Magalí Alvarenga, nutricionista: “Los niños que consumen mucha azúcar son niños más irritables y tienen más dificultad para concentrarse”
El impacto del azúcar en la infancia va mucho más allá de las caries. Afecta al estado de ánimo, la conducta y el desarrollo cognitivo
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No es solo una cuestión de dulces o calorías. La alimentación infantil influye directamente en cómo se comportan, sienten y aprenden los niños. Magalí Alvarenga, nutricionista especializada en salud integral, advierte sobre los efectos emocionales y neurológicos de una dieta alta en azúcar.
Darles galletas, zumos procesados o bollería puede parecer inofensivo —y hasta práctico— en el día a día familiar. Pero según Alvarenga, una alimentación rica en azúcares está estrechamente relacionada con la irritabilidad infantil y los problemas de atención. No se trata de prohibir alimentos, aclara, sino de tomar conciencia del impacto que tienen en el desarrollo físico y emocional de los más pequeños.
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“Los niños que consumen mucho azúcar, porque sus padres se lo permiten, son más irritables, tienen más dificultad para concentrarse y para aprender”, asegura Alvarenga, quien promueve una alimentación más natural y equilibrada desde los primeros años de vida. Su mensaje es claro: lo que comen influye directamente en cómo se sienten y cómo se comportan. Estudios recientes avalan esta conexión. Una investigación publicada en Nutrients mostró que una ingesta elevada de azúcares añadidos durante la infancia puede afectar negativamente la función cognitiva y aumentar la hiperactividad en niños en edad escolar.
El efecto del azúcar en el cuerpo infantil no se limita a lo físico. También hay consecuencias en la regulación emocional. Los picos de glucosa seguidos de bajones energéticos generan cambios bruscos de humor, falta de paciencia y una mayor tendencia a las rabietas, especialmente si los dulces son consumidos de forma habitual.
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♬ sonido original - Nutricionista Magali Alvarenga
Alvarenga lo resume con una idea contundente: “quien come mucho azúcar vive estresado y sin paciencia”, una realidad que no solo afecta a adultos. En los niños, este estado de inestabilidad se traduce en más dificultades para gestionar sus emociones, menos tolerancia a la frustración y problemas para mantener la atención, tanto en casa como en el colegio.
La experta recomienda revisar la alimentación familiar desde una mirada más consciente. No se trata de eliminar todo lo dulce, sino de reducir al máximo los productos ultraprocesados y ofrecer alternativas reales, frescas y nutritivas. Las frutas, los frutos secos sin azúcar, el yogur natural o los bizcochos caseros pueden cumplir esa función de manera mucho más saludable.
No es solo una cuestión de dulces o calorías. La alimentación infantil influye directamente en cómo se comportan, sienten y aprenden los niños. Magalí Alvarenga, nutricionista especializada en salud integral, advierte sobre los efectos emocionales y neurológicos de una dieta alta en azúcar.