Un asunto familiar: por qué los Alba han convertido el Palacio de Liria en el lugar más 'cool' de Madrid
Construido entre 1767 y 1785 por orden del III duque de Berwick y de Liria, el palacio y sus jardines viven una segunda juventud desde que el duque titular tomara las riendas de la gestión de la Casa de Alba
El desfile del quinto aniversario de la marca IQ, que tuvo lugar hace unos días en Madrid, ha sido una de las grandes citas de la rentrée. La otra, el desfile de Carolina Herrera en la Plaza Mayor de Madrid, que se calentó con una exclusiva cena privada el día anterior repleta de caras conocidas. Las dos convocatorias (el desfile de IQ y la cena) tuvieron un escenario común: los jardines del Palacio de Liria. Con su sobria fachada neoclásica y sus jardines románticos de estilo inglés, Liria se ha convertido estas semanas en el escenario más fotografiado de la crónica social.
¿Casualidad? Cuando Carlos Fitz-James Stuart tomó las riendas de la gestión de la Casa de Alba, tenía una idea en la cabeza. Quería emular la política de otros nobles europeos y hacer accesible su patrimonio con un doble objetivo: acercarlo a la sociedad y rentabilizarlo para poder conservarlo mejor. Una de sus primeras medidas fue abrir al público los palacios que la familia poseía en Salamanca (Monterrey), Sevilla (Dueñas) y Madrid (Liria).
Hoy, la fundación que gestiona el gran patrimonio de los Alba ha cogido velocidad de crucero. Sobre todo en lo que tiene que ver con el Palacio de Liria, abierto en 2019 y reconvertido en uno de los museos más visitados de la ciudad y en un campo de experimentación de sus propias posibilidades museísticas. La institución ha irrumpido en el calendario expositivo madrileño con propuestas de gran impacto, como cuando abrieron los armarios del fabuloso vestuario de Cayetana de Alba al público o la que ha sido un punto de inflexión para la Casa: la intervención de las impactantes obras de Joana Vasconcelos en sus salones.
Este es el camino, según confirman desde la propia Casa de Alba. Los jardines del Palacio de Liria se alquilan desde hace años para eventos, pero solo de forma puntual y siempre para citas muy privadas. El principal proyecto en Liria es museográfico y cultural, y a día de hoy no hay una línea de negocio que tenga que ver con la explotación pública y continuada de los jardines del palacio. Según fuentes internas, tanto el desfile de IQ como la cena privada de Carolina Herrera o la fiesta de presentación de la nueva colección de Sushita (otro evento exclusivísimo que tuvo lugar en mayo repleto de rostros conocidos) han sido cortesías hacia miembros de la familia. La consigna en este sentido es la de siempre: perfil bajo.
Si cambian de opinión, a nadie se le escapa que este espacio sería un filón. Liria es una de las residencias privadas (el duque y algunos familiares viven allí) más importantes de Madrid, con 3.500 metros cuadrados distribuidos en 200 habitaciones, de las que 26 son salones. El palacio fue construido entre 1767 y 1785, por orden del III duque de Berwick y de Liria, don Jacobo Fitz-James Stuart y Colón. En su mayor parte, la construcción se debe al arquitecto Ventura Rodríguez (1717-1785), quien levantó un edificio de estilo neoclásico, de planta rectangular, alargada y compacta en su interior. El arquitecto inglés Sir. Edwin Lutyens (1869-1944) planteó después varias reformas, encargadas por el XVII duque de Alba, don Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, padre de Cayetana y ex embajador en Londres.
"El Palacio de Liria fue el primer edificio de Madrid digno de armonizar con el Palacio Real", destaca don José Manuel Pita Andrade, exdirector del Museo del Prado y conservador de la Casa de Alba, en la web oficial del palacio. "A diferencia de otros palacios y mansiones madrileñas, Liria no fue construido próximo al paseo del Prado, sino a las afueras de la ciudad, cerca de la puerta de San Joaquín, que marcaba el límite de Madrid por el noroeste.. Otra diferencia es que su fachada en vez de estar orientada directamente a la calle se rodeó de jardines". Hoy, el desarrollo de la ciudad lo ha situado en pleno corazón de Madrid.
Los jardines del palacio de Liria merecen capítulo aparte. En origen debieron ser geométricos al gusto francés, pero fueron remodelados al estilo inglés, más romántico. En la parte delantera, que inicialmente estaba planteada como una explanada despejada, a modo de plaza de armas, terminaron plantándose castaños, mimosas, tejos, o un granado que hoy lucen imponentes. La parte de atrás del palacio es la reservada a un jardín más geométrico al modo de Versalles, con parterres delineados por setos y fuentes.
Hoy, entre pasarelas, cenas privadas y visitas culturales, Liria vive en un equilibrio difícil: abrirse al público sin perder su aura de exclusividad. Y aunque la Casa de Alba prefiera el perfil bajo, la realidad es que el palacio se ha convertido en uno de los escenarios más codiciados —y fotografiados— de Madrid.
El desfile del quinto aniversario de la marca IQ, que tuvo lugar hace unos días en Madrid, ha sido una de las grandes citas de la rentrée. La otra, el desfile de Carolina Herrera en la Plaza Mayor de Madrid, que se calentó con una exclusiva cena privada el día anterior repleta de caras conocidas. Las dos convocatorias (el desfile de IQ y la cena) tuvieron un escenario común: los jardines del Palacio de Liria. Con su sobria fachada neoclásica y sus jardines románticos de estilo inglés, Liria se ha convertido estas semanas en el escenario más fotografiado de la crónica social.