Cómo la moda ha caído rendida a los pies de la imaginería religiosa
La Semana Santa de nuestro país no ha sido una excepción en el vínculo entre moda y religión y las referencias se remontan al siglo XVI
A mucha gente le sorprenderá encontrarse con una Virgen del Rocío en las inmediaciones del Arco del Triunfo en París. A unos cientos de metros de este símbolo del país vecino, en la iglesia de Nuestra Señora de la Consolación, se encuentra esta réplica de la Blanca Paloma que guarda todavía alguna sorpresa más. Si ya es curioso ver esta advocación andaluza en el corazón de la capital francesa, más todavía puede resultar saber que la figura va vestida con un diseño de Yves Saint Laurent y su rostro aparece adornado con un rostrillo de Cartier. ¿Cómo es esto posible? La 'anécdota' hay que agradecérsela al conde de París, Enrique de Orleans, que quiso rendir así homenaje a su abuela, la sevillana María Isabel de Orleans y Borbón (abuela también de doña María de la Mercedes, condesa de Barcelona), y no dudó en encargarle al diseñador del momento el traje de la patrona de Almonte.
Lorenzo Caprile también sabe lo que supone ver una imagen con un diseño suyo. Es el caso de la Virgen de la Luz, patrona de Tarifa, que desde 2019 luce una de las joyas que confecciona este modista, un espectacular manto carmesí. Victorio & Lucchino, por su parte, no dudaron en vestir a la patrona de Palma del Río, la Virgen de Belén, ni tampoco a la mujer de Poncio Pilato para el paso de la Hermandad de la Sentencia de Huelva. Aunque de todos estos ejemplos, posiblemente el que más sorprenda sea el del actual director creativo de Burberry, Riccardo Tisci, que diseñó una capa de seda bordada para la Madonna delle Grazie, una virgen del pueblo de Palagianello, de donde son originarios sus padres. El manto en cuestión requirió más de 3.000 horas de trabajando, convirtiéndose así en, posiblemente, el diseño más trabajado de Tisci.
La Semana Santa de nuestro país no ha sido una excepción en estos vínculos de moda y religión, aunque en este caso las referencias nos llevan hasta el siglo XVI. En plena efervescencia del imperio español, hubo una mujer que destacó tanto por su posición en la corte como por sus obras de beneficencia. María de la Cueva y Toledo, condesa de Ureña y madre del primer duque de Osuna, fue camarera mayor de Isabel de Valois, mujer de Felipe II, y por tanto un personaje destacado de su época. Ella es la responsable de que las imágenes de muchas vírgenes dolorosas que desfilan por las calles de nuestro país (sobre todo del norte) y de la América hispana durante estos días vistan con una estética que bien parece salida de un convento. Pero, ¿cómo llega una imagen de culto a vestir como una de las mujeres más destacadas de la corte española?
La condesa de Ureña quedó viuda en 1558, comenzando así a vestir de luto al estilo de la época (negro y grandes tocas blancas). A instancias de la reina, de la que formaba parte de su círculo más cercano, donó uno de sus propios trajes (un dispendio económico enorme para la sociedad de la época) para una Virgen de la Soledad que había realizado el escultor Gaspar Becerra. El impacto de esta figura vistiendo con aquellos ropajes fue de tal calibre que se convirtió en una tipología que creó un estilo que a día de hoy todavía se sigue repitiendo.
Tiempo después, una reina donaría a la Virgen de Atocha, la protectora de la familia real, parte de su armario. Fue el caso de Isabel II, que tras salir casi ilesa de un atentado donó a esta imagen madrileña todas las joyas y el manto que lucía aquel día. Eso sí, la de los tristes destinos no consiguió suscitar tendencia como sí lo hiciera siglos antes María de la Cueva y Toledo, con un estilo que a día de hoy perdura.
A mucha gente le sorprenderá encontrarse con una Virgen del Rocío en las inmediaciones del Arco del Triunfo en París. A unos cientos de metros de este símbolo del país vecino, en la iglesia de Nuestra Señora de la Consolación, se encuentra esta réplica de la Blanca Paloma que guarda todavía alguna sorpresa más. Si ya es curioso ver esta advocación andaluza en el corazón de la capital francesa, más todavía puede resultar saber que la figura va vestida con un diseño de Yves Saint Laurent y su rostro aparece adornado con un rostrillo de Cartier. ¿Cómo es esto posible? La 'anécdota' hay que agradecérsela al conde de París, Enrique de Orleans, que quiso rendir así homenaje a su abuela, la sevillana María Isabel de Orleans y Borbón (abuela también de doña María de la Mercedes, condesa de Barcelona), y no dudó en encargarle al diseñador del momento el traje de la patrona de Almonte.