Así es Alberto Ammann: de sus difíciles inicios en Madrid al sueño cumplido con su novia

El actor argentino, que saltó a la fama en 2009 gracias a la película ‘Celda 2011’, que le valió el Goya a mejor actor revelación, descubrió bien pronto que su pasión era la interpretación: ya en el jardín de infancia empezó a asistir a clases de teatro. Ahora Alberto Ammann está de nuevo nominado a los Goya, en esta ocasión, a mejor actor protagonista por su papel en ‘Upon entry’.

Nació en plena dictadura argentina el 20 de octubre de 1978, y su padre, periodista y político de la oposición tuvo que huir del país y se exilió en España, cuando él tenía tan solo un mes de vida. Posteriormente, en 1982, volvió a su Córdoba natal, y a los 23 años se estableció, de nuevo, en Madrid.

Y es precisamente en la capital española donde decidió lanzarse y cumplir el que era su sueño: abrir su propia escuela de arte dramático, y que realizó junto con su pareja, la actriz Clara Méndez-Leite, con la que lleva saliendo desde 2010. “Clara y yo hemos juntado sueños, básicamente”, declaraba a ‘ABC’ el actor en 2017.

Respecto a si han pensado pasar por el altar tras una relación tan larga, Alberto Ammann respondía al citado medio: “Bueno, siempre hay fantasías sobre eso pero nada fijo”, y añadía que “nuestro plan de futuro es estar juntos. Los detalles de casamientos, niños y todas esas cosas forman parte de una idea que planificaremos algún día”, explicaba.

Sin embargo, como comentó el actor en una entrevista a ‘El mundo’ en 2015, su vuelta a España tras vivir en Argentina no fue un camino de rosas. “Mis padres me dieron todos los ahorros que tenían, que eran 2.000 euros, y con eso me vine. Cuando sacamos el billete solo me quedaron 1.000 euros, y con ese dinero llegué a España. Me alojaron amigos de la familia y me fui un poco buscando la vida”.

Asimismo, el actor reconoció que tuvo que hacer todo tipo de trabajos para recuperar el dinero y devolvérselo a sus padres: “Daba igual qué trabajo tuviese que realizar, a veces tuve que trabajar en negro”. Entre los trabajos que desempeñó en aquel momento, explicaba en el citado medio que “estuve recogiendo mesas por cuatro euros al día y me quedaron 200 euros al final del verano. Y entonces, decidí quedarme”.