Los discretos, y sin embargo públicos, amores de Ángela Molina
No es muy frecuente que Ángela Molina se explaye hablando acerca de sus amores y lo que concierne a su corazón, que ha estado ocupado por dos hombres
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No es muy frecuente que Ángela Molina se explaye hablando acerca de sus amores y lo que concierne a su corazón. Al menos, si no está una revista de por medio. Esta semana achacaba la longevidad de su carrera y la Medalla de Oro de la Academia de Cine por toda su carrera al “amor”. Ese amor, Leo Blakstad, ha acabado cambiando muchas de las pautas de una de nuestras actrices más prolíficas y, también, más respetadas por la prensa del corazón, a pesar de que, en su caso, la línea que separa lo privado de lo público siempre ha sido excesivamente fina. Su primer marido, Hervé Timarché, al que conoció en su adorada Ibiza con tan sólo 14 años, fue una persona fundamental en su ‘modus vivendi’, el hombre que pudo “prestarse a hacer exclusivas delante y detrás de las cámaras”, como confirman amigos del círculo cercano a la actriz a Vanitatis.
“Estuvieron juntos veinte años. Recuerdo un reportaje en el que él era el fotógrafo y controlaba que sus tres niños, incluida Olivia, no se saliesen del encuadre. El entorno era una postal, en el campo, idílico hasta la irrealidad”. Timarché era fotógrafo y aceptó de buen grado que una relación que nació como un “sueño hippie en plena Ibiza” tuviese su lado mercantilista cuando ambos se prestaban a vender reportajes a la revista ¡Hola! “Lo increíble de todo es que Ángela nunca ha caído mal al resto de la prensa por vender exclusivas. Siempre ha sido respetada por toda la profesión porque no esquivaba al resto de periodistas que querían preguntarle algo”.
Hubo informadores que, sin embargo, intuían que tanta fotografía ‘pastoril’ no podía corresponderse con la realidad del matrimonio. “Le decíamos que todo aquello parecían anuncios de colonia, pero no perjudicó para nada su imagen. Los que la rodeábamos en los últimos años sabíamos que no todo era tan bonito y que la separación llegaría de un momento a otro”. La cuestión era que, pese a tanta imagen de postal, a principios de los 90, ya existían rumores sobre una posible separación. Ellos se encargaban de echarlos por tierra y de aparecer juntos en los Premios Ondas de ese año. Sin embargo, comentaban los cronistas de aquel acontecimiento que ella prefería pasar el tiempo hablando con Adolfo Marsillach que permanecer mucho tiempo sentada al lado de su pareja.
Su unión, sin embargo, quedaba demostrada poco después, cuando la actriz se negaba a participar en Las edades de Lulú de Bigas Luna, que finalmente protagonizó Francesca Neri, lo cual le acarreaba problemas con el productor, Andrés Vicente Gómez. Molina la definió como “pornografía” y Timarché estaba allí para apoyarla. En declaraciones al diario ABC aseguró que el productor se estaba aprovechando del nombre de su mujer. La separación se ratificó poco después. “No fue tan traumática como muchos pensaron en su momento. Sencillamente, Ángela dejó de quererle y es una mujer que necesita vivir con pasión; es algo fundamental en su forma de hacer las cosas”, aseguran sus amigos.
Probablemente, en aquel adiós definitivo tuvo mucho que ver Leo Blakstad, un empresario ibicenco diez años menor que ella. De nuevo, la isla volvía a ser el marco y el talismán de otro de los amores de su vida. En 1995, a los pocos meses de haberse separado, Molina volvía a utilizar la revista decana de la crónica social para anunciar su matrimonio con otra persona el 12 de abril y, además, un sorprendente embarazo de siete meses. Con Blakstad también hubo exclusivas pero estaba claro que iban menguando. De ahí la sorpresa cuando la actriz anunció que iba a tener un segundo hijo de él a los 47 años. El medio, una nueva exclusiva y, esta vez, su buena relación con la prensa corrió peligro. “La exclusiva del anuncio de su segundo embarazo casi la enemista con la profesión, que ya estaba metida de lleno en la moda de programas cada vez más agresivos. Le dijimos que por qué no contestaba a los periodistas y nos dijo: “¡Es que ¡Hola! me paga 90.000 euros y hasta que se publique no puedo decir nada!”
Cuando nació María, toda aquella parafernalia para no contestar preguntas parecía un mal sueño. El entorno de la hija de Antonio Molina aún se pregunta cómo las dos parejas más importantes de la actriz se han acomodado a su particular forma de hablar de su vida en público. “El año pasado con Blancanieves volvió a recibir elogios. Es un ejemplo de que eso es lo que prima en su caso, la carrera de actriz y no ciertas manipulaciones de cara a vender exclusivas. Y aun así, dudo que vuelva a vender muchas”. Sólo el tiempo lo dirá pero, hoy por hoy, la realidad es que, pese a las exclusivas, los nombres de Leo Blakstad y Hervé Timarché siguen estando en segundo plano, detrás del genio interpretativo de una mujer que, por encima de todo, es actriz y cara protagonista de un clan familiar que sigue llenando las pantallas españolas.
No es muy frecuente que Ángela Molina se explaye hablando acerca de sus amores y lo que concierne a su corazón. Al menos, si no está una revista de por medio. Esta semana achacaba la longevidad de su carrera y la Medalla de Oro de la Academia de Cine por toda su carrera al “amor”. Ese amor, Leo Blakstad, ha acabado cambiando muchas de las pautas de una de nuestras actrices más prolíficas y, también, más respetadas por la prensa del corazón, a pesar de que, en su caso, la línea que separa lo privado de lo público siempre ha sido excesivamente fina. Su primer marido, Hervé Timarché, al que conoció en su adorada Ibiza con tan sólo 14 años, fue una persona fundamental en su ‘modus vivendi’, el hombre que pudo “prestarse a hacer exclusivas delante y detrás de las cámaras”, como confirman amigos del círculo cercano a la actriz a Vanitatis.