Eva Soriano: “Soy un ansia viva, muy inquieta y muy inconsciente; esa es mi gracia”

La agenda profesional de la monologuista, presentadora y cómica versátil Eva Soriano (Reus, 1990) apenas le concede un respiro. A primera hora de la mañana la puedes escuchar conduciendo el programa de radio 'Cuerpos especiales', en Europa FM; continúa inmersa en las grabaciones de la próxima edición del talent show 'El desafío', en Antena 3 Televisión, y acaba de presentar su nuevo espectáculo 'Disfrutona', una conversación consigo misma sobre "el todo y la nada" —subraya su protagonista— que se alarga durante ochenta minutos, con el que girará por toda España. Eso sin contar los múltiples programas televisivos, bolos y eventos en los que interviene sin parar.

Sin embargo, la cómica catalana no ha llegado donde está por casualidad. Imparable, rápida y fresca como una lechuga, inició su carrera estudiando canto y desde los 16 años recorrió España cantando en orquestas. Estudió después interpretación y comenzó a probarse con monólogos en concursos y bares, enfrentándose a audiencias de todo pelaje y condición. Entretanto, cursó la carrera de Turismo en la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, fue cajera de supermercado, guía turística... A estas alturas, atesora algo más de veinte años sobre los escenarios, trabajados con dosis extraordinarias de voluntad y tesón. "Al principio, cuando quería ser actriz me decían: 'Nos gustas, pero eres demasiado alta'. Mido 1,77 y en los castings siempre me ponían peros porque le sacaba la cabeza al chico que hacía de mi pareja. Fueron tantos noes que pensé que nunca llegaría a pisar un escenario", recuerda.

Su primera aparición en televisión se produjo en 2017 con un monólogo en 'El club de la comedia'. Después vendría su participación en el talent 'Tu cara me suena' —con el que su popularidad despegó a lo bestia—, 'Showriano', 'La noche D' o 'El castillo de Takeshi', entre un sinfín de proyectos encadenados que la han encumbrado como figura top del entretenimiento patrio. "Jamás pensé que llegaría hasta aquí, ni siquiera me visualizaba en la comedia. Me dedico a algo que me apasiona. Esa es mi verdadera suerte", afirma nuestra protagonista.

PREGUNTA. ¿Tú también eras una de esas niñas que querían ser artistas desde preescolar?

RESPUESTA. De pequeña tenía una declaración de intenciones muy grande; siempre he sido la graciosa de la clase, me metía en todos los berenjenales, hablaba muchísimo y me pasaba el día disfrazándome, cantando y montando mis propios documentales caseros. Estaba enfocada a ser una pequeña Marisol. (Risas). Mis padres decían: "Esta niña va a tronar por algún sitio", pero no sabían por dónde. Yo tampoco, la verdad. Todo se acentuó cuando nació mi hermana, con la que me llevo seis años. De pronto, ella se llevó toda la atención y yo, para equilibrar, me convertí en la entretenedora oficial de mi familia.

P. Empezaste haciendo monólogos en bares. ¿Cómo recuerdas aquellos primeros tiempos?

R. Con precariedad. En aquella época, tenía que hacer cincuenta mil bolos al mes para conseguir un sueldo decente, enfrentarme a sitios más amables y a otros en los que, a quinientos kilómetros de mi casa y actuando sobre una nevera frigorífica, sin micro y sin nada, terminaba diciendo: "Oye, por favor, ¿me podéis escuchar?". Todo aquello me curtió mucho, me hice fuerte trabajando en las distancias cortas con el público. Por eso, en el punto en el que estoy ahora, cualquier problema me parece una memez.

P. ¿Recuerdas el momento en el que pensaste: "Ahora sí, ahora voy bien encaminada"?

R. Perfectamente. Fue cuando trabajé en el programa 'Late Motiv' de Movistar+ con Andreu Buenafuente. Cuando me vi a su lado, muerta de miedo al principio, pensé: "Oye, pues será que estoy haciendo algo bien". A partir de ahí fui convenciéndome de que, por fin, este podría ser mi trabajo de verdad, mi oficio.

P. ¿Cómo construyes tus monólogos?

R. Mi proceso de creación parte del ensayo-error, es decir, escribo una idea, un concepto, lo dejo reposar unos días y lo pruebo luego en un open (sesiones de micrófono abierto) para ver si funciona. No me gusta presentar un espectáculo nuevo sin tener mis textos filtrados por el público. También mido los ritmos al milímetro, observo dónde hay un valle de atención, qué chiste hay que eliminar, cuándo sube el interés... Es un trabajo casi matemático. ¿Mi momento favorito para escribir? Las dos horas libres que tengo después del programa de radio y las últimas de la noche, en silencio.

P. ¿Qué es lo último que has anotado en esa libreta donde almacenas ideas de aquí y de allá?

R. Ya no llevo libreta, ahora me envío notas de audio. Ahí registro reflexiones que tengo o cosas que me suceden. Mira, la última surgió ayer al cruzar un paso de cebra. Me pareció que el semáforo tardaba muchísimo y decidí avanzar por la acera, casi a la carrera, buscando otro que estuviera verde para ganar tiempo, hasta que pensé: "Pero ¿qué quieres, que se pare el tráfico por ti?, ¿cuál es tu plan, volar, levitar?". Algo tan simple como creer que esperar un semáforo es perder el tiempo me pareció muy gracioso. Así que lo aprovecharé para tirar del hilo y construir algo.

P. Convertida en una de las líderes de la nueva comedia, ¿cómo te sientes?

R. Agotada, porque trabajo a destajo, pero muy contenta. Nunca sabes cuánto puede durar una buena racha. Debería aprender a dosificar y dejar de estar a piñón fijo, pero no soy capaz. Soy un ansia viva, muy inquieta, muy inconsciente. Me siento fatal cuando digo a algo que no, porque tengo la energía para hacerlo y no soporto dejar pasar oportunidades, pero, para mi desgracia, no puedo clonarme.

P. En los últimos tiempos, ¿han cambiado mucho los códigos del humor?

R. Claro, la sociedad no es la de hace veinte años ni nos hacen gracia las mismas cosas. Un ejercicio que tenemos que hacer los cómicos es estar muy conectados a lo que está pasando. Ahora, por ejemplo, cuando escucho hablar a los centennials me cuesta pillar su lenguaje y eso me genera cierta ansiedad. Me veo como la típica señora que rechaza todo lo joven.

P. A veces te dan caña por el tipo de humor que haces. ¿Cómo lo encajas?

R. No me paro a pensar que lo que hago o digo me está costando una mala pasada. Si lo hiciera, seguramente no me dedicaría a esto. Entiendo que, por mi personalidad o por cómo me expreso, puedo alborotar un poco, que unas veces estoy más acertada y otras, nada, y que, por supuesto, no le puedo gustar a todo el mundo. No soy una croqueta.

P. Ser mujer en el mundo de la comedia, ¿es doblemente difícil?

R. Sigo pensando que esta profesión está muy masculinizada y que sigue dando cierto coraje que las mujeres hagamos humor. Todavía escucho comentarios del tipo: "Otra que intenta ser graciosa" o "Pobrecita, cómo se esfuerza"; cosas así. Pero tampoco le doy más relevancia. Ahora estamos en un momento bastante guay, las mujeres estamos haciendo ruido, buscamos huecos donde sea. Aunque no te puedes relajar.

P. ¿Cuál es tu mejor baza sobre el escenario?

R. Controlo bien los tiempos y soy muy rápida; intuyo en segundos cuándo tengo que improvisar un chiste porque el espectáculo se está cayendo. Estoy acostumbrada a solucionar problemas.

P. Y a ti, ¿qué te hace gracia?

R. El humor absurdo me gusta muchísimo, me alucina; el mío es de psicopatía. Me río cuando alguien rompe cualquier solemnidad con algo mundano, un taco, un comentario inoportuno. También me hacen gracia los animales y las caras de los bebés. Pero así, de forma genuina, no hace falta que hagan nada. Los observo y me río. Cosas así.

P. Frente a la matraca de haters y rumores malintencionados en las redes sociales, ¿cómo sales ilesa?

R. No tengo una tecla mágica, pero he aprendido a lidiar con ellos. Relativizo mucho las cosas. Un truco es no estar enfadada más de dos días. Puedo resultar megarencorosa cuando me dan un golpe, pero enseguida se me pasa.

P. Tu nuevo espectáculo se llama 'Disfrutona', ¿podrías esbozarlo en cuatro trazos?

R. Hablo de lo que me preocupa recién cumplidos los 35: de las relaciones con las amigas, de la maternidad y sus alrededores, y de cómo concibo la realidad desde donde estoy ahora. Es una revisión de mí misma diez años después de empezar en la comedia. Pero, sobre todo, es un ejercicio de diversión sin filtros. Quería reivindicar el derecho de las mujeres a pasarlo bien sin tener que justificarse. Me ha salido una reflexión muy introspectiva, pero también muy lúdica y animosa.

P. ¿A qué artistas tienes en un pedestal?
R. A mi amiga Adriana Torrebejano porque, además de ser una actriz bestial, tiene una actitud vital flipante. También me gusta mucho cómo se ha reinventado Mario Casas. Aunque, para rendirme, Rosa María Sardá. Siempre digo que es la persona que quiero ser en la vida: brillante, graciosa y llena de talento. Y Pilar Bardem, por su fuerza gigante en escena.

P. Si los focos te dieran esquinazo, ¿cuál sería tu plan B?

R. Me encantaría montar una mercería de esas de toda la vida. ¿A que no te lo esperabas? Pues me flipan. Siempre que paso por alguna, entro y me detengo a observar esos miles de botones ordenados en sus mini cajoncitos, los ovillos de lana y cintas de colores perfectamente apiladas en los estantes... Podría pasarme horas curioseándolo todo.

P. ¿Cuál es tu sueño televisivo pendiente?

R. Dar las campanadas, a ser posible en pijama y con un gin-tonic en la mano.

P. ¿Qué rasgo cambiarías de ti misma?

R. Soy muy desordenada y cero metódica con mi armario, el papeleo, los libros de mi estantería... El caos llega hasta niveles absurdos, pero no me rayo. Es curioso porque para el trabajo soy absolutamente cartesiana y tengo una gran capacidad de organización. Otra dualidad de las mías.

P. ¿Con quién te gustaría salir a cenar?

R. Me hubiera encantado conversar con Lina Morgan.

P. ¿Qué te ronda hoy por la cabeza?

R. ¡Ah, no esperes una respuesta rimbombante! Hoy me toca dar mi clase de crossfit, ensayar la prueba de 'El Desafío', quedar a comer con una amiga y actualizar nuestros chismes de fin de semana —uno de mis planes favoritos—, preparar los tupper de la semana y llegar viva a las ocho de la tarde, que es mi hora de cenar. ¡Creo qye todo esto ya es bastante!

P. ¿Dónde está tu paraíso particular?

R. En Lanzarote, donde pienso retirarme cuando tenga 75 años. ¡Figúrate que quiero que me hagan hija predilecta de la isla! (Risas). Me flipa ese color ceniza, lo árido del paisaje, las playas resguardadas, el silencio... A veces no hay ni cobertura. Para mí, es como vivir en Marte. O sea, la felicidad total.