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Carla Antonelli, la mujer que se enfrentó al sistema: "Es duro tener que demostrar el doble"
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De activista a senadora

Carla Antonelli, la mujer que se enfrentó al sistema: "Es duro tener que demostrar el doble"

Tras convertirse en la primera senadora trans de España, Carla ha publicado con el escritor Marcos Dosantos todas sus vivencias

Foto: Carla Antonelli publica su biografía 'La mujer volcán' (EFE)
Carla Antonelli publica su biografía 'La mujer volcán' (EFE)

Desde un pueblo de Tenerife, Carla puso rumbo a Madrid con tan solo 17 años. Huyendo de una familia que no la respetaba, comenzó a crear la suya propia. Durante los años 80, pudo conocer a multitud de personajes mientras se sentía una “muestra expositora”. La sociedad la impulsó, como a tantas otras, a recorrer las calles y discotecas de la ciudad. La misma gente a la que años más tarde decidió enfrentarse. Dejó el altavoz para subirse al atril en 2011, convirtiéndose en la primera diputada trans de España.

Una mujer que pese a mostrarse indemne, está marcada por diferentes catarsis. No solo por su crisis con el PSOE, debido al debate interno por la ‘ley Trans’. También porque sus mayores duelos vinieron en el terreno personal. Sufrió de amores intoxicados, de su propia familia y por culpa de dos pérdidas de las personas que más quería. “Con Rocío Jurado me conocí y me reconocí”, afirma. Ahora, convertida en senadora, ha decidido abrirse de la mano del escritor Marcos Dosantos para publicar su biografía, ‘La mujer volcán’ (Plaza & Janés). Un relato donde expone que su personalidad crece con los retos y que su llama nunca deja de apagarse, pese a quien le pese.

placeholder Carla Antonelli junto a su biografía (EFE/Borja Sanchez-Trillo)
Carla Antonelli junto a su biografía (EFE/Borja Sanchez-Trillo)

Lo primero, ¿cómo te encuentras tras el ingreso en la UCI por una complicación de asma?

Afortunadamente, y de momento, eso parece que pasó. Fue un momento de catarsis porque la recuperación en casa fue un poquito lenta, sobre todo por la debilidad del cuerpo. Un momento crucial que incluso el cerebro te lo borra por una cuestión de protección, entiendo. Si hago esfuerzo, me acuerdo todavía de los aullidos.

¿Cómo te diste cuenta?

El malestar sucedió en plena intervención en el Senado. Tuve que abandonar el atril y decir ‘lo siento, no me encuentro bien’. Al salir, no quise hacerlo público, pero esa misma noche lo divulgaron y ya puse el agradecimiento a los médicos del Ramón y Cajal y a toda la gente que me apoyó indistintamente del partido.

Recibiste el cariño de muchos políticos, ¿quién te sorprendió más?

Cuando recuperé algo de paz, de pronto vi un número que no conocía, pero como tenía el móvil encima de la camilla, lo cogí y era el presidente del Senado, Pedro Rollán. Lo primero que me dijo fue ‘¿Pero qué haces cogiendo el teléfono? Carla, olvídate de todo y deja que te mimen’. Esa misma frase la escuché como 3 o 4 veces de diferentes personas y al final, hice caso. Me visitaron distintos compañeros de Más Madrid y vino mi sobrina desde Tenerife de lo serio que lo vieron. Incluso un Senador de Vox estaba muy preocupado. No obstante, lo que importa es que en los momentos clave, hay que dejar un poquito de lado otras cosas.

placeholder La diputada de Más Madrid en la Asamblea de Madrid Carla Antonelli durante un pleno extraordinario de la cámara (EFE/Juan Carlos Hidalgo)
La diputada de Más Madrid en la Asamblea de Madrid Carla Antonelli durante un pleno extraordinario de la cámara (EFE/Juan Carlos Hidalgo)

Uno de los políticos con los que confesaste tener mucha complicidad dentro del ámbito político fue José Ignacio Echeverría, expresidente de la Asamblea de Madrid por el Partido Popular.

Si, afortunadamente tengo amigos en todos lados. Hay partidos en los que se te hace mucho más difícil, ya que niegan tu derecho a ser o existir y por ello se me imposibilita tener una relación más allá. Decidí que no tengo que hablar con personas que cuestionan tu propio derecho a la existencia.

¿Has sufrido mayor decepción fuera o dentro del partido?

Yo con el Partido Socialista no tengo absolutamente nada. Si hablo, lo hago individualmente y las nombro con nombres y apellidos. Las personas pasan del ámbito del poder legislativo y las siglas del partido están por encima de todo eso. Como explico en el libro, cuando se saca ese argumentario de la mano de Carmen Calvo, yo empiezo a somatizar durante esos dos años todo ese dolor. Sin embargo, siento que sigo teniendo amigos y amigas dentro del PSOE. Gente a la que vuelvo a ver, se funde en un abrazo conmigo y me dicen ‘Cuanto me alegro Carla, que te vaya bien’.

Hablas en el libro de que sientes una profunda ‘ilusión socialista’, ¿nunca la has perdido?

Seré socialista hasta el día que me muera. Yo ahora mismo estoy como independiente en Más Madrid y sin ningún conflicto, al revés. Afín a todo lo que pienso y defiendo, incluso más que en otros momentos o en otras épocas.

Fuiste la primera diputada trans en España, pero llegó un punto que dejaste de ser “la trans que daba la turra con la agenda arcoíris”. ¿Qué te llevó a hacer esa reflexión? ¿Cómo lo vives ahora como senadora?

Eso es lo que se interpretó. Pensaban que iba allí a defender solo esos derechos y de forma sorpresiva empezaron a ver que ‘la Trans’ iba mucho más allá de la ‘T’. Me encargué de familias de menores y de otros tantos y tantos más asuntos. Una cosa es cómo la gente te imagina y otra lo que se va encontrando. Es duro tener que demostrar el doble para desmontar esos prejuicios que ya vienen de antemano. A veces también pienso que si te lo quitaran, te da la sensación de que algo falla después de estar toda la santa vida esforzándote.

placeholder Carla Antonelli durante la campaña de Ángel Gabilondo junto a Pedro Zerolo, Consuelo Cruz y Mónica Silvana (EFE/Fernando Alvarado)
Carla Antonelli durante la campaña de Ángel Gabilondo junto a Pedro Zerolo, Consuelo Cruz y Mónica Silvana (EFE/Fernando Alvarado)

Actuaste para Rocío Jurado o Sara Montiel. ¿Cómo fue?

Fue cuando era una niña, con 22 o 23 años y trabajaba en la calle San Dimas. Se corría la voz enseguida por los camerinos que habían venido Sara o Rocío. Y pensar en salir y que estaba allí ‘la más grande’, Montiel o la hija de Concha Piquer... Eran las noches de los años 80. Con Rocío Jurado me conocí y me reconocí porque para mí fue un mito. El día de su muerte fue una catarsis donde saque historias internas que eran dolorosas. Incluso todavía me acuerdo del perfume que llevaba. Para mí Sara fue muy simpática, pero siempre guardaré mucho cariño a ‘la más grande’, es que ella son palabras mayores.

Además, en ‘La mujer volcán’ hay una anécdota con Bertín Osborne. Te invitó a una copa y describes cómo Ana Obregón se quedó atónita. ¿Crees que sintió celos de ti por ver como él coqueteaba contigo?

No, creo que iba más bien por la exposición. Pasó lo que pasó y a los centímetros que pasó. Yo no me sentí cómoda de ser una muestra expositora alrededor de todo el mundo. No era mi tipo Bertín, me gustaba otro tipo de físico y si me hubiese gustado, yo en aquella época era muy terrible, no tenía problemas en seguir a toda vela. Si te marcabas un objetivo, difícilmente, con esa edad, no lo lograbas. Si lo veo con los ojos de hoy, diría ‘¿Por qué a mí no me resultó en ese momento atractivo?’. Sencillamente, me atraía otro tipo de físico. Sin embargo, esa situación expone un poco cómo nos veían y cómo éramos objeto de deseo, de exposición y de incluso feria.

Durante años, los clubes de alterne han sido frecuentados por personajes de clase alta, mientras luego ellas servían como mofa para la televisión, como fue el caso de Cristina ‘La veneno’. ¿Cómo lo viviste?

A Cristina la cogieron de la misma calle donde nos mandó una sociedad que no nos dejó más salida que el espectáculo o la esquina. Luego te iban a buscar para burlarse de ti, para pegarte o para exponerte públicamente. Era una sociedad hipócrita y cínica.

Si echamos la vista atrás, ¿cómo fue esa época?

Todo lo vivido cada segundo de mi vida ha merecido la pena, por llegar al lugar donde hemos llegado; aunque ahora tengamos que estar defendiendo todo aquello que tanto esfuerzo nos ha costado. Absolutamente todo, mereció la pena. Asumo de una forma resiliente cada minuto de mi vida, tanto las risas como las lágrimas.

placeholder Foto de archivo de Carla Antonelli (EFE/Lourdes Sangrós)
Foto de archivo de Carla Antonelli (EFE/Lourdes Sangrós)

Tu madre Tomasa y tu íntimo amigo, Pedro Zerolo, fallecieron en el periodo de un año. Hablas de cómo te sumergiste en la campaña del año 2018 como un salvavidas. ¿Cómo fue?

La política me ha servido como trabajo y al igual que otras profesiones, me ocupé para no pensar. Se trataba de tener la mente en uso para darle la menor capacidad posible al dolor.

Ines Hernand habló de cómo renunció a su relación familiar porque era lo más justo. A muchas personas LGTBI+ les ha tocado pasar por ello también, pero siempre queda el juicio social de “y por qué no lo intentas más”. ¿Cómo viviste tú la distancia con tu familia?

Fue doloroso, pero llegó un punto en mi vida que dije ‘hasta aquí’. Llegué a la conclusión de que mis hermanos eran unos señores que mi madre también había traído al mundo, pero no nos unía nada más que eso. No había ningún lazo, ni ninguna conexión. Al final, a los amigos los elegimos en esta vida y mis hermanos no hubiesen sido amigos míos por elección propia. Yo hay con parte de mi familia con la que me he reconectado, desde los hijos de los hermanos con los que no hablo hasta con primos.

Te despediste de tu madre con su reconocimiento y llamándote por tu nombre, Carla. ¿Ayudó a afrontar su duelo?

Sí, sin duda. Muchas veces imaginé qué pasaría en ese momento. Me chocó su muerte porque aunque faltaban unos meses para que cumpliese los 97, siempre pensé que sería más tarde. Con el tiempo, he ido recolocando más cosas sobre nuestra relación pero que todo quedara en un sitio de confort o de respeto, le dio significado. Pese a la medicación que tomaba, nunca dejó de reconocerme y si mi madre me decía ‘¿Estás ahorrando?’, sabía que solo se dirigía a mí y que ella me tenía al lado.

Has reconocido que has sufrido depresiones. Sin embargo, tu imagen siempre ha sido la de una mujer valiente y fuerte. ¿No te podías permitir ser vulnerable?

Yo, al igual que el resto del mundo, tengo miedo a mostrar mis desnudeces. Actoralmente, aprendí que mostrar el alma es bueno. Si hay que emocionarse, te emocionas o incluso lloras, pero hace años, no era visible cuando pasabas por momentos de trance. Sin embargo, tenías que buscar respuestas o soluciones desesperadamente.

Si volvieras a Güímar, ¿Cómo sería? ¿Qué le contarías a esos lagartos de este 2024? Ahora tienes una calle en donde antes te vejaban

A Güímar, afortunadamente, ya vuelvo cuando me da la gana. Cuando recibí el premio Cardón en 2009, para mí fue el gran paso, pero aun así quedó algo medio invisible. Al ser pregonera de las fiestas mayores de San Pedro, dije ‘campana y se acabó’ porque yo ya no tengo el temor de aquella que iba en un coche a escondidas. Parafraseando la Biblia, Güímar todo me lo quitó y todo me lo dio. Hay una reconciliación con el lugar de nacimiento y si se van cerrando todos esos capítulos, añade paz a tu vida.

placeholder Carla Antonelli durante el cierre de campaña electoral del partido Sumar (EFE/Rodrigo Jiménez)
Carla Antonelli durante el cierre de campaña electoral del partido Sumar (EFE/Rodrigo Jiménez)

¿Carla es más fuerte ante la adversidad?

Sí, rotundamente sí. A mí los retos me crecen y me multiplican por mil. Dame un reto y ya estoy multiplicada.

Si fueras ahora una joven de 17 años que llega a Madrid y se encuentra en la ciudad del 2024, ¿qué le dirías?

Yo ya flipé porque me pareció un mundo de casas muy grandes para arriba. Ahora es como si te metieras en medio de un hormiguero y Madrid es la gran hiperurbe. Yo viví la añoranza y la morriña de Canarias y tras diez años ya pasé a ser poco a poco de Madrid.

¿A quién te queda por conocer?

Me haría ilusión conocer a Obama, pero tampoco estaría mal cinco minutos con el Papa Francisco porque sería una conversación interesante. Sin ser creyente, su opinión influye en las vidas de las personas LGTBI+, porque los creyentes según se lo digan pueden aplicar dolor o estigma. Indudablemente, con todos los defectos que pueda tener, hay un antes y después en su papado. Además, me hace tenerle más respeto que haya un grupo de cardenales que le consideran el anticristo.

Desde un pueblo de Tenerife, Carla puso rumbo a Madrid con tan solo 17 años. Huyendo de una familia que no la respetaba, comenzó a crear la suya propia. Durante los años 80, pudo conocer a multitud de personajes mientras se sentía una “muestra expositora”. La sociedad la impulsó, como a tantas otras, a recorrer las calles y discotecas de la ciudad. La misma gente a la que años más tarde decidió enfrentarse. Dejó el altavoz para subirse al atril en 2011, convirtiéndose en la primera diputada trans de España.

Carla Antonelli
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