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Cómo detectar una sonrisa falsa en menos de cinco segundos, según la Universidad de Bristol
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la clave está en los ojos

Cómo detectar una sonrisa falsa en menos de cinco segundos, según la Universidad de Bristol

En contextos sociales, laborales o incluso políticos, captar esta diferencia puede marcar la diferencia entre confiar o desconfiar

Foto: Las sonrisas falsas se pueden detectar si te fijas en esto. (iStock)
Las sonrisas falsas se pueden detectar si te fijas en esto. (iStock)

¿Alguna vez has sentido que alguien te sonríe sin sinceridad? La ciencia respalda esa intuición. Según la profesora Michelle Spear, experta en anatomía de la Universidad de Bristol, nuestro cerebro puede identificar una sonrisa falsa incluso antes de que seamos plenamente conscientes de ello. En un artículo publicado en The Conversation, Spear explica que las sonrisas genuinas —las llamadas “de Duchenne”— activan no solo los músculos que elevan las comisuras de los labios, sino también los músculos que rodean los ojos, provocando esas conocidas “patas de gallo”.

En cambio, las sonrisas falsas o sociales, que usamos por educación o compromiso, tienden a involucrar únicamente la boca. “La corteza motora puede controlar el movimiento de los labios, pero le cuesta simular la implicación emocional que activa los ojos”, apunta Spear. La diferencia entre ambas no es solo estética, sino funcional: las sonrisas auténticas se originan en el sistema límbico del cerebro —asociado a las emociones—, mientras que las fingidas provienen de áreas más racionales. Por eso, por muy buena que sea la actuación, los ojos casi siempre delatan la verdad.

placeholder Los niños detectan bien las sonrisas falsas o reales. (Pexels/ Mike Jones)
Los niños detectan bien las sonrisas falsas o reales. (Pexels/ Mike Jones)

Los estudios muestran que incluso los bebés de diez meses ya son capaces de distinguir entre una sonrisa sincera y una impostada. Esta habilidad innata cumple un propósito evolutivo claro: ayudarnos a detectar intenciones reales en los demás y protegernos de posibles amenazas o engaños. En contextos sociales, laborales o incluso políticos, captar esta diferencia puede marcar la diferencia entre confiar o desconfiar.

Por tanto, si quieres saber si alguien está realmente contento o solo está fingiendo cortesía, no mires su boca: observa sus ojos. Como recuerda Spear en su artículo, “cuando una sonrisa es verdadera, los ojos se estrechan ligeramente y brillan. Cuando no lo es, los ojos se mantienen estáticos, como si no se enteraran de que los labios están sonriendo”.

placeholder Las sonrisas falsas se notan en los ojos. (Pexels/ Eduardo Barrientos)
Las sonrisas falsas se notan en los ojos. (Pexels/ Eduardo Barrientos)

Este conocimiento, aunque parezca intuitivo, puede entrenarse y afinarse. Se puede practicar la observación en entornos cotidianos: una reunión de trabajo, una charla informal o incluso viendo entrevistas en televisión. Al fijarnos en si los ojos acompañan realmente a la sonrisa, desarrollamos una mayor sensibilidad emocional y aprendemos a interpretar mejor las señales no verbales. Esta habilidad puede resultar útil no solo en las relaciones personales, sino también en ámbitos como la negociación, la atención al cliente o la docencia.

Además, detectar una sonrisa falsa no tiene por qué implicar desconfianza inmediata. A menudo, usamos este tipo de expresiones como mecanismos de cortesía o para mantener la armonía social. Lo importante es no confundir esa amabilidad con una emoción auténtica. Entender el lenguaje facial con mayor precisión nos permite actuar con más empatía y realismo ante los demás, evitando malentendidos y gestionando mejor nuestras propias expectativas.

¿Alguna vez has sentido que alguien te sonríe sin sinceridad? La ciencia respalda esa intuición. Según la profesora Michelle Spear, experta en anatomía de la Universidad de Bristol, nuestro cerebro puede identificar una sonrisa falsa incluso antes de que seamos plenamente conscientes de ello. En un artículo publicado en The Conversation, Spear explica que las sonrisas genuinas —las llamadas “de Duchenne”— activan no solo los músculos que elevan las comisuras de los labios, sino también los músculos que rodean los ojos, provocando esas conocidas “patas de gallo”.

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