Aquel estado de alarma que se convirtió en el principio del fin del rey Constantino
Su destitución no le llegó desde las fuerzas contrarias a la monarquía, sino que su principal ‘valedor’ se convirtió al republicanismo y tomó posesión como primer presidente de la III República helénica
La familia real griega sigue muy de cerca el estado de salud del rey Constantino. En febrero pasado, cuando acudió al acto de presentación de los ‘Diarios de la reina Federica’, en Atenas, compareció públicamente con un ánimo excelente. Aunque físicamente muy limitado. Y como es sabido que su estado de salud es delicado, la ausencia de noticias durante los meses de marzo y abril —meses de confinamiento en toda Europa— provocó que se dispararan los rumores en algunos círculos.
Falsa alarma, claro está. Constantino II se asomó a la tradicional reunión familiar de primeros de mayo —este año digital, gracias a las nuevas tecnologías— y disipó todas las dudas. Sigue muy delicado, pero no ha empeorado.
Reunión familiar, ¿en la boda de Teodora?
El rey Constantino y su esposa Ana María han permanecido recluidos en su domicilio, en Porto Heli, donde residen desde hace siete años. Es una ciudad eminentemente turística del Peloponeso, bañada por el mismo mar Egeo, que une irónicamente las costas de Grecia y Turquía. Este martes va a recibir numerosas felicitaciones. Cumplir 80 años es siempre un argumento excelente para una celebración especial. Aunque las limitaciones que ha impuesto la crisis sanitaria mundial por el covid-19 han desbaratado cualquier plan de viaje. No habrá cumbre familiar. Quizás, en la boda de su hija Teodora con Matthew Kumar, para la que tampoco hay fecha.
El estado de alarma contra el coronavirus ha sido generalizado. Ha anulado todas las citas, prácticamente. Este año, por ejemplo, ni Constantino ni su familia pudieron visitar Tatoi en abril para honrar a sus padres, los reyes Pablo y Federica, así como a sus antepasados. Una cita, por cierto, a la que acude con frecuencia la reina Sofía.
Constantino sabe qué es el estado de alarma
¿Estado de alarma? Bien sabe el rey Constantino lo que es y lo que significa el estado de alarma. Si las personas que se han acercado a la historia reciente de Grecia conocen bien su significado, cuánto más alguien que ha sido rey, hijo de rey, nieto de rey y bisnieto del fundador de la dinastía griega. Cuando el jovencísimo príncipe Guillermo (segundo hijo de Cristián IX de Dinamarca) culminó abruptamente sus cincuenta años de reinado como Jorge I de Grecia (1863-1913), al ser asesinado en Tesalónica, parece como si se hubiera instalado en Grecia la maldición de la inestabilidad política e institucional.
Algunos datos ayudarán, probablemente, a medir el alcance de aquella permanente inestabilidad.
La inestabilidad institucional de Grecia
Desde la trágica muerte de Jorge I, que dio paso al reinado de Constantino I en 1913, hasta la precipitada salida de su nieto, Constantino II, 1967, transcurrieron 54 años. En este periodo de tiempo, el trono cambió de titular en ocho ocasiones con seis reyes diferentes. Durante once años estuvo vigente la II República, en la que se sucedieron tres presidentes -uno de ellos, en dos mandatos distintos-. Es decir, hubo nueve jefes de Estado en total, que ejercieron durante doce periodos distintos en poco más de medio siglo. Aunque más volátil fue el cargo de primer ministro, que cambio de titular en 85 ocasiones.
Cuatro de los seis reyes de Grecia que ejercieron entre 1913 y 1967 vivieron el exilio en distintos momentos. En total, 19 años de exilios, lo que equivale al 35% de este periodo. Por ejemplo, Jorge II -primogénito de Constantino I y tío carnal de la reina Sofía y de sus hermanos Constantino e Irene- accedió al trono en tres ocasiones: la primera, tras la abdicación de su padre, Constantino I, en 1922; las otras dos, después de sendos exilios y previo plebiscito, en 1935 y 1941.
El estado de alarma de 1964
Bien sabe el rey Constantino, por lo tanto, qué supone el estado de alarma y la extrema inestabilidad de la política griega. En estado de alarma se encontraba el país cuando él accedió al trono, en marzo de 1964, a tres meses de cumplir los 24 años. Ocupaba el cargo de primer ministro desde el año anterior el experimentado Georgios Papandreu, de 75 años de edad y poco amigo de la monarquía.
El joven rey mantuvo el pulso con el primer ministro, como su padre lo había mantenido con los ‘menos amigos’ de la monarquía durante sus 17 años de reinado. Aunque la tensión en aquellos años venía del exterior. Fue un nuevo brote de la complejísima y prolongada crisis de Chipre lo que volvió a situar a Grecia a un paso de la confrontación bélica contra Turquía.
Tensión con Turquía y tensión en la calle
El pulso entre el joven rey y el primer ministro se prolongó, como el estado de alarma. En 1965, Papandreu echó el órdago definitivo al monarca y lo perdió. Presentó su dimisión y, contra todo pronóstico, Constantino II no solo la aceptó, sino que evitó convocar nuevas elecciones. En medio de la tensión con Turquía, también se disparó la tensión en la calle. Se sucedían diariamente numerosas protestas de prácticamente todos los colectivos sociales. Ninguno de los primeros ministros, que nombraba el rey, logró el respaldo suficiente de la Cámara. Hubo cinco entre julio de 1965 y abril de 1967.
Tras evitar la guerra con Turquía, gracias a la mediación de EEUU, Constantino II convocó elecciones para el 27 de mayo de 1967. Papandreu aparecía como el candidato con más posibilidades de alzarse con la victoria. Tanto el Ejército como otros centros de poder, en un país que dependía directamente de EEUU, temieron que esa victoria aupara a las fuerzas comunistas al Gobierno. En aquellos momentos, esa posibilidad representaba el fracaso de tantos años de lucha —y de lucha armada— contra el comunismo y la expansión del régimen soviético.
Los militares toman el poder
Aquel prolongado ‘estado de alarma’, que justificó el aplazamiento de las elecciones generales, derivó finalmente en el levantamiento del ejército y el llamado ‘golpe de los coroneles’, con el que aparentemente coqueteó el joven monarca. Fue, en efecto, el principio del fin del joven rey Constantino II. Es verdad que tuvo que salir precipitadamente del país en diciembre de 1967, tras el fracaso de su ‘contragolpe’. Pero no dejó de ser el rey de Grecia.
Su destitución no le llegó desde las fuerzas políticas contrarias a la monarquía. Fue víctima del ‘fuego amigo’. Después de siete años de exilio, cuando en 1974 Grecia recuperó la legalidad constitucional de la monarquía democrática, su ‘valedor’ gira 180 grados y se convierte en un entusiasta republicano. Y claro está, también en el primer presidente de la III República.
Su ‘valedor’ era Constantino Karamanlís, otrora gran amigo de la familia, muy bien promocionado por el rey Pablo I, aunque finalmente abandonó Grecia muy enfadado con la familia real y particularmente con la reina Federica. Pero luego, desde su exilio de París, Karamanlís había defendido con entusiasmo la retirada de los militares y la restauración del orden legal, con el rey Constantino en la jefatura del Estado.
“Karamanlís engañó al rey Constantino"
Con esas premisas regresó a Grecia en 1974 y con esos argumentos obtuvo una gran victoria electoral. Pero, aparentemente, quiso asegurar el apoyo popular al Rey antes de su regreso, convocó un referéndum que teóricamente abriría las puertas a su regreso triunfal. Aunque finalmente propició el voto a favor de la república. Y ganó.
La reina Sofía se ha referido a este capítulo de la historia en más de una ocasión. Y no ha ahorrado calificativos: “Karamanlís engañó al rey Constantino. Traicionó su confianza. Se presentó en Grecia como el salvador de la legalidad. Usurpó para él el papel que correspondía al rey. Se pasó del monarquismo al republicanismo. Dio instrucciones bajo cuerda a todos sus colaboradores, y a los ministros de su gobierno, para que votasen a favor de la república (…) No jugó limpio. No dejó margen de tiempo para que los monárquicos se organizaran. Él quería ser como De Gaulle, presidente de una república. Y no paró hasta conseguirlo”.
¿Sin expectativas?
Hoy, 46 años después, es evidente que el rey Constantino no volverá a ocupar el trono. Ha recuperado muchas cosas, en efecto. Desde algunas posesiones, como el palacete de Tatoi, hasta el propio estatus de la familia real, pasando por la millonaria indemnización que ha obtenido del Estado por decisión de los altos tribunales.
Sus hijos también han descartado la posibilidad de que Grecia vuelva a ser una monarquía a corto plazo. Tres de ellos residen en Nueva York: Pablo, el diádocos, que acaba de cumplir los 53 años; Teodora, la actriz, que cumple los 37 años el próximo día 20; y Felipe, de 34 años, que se ha convertido ya en un profesional. Alexia, la mayor -casi 55 años-, reside en Lanzarote; y Nicolás, que cumple en octubre los 51, es el único que reside en Grecia, concretamente en Atenas.
En todo caso, tanto el rey Constantino como su esposa y sus hijos, que conocen con detalle el devenir histórico de la dinastía griega, saben muy bien que el ‘calor mediterráneo’ puede dar un vuelco a cualquier previsión lógica en tres minutos. La llama de la esperanza sigue viva.
Fermín J. Urbiola
Periodista y escritor
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La familia real griega sigue muy de cerca el estado de salud del rey Constantino. En febrero pasado, cuando acudió al acto de presentación de los ‘Diarios de la reina Federica’, en Atenas, compareció públicamente con un ánimo excelente. Aunque físicamente muy limitado. Y como es sabido que su estado de salud es delicado, la ausencia de noticias durante los meses de marzo y abril —meses de confinamiento en toda Europa— provocó que se dispararan los rumores en algunos círculos.