El gesto imposible de evitar que nos delata cuando ocultamos algo, según la psicología
Cuando conocemos a alguien solemos prestar toda nuestra atención a esa persona para comprobar si podemos confiar en ella o no
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Seguro que alguna vez nos ha pasado que estamos hablando con alguien que nos está intentando convencer de algo, pero en nuestro cerebro se activa una alarma. Según la psicología, existen gestos involuntarios que actúan como pistas secretas de una mentira, y uno de ellos es realmente difícil de ocultar.
Los expertos coinciden: los pies pueden traicionarnos sin que nos demos cuenta, porque están lejos del cerebro y menos controlados que otras partes del cuerpo. Si alguien los mueve continuamente o los gira hacia la puerta, podría estar ansioso por escapar de la conversación —o, quizá, de sus propios secretos. Pero no es solo eso. Ese nerviosismo interior puede manifestarse en pequeños detalles que nos pasan desapercibidos: ajustar compulsivamente el cabello, recolocar la ropa o juguetear con objetos, incluso secarse el sudor con un pañuelo, son gestos repetidos sin intención de engañar, pero que delatan tensión.
La mirada también cuenta. Evitar el contacto visual es una estrategia común para reducir la culpa, y la dirección de los ojos puede ser reveladora: por ejemplo, una persona diestra que mira hacia arriba a la derecha podría estar inventando algo, mientras que, si mira a la izquierda, podría estar recordando. Los gestos con la boca tampoco se quedan atrás. Labios apretados o hacia abajo reflejan un esfuerzo por controlar lo que se va a decir, casi como si el cuerpo quisiera silenciar algo importante. Además, cruzar los brazos, cerrar los puños o meter las manos en los bolsillos, son defensas instintivas que nos protegen del estrés de mentir, generalmente sin que lo notemos conscientemente
En una línea similar, destacamos los microgestos: frotarse el ojo, tocarse las orejas o apretar los labios son señales sutiles de inseguridad. En algunos casos, pueden reflejar que lo que se está transmitiendo no es del todo sincero. Así como parpadear más rápido, tocarse la boca o la nariz e incluso destellos breves de disgusto o ira. Asimismo, aunque una persona intente controlar cada uno de estos gestos, mantener esa “actuación” por mucho tiempo es muy difícil por lo que estas señales del cuerpo suelen emerger sin querer.
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