimados e interesados solo por la fama. Según esa semblanza, yo me caracterizaba por no profundizar nunca en las cosas, por aspirar a los premios habiéndome saltado los esfuerzos. Era un peso pluma. Se podría discutir si era verdad o no. De lo que no cabe duda es de que ese dictamen caló tanto en mí que acabó configurando el modo en que me veía a mí mismo".