La boda de la reina Victoria de Inglaterra: el enlace más moderno de la historia
La moda nupcial actual nació el día que la reina Victoria de Inglaterra se casó con el príncipe Alberto. Una boda que marcó la historia nupcial, del vestido de la novia a la tarta
A pesar de las peculiaridades de cada boda, donde se refleja la personalidad de los novios, son muchos los detalles que comparte cualquier enlace. La tradición manda, como la historia de las arras nupciales o lanzar el ramo de novia, y las grandes claves de las novias de los últimos 200 años, tienen un origen en común: el enlace de la reina Victoria de Inglaterra. La reina británica se casó el 10 de febrero de 1840 con el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha en la capilla real del Palacio de St. James en Londres.
Un enlace geopolítico, pero también por amor. "Estoy en un paraíso de amor y felicidad, algo que nunca esperaba sentir. (...) Nunca podré agradecer suficientes veces tener un marido así, que me llama con nombres tiernos como nunca antes me han llamado, ha sido una increíble bendición. Este ha sido el día más feliz de mi vida", escribió la joven monarca en su diario tras su boda.
Más allá de la increíble historia del matrimonio real, que duró más de 20 años, hasta el fallecimiento en 1861 del príncipe Alberto. Hoy queremos poner el foco en las modas nupciales que la reina Victoria impuso. Así, mucho antes del éxito de novias virales como María Pombo o el éxito internacional de la francesa Sabina Socol, la reina Victoria fue quien impuso los cánones de moda para los 'sí, quiero' del mundo occidental.
Comenzamos por uno de los grandes protagonistas de cualquier boda: el vestido de la novia (o los vestidos de las novias). A lo largo de los siglos, los trajes nupciales fueron evolucionando acorde al resto de la moda. Adaptándose a cada etapa en su diseño. Aunque mantenían como premisa una división de clases, las ciudadanas de a pie se casaban con su mejor vestido (que después aprovecharían para multitud de ocasiones más). Mientras, las novias con más poder adquisitivo (de la realeza, nobleza o burguesía) optaban por ricos tejidos con colores llamativos y bordados lujosos.
Centrándonos en la época de la reina Victoria, a comienzos del siglo XIX, la moda nupcial estaba dominada sobre todo por dos colores pastel, el rosa y el azul. Sin embargo, en 1816 una novia cambiaría eso. La princesa Carlota, prima de la reina Victoria, se casó con un vestido de novia blanco (conservado en el Museo Victoria & Alberto de Londres). Lo que dio pie a que su prima (y reina) hiciera lo mismo años después.
Así, aunque no fue la propia Victoria la primera novia famosa que se vistió de blanco, si fue la que creó la moda. Tras su enlace con el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha se hicieron muy populares las estampas, ilustraciones y fotografías con imágenes del enlace real. El mundo había cambiado por la Revolución Industrial, comenzaba a ser global y más rápido, y ese vestido blanco llegó a casi todos los rincones del mundo.
El vestido de novia de la reina Victoria desde entonces ha inspirado a millones de mujeres y diseñadores en casi 200 años, por ejemplo en las mangas nupciales de Lady Di. Se trataba de una pieza diseñada por William Dyce, director de la entonces Escuela de Diseño del Gobierno (que más tarde pasaría a ser el College of Art), y está confeccionado por Mary Bettans.
Las tendencias en ese momento entre las clases sociales adineradas mandaban crear suntuosos trajes en tejidos de satén, terciopelo o encaje de Bruselas, considerado el más lujoso. Sin embargo, la reina Victoria sorprendió al encargar encaje de Honiton, en el condado de Devon. Mientras que la seda del diseño llegaba también desde la cercana Spitalfields, al este de Londres.
Siendo todo un símbolo para el pueblo británico del apoyo de la monarca a su industria. El vestido de novia en sí, también dejaba claro el cambio de tendencia de la época. Los cortes imperio habían quedado ya atrás, regresando a los corpiños ajustados y faldas voluminosas, conocidos como trajes de sociedad, y más tarde como vestidos victorianos (en honor a la longeva reina).
Adornado con encaje hecho a mano, sobre una malla de algodón, contaba con bordados de flores de azahar. Símbolo de la pureza y de la fertilidad, pero que para ella era algo más. Dado que uno de los primeros regalos que le hizo el príncipe alemán en su noviazgo fue un broche con la forma de esta flor en oro y porcelana que aún hoy se conserva. La carta con el regalo decía "Que pienses con amor en tu fiel Alberto cuando lo tomes en tu mano".
Además, el diseño nupcial tenía una cola de 5,5 metros de largo. Respecto a los complementos, la reina usó unas zapatillas de seda (estilo slippers) a juego con el vestido y un velo bordado de 3,5 metros de largo por 68 centímetros de ancho. Aunque, para conocerlo mejor, nada que como la propia reina Victoria lo describió en su diario.
"Llevé un vestido de satén blanco, con un profundo volante de encaje Honiton, una imitación de un diseño antiguo. Mis joyas eran mi collar y mis pendientes de diamantes turcos y el hermoso broche de zafiro de mi querido Alberto", escribió. Precisamente ese broche de zafiros, al que hace mención, es un precioso adorno azul con el que la monarca británica (y emperatriz de La India, entre muchos títulos más) se sumaba a una tradición ya muy extendida, la de usar algo azul en un enlace,
Sin embargo, si hay un complemento que sobresaliera en el look nupcial de la reina Victoria, por encima incluso de sus lujosas joyas, fue su corona floral. Alejándose de las tiaras, coronas o diademas de brillantes que posee la familia real inglesa, como la tiara Rundell de diamantes; optó por un adorno mucho más sobrio.
Realizados con flores de azahar y mirto, la Reina lo preservó en cera. Aunque, los que se conserva en el Archivo de la Colección Real y que se han hecho más famosos hoy en día son los que le regaló su marido por su sexto aniversario de boda. De nuevo, con el azahar como protagonista, le regaló un tocado hecho de pan de oro, flores de porcelana blanca y naranjas esmaltadas en verde (que vemos en la imagen) para imitar el tocado de flores naturales que la reina Victoria el día de su boda.
Precisamente los adornos de mirto que lucía en sus bordados, su ramo de novia y su corona natural fue el origen de una nueva tradición más. Desde 1840, todas las novias de la familia real inglesa llevan una ramita de esta planta en algún detalle de su boda. Así lo hicieron su hija, la princesa Alicia, Kate Middleton en su enlace o el resto de novias Windsor desde Isabel II a Eugenia de York.
Sin embargo, no vale cualquier rama, debe ser del arbusto que plantó el propio príncipe Alberto en el Castillo de Osborne, que nació de un esqueje que el marido de la reina trajo de su casa natal en Coburgo, Alemania. Además, en la boda de Victoria y Alberto también lo llevaron prendidos a sus vestidos las doce damas de honor de la novia. Siendo precisamente la propia reina Victoria la que diseñó los vestidos de las jóvenes, también en un sutil blanco.
La boda de la reina Victoria y el príncipe Alberto daría para muchos análisis más, mostrando las claves de cómo influyó en los 'sí quiero' de las décadas posteriores, desde las sesiones de retratos y fotografías post boda que repitieron a lo largo de los años (incluso con los mismos trajes de novios) hasta la historia de su tarta. Sin embargo, como hoy nos centrábamos en el look nupcial de la novia, nos despedimos con una última curiosidad sobre su vestido.
A pesar de que la creencia popular suele dotar al color blanco de las contrayentes como un símbolo de pureza o virginidad. La realidad es que estaba ligado a la riqueza. Solo las familias más adineradas podían pagarse tejidos así de puros y la posterior limpieza de unas telas (fuera el vestido completo o los encajes) que se volvería a usar (la moda circular no es un invento del siglo XXI).
No sería hasta unos años después, a finales del siglo XIX, cuando se relacionó el blanco nupcial con esa simbología. La revista estadounidense Godey's Lady's Book puso de moda el concepto incorrecto de que las novias en la antigüedad se casaban de blanco como símbolo virginal. Más allá de esto, sí podemos asegurar que la reina Victoria fue la primera novia viral (en un sentido analógico de la palabra).
La mejora de las comunicaciones, de la imprenta y posteriormente de la fotografía (la pareja real recreó en numerosas ocasiones fotos de boda años después de casarse) se sumaron a un mundo donde la figura de la monarca inglesa era de las más influyentes del planeta. Así, cómo decíamos hace unas líneas, se lanzaron imágenes de recuerdo, ilustraciones en las revistas de moda o incluso merchandising con momentos de la ceremonia.
Haciendo que el vestido de novia de la reina Victoria pasara al la historia de la moda. Ahora, se puede admirar en el Museo Victoria & Alberto de Londres, aunque viaja a diferentes exposiciones por el mundo. Aunque lo que no podemos ver es su increíble velo bordado, la reina pidió (en honor a su querido marido) ser enterrada con él.
Lo que tampoco podemos asegurar a ciencia cierta, dado que el Archivo de la Colección Real británica lo da más como una leyenda, es la petición que la reina hizo a sus invitadas. Pidiéndolas no acudir a su enlace de blanco, ya que ese sería el color elegido por ella. Una tradición nupcial más que habría que sumarle a la reina Victoria.
A pesar de las peculiaridades de cada boda, donde se refleja la personalidad de los novios, son muchos los detalles que comparte cualquier enlace. La tradición manda, como la historia de las arras nupciales o lanzar el ramo de novia, y las grandes claves de las novias de los últimos 200 años, tienen un origen en común: el enlace de la reina Victoria de Inglaterra. La reina británica se casó el 10 de febrero de 1840 con el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha en la capilla real del Palacio de St. James en Londres.