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El duque de Lugo redecora su vida
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El duque de Lugo redecora su vida

Desde que se hizo pública la separación de los duques de Lugo, la vida de Jaime de Marichalar no ha resultado fácil en tanto en cuanto

Foto: El duque de Lugo redecora su vida
El duque de Lugo redecora su vida

Desde que se hizo pública la separación de los duques de Lugo, la vida de Jaime de Marichalar no ha resultado fácil en tanto en cuanto tuvo que rebobinar su existencia. Para empezar, los doscientos íntimos que le bailaban el agua y le decían lo guapo, alto y encantador que era se redujeron notablemente. Y esta rebaja afectiva ya en sí es un palo. Seguramente, el error es creer que ese tipo de fidelidades son eternas y gratuitas.

 

En cuanto el “cese temporal” se hizo efectivo, las puertas de Zarzuela se cerraron como si fuera el Mar Rojo de la Biblia tras el paso de Moisés y su gente. Nunca más se le ha visto en ninguna celebración de familiares Borbones directos o colaterales, salvo la amistad inquebrantable que mantiene con Marisa Yordi, casada con un primo Borbón. En este sentido, Marichalar también favoreció esa fidelidad proponiendo a la hija como responsable de comunicación de Loewe. Nada que objetar. Hoy por ti y mañana por mí, debió pensar.

 

El caso es que durante el último año, las apariciones públicas han sido restringidas y también las privadas. Mientras fue yerno ejerciente se dejaba ver en restaurantes de lujo -Horcher, Jockey…- con compañías que nada tenían que ver con el entorno habitual de la Familia Real. Ni peores ni mejores, tan sólo diferentes. Se dejaba invitar y compartía blinis de caviar, solomillo o bavaroise con periodistas, gente del teatro, presentadores/as de televisión… Siempre iba solo. La Infanta Elena nunca le acompañó en estos encuentros festivos.

 

Tras el cese temporal hubo menos citas gastronómicas. El duque no estaba para muchas fiestas. Su estado de ánimo se resintió e incluso ciertas amistades aseguraban que estaba dispuesto a vender su casa y marcharse a París (Ver noticia). El tiempo, que no cura todo pero sí suaviza las situaciones complicadas, ha jugado a su favor. Aparentemente está más tranquilo y amable que cuando ejercía de marido prepotente de la Infanta de España. Viaja bastante, y como en años anteriores, no se ha perdido los desfiles de Alta Costura de París.

 

Hace poco se desplazó hasta La Coruña en un viaje mitad de trabajo mitad de ocio. Paseó por la plaza de María Pita, compró el cuponazo a una vendedora de la ONCE y entró en la sede central de Caixa Galicia en la Rúa Nueva, donde mantuvo una reunión profesional. Si hasta hace poco se movía en un mundo sin color, ahora parece que quiere redecorar su vida otra vez o quizás rememorar aquellos felices tiempos en que se vestía con pantalones de estampado lagarterano por la Costa Azul en compañía de la Infanta. Las últimas imágenes del duque en Miami de compras y vestido como el bajista de los Sirex (grupo muy popular de los 60) demuestran que el que fuera cuñado regio ha vuelto por sus fueros. Ahora solo falta esperar que por fin el cese se convierta en divorcio.  

 

 

 

Desde que se hizo pública la separación de los duques de Lugo, la vida de Jaime de Marichalar no ha resultado fácil en tanto en cuanto tuvo que rebobinar su existencia. Para empezar, los doscientos íntimos que le bailaban el agua y le decían lo guapo, alto y encantador que era se redujeron notablemente. Y esta rebaja afectiva ya en sí es un palo. Seguramente, el error es creer que ese tipo de fidelidades son eternas y gratuitas.