Jana Fernández, experta en sueño: "Para saber si el sueño es de calidad, no solo tenemos que prestar atención a la duración"
El descanso nocturno es mucho más que una pausa: es una herramienta clave para restaurar cuerpo y mente. Entender sus mecanismos es esencial para recuperar el equilibrio
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Dormir bien se ha convertido en uno de los mayores desafíos del bienestar moderno. En un contexto en el que se prioriza la productividad y se normaliza el agotamiento, el descanso de calidad no siempre ocupa el lugar que merece. Sin embargo, dormir no es un lujo ni una pérdida de tiempo: es una necesidad fisiológica que impacta directamente en la salud física, mental y emocional.
“No solo tenemos que prestar atención a la duración”, afirma Jana Fernández, experta en bienestar y descanso, en el pódcast 'Aprendemos juntos 2030', de BBVA. Desde su experiencia, no tiene sentido obsesionarse con dormir exactamente ocho horas, ya que las necesidades varían según la persona, la etapa vital e incluso el día. Cada cuerpo responde a ritmos distintos y es fundamental aprender a escucharlo.
Aun así, Fernández reconoce que existen referencias orientativas útiles. Los niños entre seis y doce años suelen necesitar alrededor de diez horas de sueño diarias; durante la adolescencia, la cifra ronda las nueve, mientras que los adultos necesitan entre siete y nueve horas para mantener un equilibrio saludable.
Pero más allá del tiempo, lo esencial es que ese sueño sea de calidad y se mantenga sin interrupciones. Uno de los aspectos clave para un descanso reparador es la continuidad. Durante la noche, el organismo atraviesa entre cuatro y seis ciclos de sueño, cada uno compuesto por distintas fases, como el sueño ligero, profundo y REM.
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Si esos ciclos se ven interrumpidos por despertares o rutinas caóticas, el cuerpo no logra completar sus procesos de recuperación. Esto puede traducirse en fatiga, irritabilidad o problemas de concentración, incluso tras muchas horas en la cama.
Fernández advierte, además, que no todas las personas pueden funcionar bien durmiendo poco, pese a que algunas lo afirmen. Aquellos casos son excepcionales y, en la mayoría de la población, dormir menos de lo necesario de forma crónica termina pasando factura.
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Establecer horarios regulares, evitar pantallas antes de dormir y cuidar el entorno son prácticas fundamentales para fomentar un sueño saludable. Cuando el descanso deja de ser reparador o aparecen señales como cansancio constante, dificultad para concentrarse o mal humor persistente, es recomendable acudir a un profesional. Dormir bien no es opcional: es la base invisible sobre la que se construye todo lo demás.
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Dormir bien se ha convertido en uno de los mayores desafíos del bienestar moderno. En un contexto en el que se prioriza la productividad y se normaliza el agotamiento, el descanso de calidad no siempre ocupa el lugar que merece. Sin embargo, dormir no es un lujo ni una pérdida de tiempo: es una necesidad fisiológica que impacta directamente en la salud física, mental y emocional.