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¿Qué fue de Ana Leza, la primera mujer de Antonio Banderas?
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su madre le ayuda con los hijos

¿Qué fue de Ana Leza, la primera mujer de Antonio Banderas?

La ex del malagueño rehizo su vida en el 2000 con el montador de cine Dharma Villarreal y tiene dos hijos. Actualmente vive de alquiler y pasa desapercibida

Foto: Antonio Banderas y Ana Leza en los Oscars en una imagen de archivo (Gtres)
Antonio Banderas y Ana Leza en los Oscars en una imagen de archivo (Gtres)

Ana Leza pertenece al particular ‘club de las primeras esposas’, esa estirpe de mujeres que por el precio del amor se tragó los sinsabores de dedicar gran parte de su tiempo y esfuerzo a apoyar e impulsar los éxitos de su marido. Ella ayudó a aupar a la fama a Antonio Banderas en detrimento de hacer sus sueños de actriz realidad. Su brillo fue fugaz, justo cuando lo bonito empezaba a sonreírle, nadie sabe ni cómo ni por qué, regresó al anonimato del que había salido. Y lo hizo con la misma discreción con la que llegó.

A la actriz le ha debido gustar tanto esta sensación de anonimato que ahí se ha quedado instalada en los últimos años. Como consecuencia del reciente divorcio de Antonio Banderas y Melannie Grifhit, su nombre ha vuelto a salir a la palestra. Muchos años sin saber nada de ella, ha estado ilocalizable incluso para viejos amigos.

¿Dónde está Ana Leza?

Algunos medios han hecho conjeturas con su desaparición. Pero la primera esposa de Antonio Banderas no está desaparecida. Vanitatis ha localizado a la actriz en su residencia en Madrid. Casi irreconocible, con muchos kilos de más, azotada por el paso del tiempo y la apatía. Atrás queda su menuda figura espigada que siempre cimbreaba al lado del actor malagueño. La ex de Banderas vive en una zona del centro histórico de la capital, en el Madrid de los Austrias, en una casa de alquiler.

Ana Leza rehizo su vida en el año 2000. El 26 de noviembre se casaba con el montador de cine Dharma Villarreal, en Santa Bárbara. De esta relación nacieron dos niños. Los pequeños salen habitualmente con su abuela, la actriz Concha Leza, a jugar frente al Palacio Real, por los jardines de la plaza de Oriente. Una de sus vecinas declara a Vanitatis que “Ana está irreconocible, nada tiene que ver con la mujer de las fotos que habíamos visto de ella. Cuando la peluquera me dijo que era ella no daba crédito. Aquí lleva una vida normal. La vemos saliendo por el portal con sus hijos, coge el autobús y entra y sale como una vecina más de la zona”.

Cuando en 1987 conoció a Antonio Banderas, el malagueño ya era uno de los más deseados entre las féminas y encima salía de la hornada de Almodóvar para entrar en Hollywood. Ella también se dedicaba a la interpretación, estaba con Nuria Espert. A los seis meses de conocerse se casó con él y aunque nunca dejó su carrera, en los siete años que duró su unión nunca ya fue lo mismo.

Ana Leza paseando por Madrid en 2001 (Gtres)Ana bregó con mucho brío esa primera etapa del actor. Los que la conocieron dicen que aguantó como nadie ese ritmo de trabajo, el empeño y la presión que suponía la etapa dura de Antonio vendiendo al hispano que “hacia el mejor papel de sí mismo” para sobrevivir en un ambiente deslumbrante a la vez que hostil. De esa etapa Ana nunca olvidará la noche del hotel Palace, donde Madonna se “encaprichó” del actor de moda. Ella lo entendía. Su chico había pasado de ser “el malaguita” de turno a deslizarse por los rodajes con ojos huérfanos en busca del mejor papel. Eran los tiempos de la movida madrileña y Antonio era ya uno más en ese reparto de postín. “No sólo le daba el apoyo emocional y personal de cualquier esposa”, explicó la propia Ana en una entrevista, “sino que trabajaba además como su representante, le seleccionaba la ropa y la comida, y le proporcionaba asistencia médica. Le ayudé a ensayar, a perder el acento y fui su ayudante personal”. Un esfuerzo que Antonio siempre ha reconocido: “Me ayudó a traducir el guión de Los reyes del mambo, a trabajarlo, me dio mucha confianza. Sin ella no hubiese conseguido el papel”.

Prólogos y epílogos de una historia

Pero un día, Ana Leza, cuando la vida empezaba a sonreírle a su admirado Antonio, cogió sus epístolas de amor y las fotos más emotivas y desapareció del mundanal ruido. La actriz soportó con gran discreción los asuntos de Antonio y él siempre la ha respetado. Cuando vinieron los tiempos de desamor sus declaraciones de entonces a los periodistas fueron inequívocas: “Preguntarle a Antonio sobre el asunto porque él es la estrella de la historia, y él es el que debe contestaros”. Poco después de lo ocurrido, se refugió en la espiritualidad de origen hindú que le ofrecía la Siddha Yoga Meditación, una organización mística. Y el viraje del éxito les desempató para siempre.

Antonio, contaminado por la fama, se entregó por entero a su trabajo; mientras que Ana comenzó a profundizar en la espiritualidad que le ofrecía el camino de la Yoga Siddha. Por aquel entonces, Antonio y Melanie se enamoraron a golpe de claqueta, mientras rodaban Two much. De Ana se divorciaba de manera efectiva en 1997. “Antes o después, con Melanie o sin Melanie, hubiera ocurrido”, decía Antonio mientras repartía los bienes en el divorcio. Así, Ana recibió la casa que tenían en Madrid con todo su contenido, más 570 millones de pesetas y una pensión de 2,4 millones al mes, que cobró hasta su boda en el año 2000, cuando se casó con el padre de sus hijos. Y desde entonces hasta ahora el trato entre ellos ha sido inexistente.

Y como reza en los boleros, a Melannie y Ana ahora les une la carencia de una gran pasión.

Ana Leza pertenece al particular ‘club de las primeras esposas’, esa estirpe de mujeres que por el precio del amor se tragó los sinsabores de dedicar gran parte de su tiempo y esfuerzo a apoyar e impulsar los éxitos de su marido. Ella ayudó a aupar a la fama a Antonio Banderas en detrimento de hacer sus sueños de actriz realidad. Su brillo fue fugaz, justo cuando lo bonito empezaba a sonreírle, nadie sabe ni cómo ni por qué, regresó al anonimato del que había salido. Y lo hizo con la misma discreción con la que llegó.

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