Descubre los secretos del proteoma: la clave tras la piel radiante y saludable que buscas
Proteoma es el término que pronto se convertirá en 'trending topic' en el mundo de la belleza y nosotros te explicamos qué tiene que ver con el envejecimiento de la piel. ¡Atenta!
Diversos estudios demuestran que cada vez vivimos más años y que nuestra calidad de vida es mejor que la que tenían nuestros padres y, a la vez, sus progenitores. Además, nuestro aspecto físico dista mucho del que mostraban nuestros mayores a nuestra edad; si no, piensa en cómo era tu abuela cuando tú eras pequeña –momento en el que ella probablemente no habría soplado 50 velas–, que seguro que parecía mucho más mayor de lo que en realidad era.
El anhelo de que nuestra piel viva una eterna juventud ha derivado, en las últimas décadas, en la creación de diversas teorías sobre el envejecimiento, como la de los radicales libres o la de del acortamiento de los telómeros. Pero un estudio liderado por Miroslav Radman, biólogo molecular y fundador del Instituto Mediterráneo de Ciencias de la Vida (MedILS), llevado a cabo en colaboración con NAOS Aging Science, revela que la clave de la longevidad podría residir en el proteoma.
¿Qué es el proteoma?
Este término se refiere al conjunto de proteínas del organismo y eleva su importancia a la que hasta ahora se le había dado al genoma. “Cada célula tiene su genoma (ADN) y hasta el momento siempre nos hemos obsesionado con protegerlo, pero ahora podemos ver como protegiendo el proteoma la célula puede sobrevivir más y mejor. Esto es un nuevo enfoque totalmente revolucionario”, declara Cristina Batres, farmacéutica de 1, 2, 3 Farmacia y colaboradora de NAOS.
El proteoma es una entidad dinámica que se adapta constantemente a las necesidades de la célula y su entorno. Si todo va bien, el funcionamiento está equilibrado, pero si la balanza se va hacia un lado o hacia el otro se puede llegar a la obstrucción celular (estado de proteotoxicidad), que tiene como resultado una piel con signos visibles de envejecimiento.
¿Qué pasa si está dañado?
Como decíamos, es cuestión de ecuanimidad, y la piel no es una excepción. Su salud es el resultado de un equilibrio biológico entre nuestras células y su entorno, tanto interno como externo. Por tanto, la supervivencia del organismo depende de la actividad de sus proteínas, al igual que su envejecimiento. En resumen: esta envejece porque envejecen sus células; y las células envejecen porque su proteoma se oxida.
La química del envejecimiento de cualquier célula, incluyendo las de la piel, implica la oxidación de las proteínas, responsables de todas las funciones vitales. Con el paso del tiempo y debido a factores externos, las proteínas de la piel se ven sujetas a varias alteraciones, siendo la mayor amenaza la carbonilación, un fenómeno irreversible relacionado con la oxidación. Las consecuencias a nivel cutáneo son las siguientes:
- Estrato córneo. La acumulación de proteínas carboniladas provoca una disminución de la capacidad de retención de agua, siendo el origen de la deshidratación cutánea.
- Epidermis. Ataca a las queratinas, lo que perturba la transmisión de la luz, alterando el resplandor y la uniformidad del tono de la piel.
- Dermis. Provoca cambios morfológicos en los fibroblastos y también alteran la matriz dérmica, induciendo la degradación de las fibras de colágeno y elastina, lo que conduce al envejecimiento prematuro de la piel, que pierde densidad, firmeza y elasticidad.
La edad biológica de la piel no está necesariamente ligada a la edad cronológica de cada persona, por lo que si protegemos y optimizamos la robustez biológica de nuestras proteínas, y, por lo tanto, de nuestros sistemas de reparación celular con los antioxidantes adecuados se conserva la funcionalidad de la juventud. “Al preservar las proteínas evitamos su carbonilación (oxidación), por lo que las células sobrevivirán durante más tiempo ejerciendo su función normal. Esto se traducirá en una piel que lucirá joven durante más tiempo”, como concluye la dermatóloga Marta Vilavella.
Diversos estudios demuestran que cada vez vivimos más años y que nuestra calidad de vida es mejor que la que tenían nuestros padres y, a la vez, sus progenitores. Además, nuestro aspecto físico dista mucho del que mostraban nuestros mayores a nuestra edad; si no, piensa en cómo era tu abuela cuando tú eras pequeña –momento en el que ella probablemente no habría soplado 50 velas–, que seguro que parecía mucho más mayor de lo que en realidad era.