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Estefanía y Ducruet, la boda que sorprendió a Mónaco, 20 años después
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la princesa rebelde del principado

Estefanía y Ducruet, la boda que sorprendió a Mónaco, 20 años después

La princesa se casó con el que fuese su guardaespaldas y relación más conocida. Para la prensa, la relación con Ducruet fue un motivo de lujo para llenar páginas de las revistas de mediados de los 90

Foto: Daniel Ducruet, Estefanía y Rainiero el día de la boda (Gtres)
Daniel Ducruet, Estefanía y Rainiero el día de la boda (Gtres)

"He vivido varias vidas en una sola". La frase, dicha por Estefanía de Mónaco, encierra una gran verdad: su existencia vital ha sido intensa y contiene un rico anecdotario en el que caben varias bodas, tatuajes y hasta una fugaz carrera de cantante. Dentro de ese rosario de vivencias se encuentra su boda con Daniel Ducruet, el que fuese su guardaespaldas y relación más conocida. Para la prensa, la relación con Ducruet fue un motivo para llenar páginas de las revistas de mediados de los 90. El enlace tuvo lugar un 1 de julio de hace ahora veinte años.

En el ayuntamiento de Montecarlo se concentraban aquel día unas 40 personas. Ninguna de ellas tenía nada que temer acerca de su privacidad o de la propia boda: en el recinto no había una sóla cámara, ningún fotógrafo había podido acceder y los cámaras brillaban por su ausencia. Mónaco seguía su vida sin prestar demasiada atención a la boda civil de la princesa con su exguardaespaldas.

Por la noche, los invitados aumentaron a 300 y fue entonces cuando se celebró una cena de gala con cierto protocolo que podría ser lo más parecido a una boda real que vivió Estefanía. La razón era obvia: la relación entre la princesa y el guardaespaldas había sido lo suficientemente escandalosa y poco convencional como para que Rainiero, padre de la novia, permitiese un enlace común y corriente. Ya le había costado aceptar el casamiento como para encima otorgarle protagonismo. La relación de su hija con su jefe de seguridad le había dado demasiados quebraderos de cabeza.

Un embarazo sorpresa, dos hijos y una miss en la piscina

Fue en abril de 1990 cuando saltó la noticia a los medios: Estefanía de Mónaco estaba embarazada de su guardaespaldas, Daniel Ducruet. La buena nueva no pilló a nadie por sorpresa, ya que unas fotos de ambos en Portugal habían destapado la relación, que llegaba en unos momentos algo complicados en la vida de la joven: su padre le había exigido que abandonase la música y su carrera como cantante y, ante la incipiente relación con Ducruet, le había quitado una designación mensual que ascendía a unos 24.000 euros de hoy en día.

Ese era el castigo por salirse del tiesto, por hacer algo que no 'debía' hacer una joven de su posición. Ante la falta de dinero, ella respondió vendiendo la exclusiva de su embarazo. Su padre y su hermana Carolina la volvieron a castigar apartándola definitivamente de los actos. Ella, que nunca soñó con los peajes de ser una 'royal' o de pertenecer al Principado, se burló de la medida y continuó felizmente su relación. Con Ducruet tuvo dos hijos: Louis en 1992 y Pauline en 1994. Fue a raíz del nacimiento de la segunda cuando Rainiero permitió la boda entre ambos. Mientras muchos miraban por encima del hombro al guardaespaldas, ella confesaba que él había sido el "único hombre" que le había dado "calma, seguridad, madurez y amor".

El tiempo daría y quitaría la razón a Estefanía. Unas fotografías que se publicaron en el 96 con Ducruet haciendo el amor a Fili Houteman, una cabaretera que había sido miss desataron la polémica y dejaron al marido de la princesa en muy mal lugar. Estefanía quiso perdonarle pero, según testigos, él le dio una bofetada durante una de sus discusiones que los alejó definitivamente. Aquella fue la gota que colmó el vaso, la que hizo que la rebelde princesa tuviese que agachar las orejas ante su padre y su hermana y darles, en parte, la razón. Quizá ellos estaban en lo cierto cuando la previnieron contra el guardaespaldas.

Años después, en una de las primeras muestras de descaro a la hora de rentabilizar la vida privada, Ducruet escribió un libro llamado Carta a Estefanía en el que le pedía perdón y confesaba que había sido la mujer de su vida. Sobra decir que no sirvió absolutamente de nada. La boda fue el detonante de un alejamiento y quizá un mal paso que invalidó, parcialmente, una rebeldía, la de la princesa, de la que han sido admiradores todos aquellos que ven a los 'royal' como una casta pasada de moda e incomprensible en pleno siglo XXI; una rebeldía que quizá ha sido taimada para siempre.

"He vivido varias vidas en una sola". La frase, dicha por Estefanía de Mónaco, encierra una gran verdad: su existencia vital ha sido intensa y contiene un rico anecdotario en el que caben varias bodas, tatuajes y hasta una fugaz carrera de cantante. Dentro de ese rosario de vivencias se encuentra su boda con Daniel Ducruet, el que fuese su guardaespaldas y relación más conocida. Para la prensa, la relación con Ducruet fue un motivo para llenar páginas de las revistas de mediados de los 90. El enlace tuvo lugar un 1 de julio de hace ahora veinte años.

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