Ingrid Bergman, Londres y los 80 años de la película que dio origen a la expresión 'luz de gas'
George Cukor dirigió este clásico en el que la actriz sueca sufría la manipulación emocional de un marido psicópata
Para empezar, un poco de Wikipedia. Veamos la definición que hace la enciclopedia colaborativa del término 'luz de gas'. Según la Wiki, es un "tipo de abuso psicológico en el que se hace a alguien cuestionar su propia realidad. Consiste en negar la realidad, dar por sucedido algo que nunca ocurrió o presentar información falsa con el fin de hacer dudar a la víctima de su memoria, de su percepción". Lo cierto es que el origen de la expresión es, como en el caso de 'Rebeca' y su consecuente prenda de ropa, cinematográfico. O, para ser más fieles a la realidad, el origen es teatral.
1938: Patrick Hamilton estrena en los escenarios Londres su obra Gaslight. En ella, un despiadado criminal asesina a Alice Barlow con la esperanza de hacerse con sus joyas. Al no lograrlo, seduce y se casa con una familiar suya. El objetivo: habitar la casa de la difunta y así poder encontrar los diamantes. Para lograrlo, intenta volver loca a su mujer manipulándola de forma sutil; provoca situaciones enconadas para que esta acabe desconfiando de su cordura, de su propia salud mental. La obra fue todo un éxito en los escenarios londinenses. No tardó en ser trasladada al cine por parte de Thorold Dickinson, con Anton Walbrook y Diana Wynyard en los personajes del marido psicópata y la mujer maltratada psicológicamente. Corría el año 1940 y esta película también se convirtió en un taquillazo.
Fue esta película la que llamó la atención de Louis B. Mayer, magnate del cine y todopoderoso hombre de negocios que pensó que se podría hacer una nueva versión para Hollywood. Tuvo la idea de esbozar un nuevo Gaslight que en España se tituló Luz que agoniza. El magnate no se andaba con chiquitas. Cuentan que quiso quemar todas las copias de la versión británica para que no quedase constancia de ella y sí de la de su estudio, la Metro-Goldwyn-Mayer. Pero su poder no era tan grande y lo único que consiguió es que el Gaslight original se distribuyese escasamente en las décadas siguientes.
En 1943 ya estaba en marcha la producción con Ingrid Bergman como la víctima del hombre perturbado; una mujer frágil que, por ejemplo, ve cómo las lámparas de gas de su hogar aumentan o disminuyen sin que encuentre una razón para ello. George Cukor, hombre de confianza del estudio, sería el director, Charles Boyer el villano y Joseph Cotten el inspector de policía que intenta 'salvar' a la protagonista. Bergman no se veía a sí misma como esa Paula débil y pusilánime de la cinta y tuvo más de un debate interno antes de decidir si aceptaba el papel. Cuando lo hizo, se preparó como lo hubiese hecho cualquier actriz del futuro Método: pasó horas y horas en psiquiátricos y encontró inspiración en algunas pacientes reales. Por entonces, no podía sospechar que llegaría a ganar un Oscar a la mejor actriz por el mismo.
El que también lo tuvo difícil fue Charles Boyer, que era demasiado bajito para una sueca alta y corpulenta como Bergman. En algunas secuencias de besos, este "perfecto caballero" (así lo definió la actriz) tuvo que subirse a una caja invisible para la cámara para poder estar a la altura de su pareja cinematográfica.
Otra actriz a la que le vino muy bien Luz que agoniza fue a una jovencísima Angela Lansbury, que encarna a una criada perversa que, en cierto modo, es afín y cómplice de las maquinaciones del esposo. La aún adolescente Lansbury también fue nominada a una estatuilla como secundaria por encarnar a un personaje que, visto hoy, poco o nada tiene que ver con su adorable Bruja Novata o con la encantadora señora Potts de La Bella y la bestia, roles por los que la recordamos más.
Como en cualquier producción de la Metro, no se escatimaron esfuerzos a la hora de recrear el Londres victoriano en el que se desarrolla la historia. Paul Huldschinsky fue el hombre elegido por Cukor para recrear los adoquines, las casas victorianas y los carruajes de ese tiempo. El resultado fue merecedor de otro Oscar y añadió una capa de expresionismo al estilo visual de la cinta que no ha hecho más que reafirmar su longevo encanto. Un encanto que estos días (el 5 de mayo para ser más precisos) cumple 80 años desde su estreno.
Éxito de taquilla de un año, 1944, pródigo en clásicos (Perdición o Cita en San Louis también se estrenaron ese año), Luz que agoniza fue alcanzando el estatus de culto en una filmografía, la de George Cukor, que hasta entonces estaba trufada de comedias. El director no podía imaginar que su película acabaría definiendo un tipo de manipulación psicológica o que la cara aterrorizada de Bergman acabaría siendo casi tan popular como su sombrero de ala ancha en Casablanca.
Vista hoy, no podemos decir que el personaje de la actriz sea una simple víctima. Recordemos que, hacia el final del filme (atención, SPOILER) Bergman ata con cuerdas a Boyer y lo mantiene lo suficientemente despierto como para que escuche los reproches de todo lo que la ha hecho sufrir. Los amantes de los psycho-thrillers que se estrenaron años después se habrían puesto de pie a aplaudir.
Con un envoltorio de lujo, de pesadilla casi freudiana, Luz que agoniza es un cuento sombrío sobre la perversión del amor, la locura y los vejados que acaban alzando la voz sobre sus verdugos. Efectivamente, temas que jamás pasarán de moda.
Para empezar, un poco de Wikipedia. Veamos la definición que hace la enciclopedia colaborativa del término 'luz de gas'. Según la Wiki, es un "tipo de abuso psicológico en el que se hace a alguien cuestionar su propia realidad. Consiste en negar la realidad, dar por sucedido algo que nunca ocurrió o presentar información falsa con el fin de hacer dudar a la víctima de su memoria, de su percepción". Lo cierto es que el origen de la expresión es, como en el caso de 'Rebeca' y su consecuente prenda de ropa, cinematográfico. O, para ser más fieles a la realidad, el origen es teatral.