10 años de la declaración de la infanta Cristina: de sus 550 'no lo sé' a la pizza con el enemigo
La hermana de Felipe VI se tuvo que sentar en el banquillo de los acusados en un gesto sin precedentes en la reciente historia del país. Se mostró desamparada sin su familia
Fueron hasta 550 veces las que la infanta Cristina contestó “no lo sé”, “no lo recuerdo”, “lo desconozco”. Tal fue su insistencia en desvincularse de la gestión económica de su entonces marido, Iñaki Urdangarin, que su declaración ante el juez Castro se convirtió en historia.
Se llama ‘hacerse un infanta Cristina’ y se ha aplicado después a declaraciones de otras mujeres que han dicho no saber nada de lo que sucedía en la economía familiar para no verse implicadas en un caso de corrupción. Hace ya 10 años de la declaración de la Infanta como imputada en el caso Nóos. Fue el primer miembro de la Casa Real española en declarar ante un juez y fue José Castro como instructor del caso quien se atrevió a imputarla.
Diez años, decíamos, tiempo en el que todo ha cambiado de tal modo que nadie en aquel momento podría haberlo imaginado. Hay algo, sin embargo, que permanece: la soledad de la infanta Cristina. Aunque en aquellos días su soledad era distinta a la de ahora, su situación quedó en evidencia durante el juicio. Dos hermanos de Iñaki Urdangarin, Mikel y Clara, viajaron hasta Palma de Mallorca para estar con su "Txiqui", mientras que doña Cristina no tuvo a nadie de su familia a su lado.
Insólito acercamiento
Manuel González Peeters, abogado entonces de Diego Torres, socio de Urdangarin en el Instituto Nóos, recuerda a este medio que la soledad de la Infanta llegó a tal punto que terminó por pedir ayuda a quien se había convertido en su enemigo público, a quien los medios bautizaron como 'la bestia negra' de la Casa Real.
Diego Torres e Iñaki Urdangarin se habían enfrentado en los medios y su relación se había convertido en un tormento para la Corona. El abogado Peeters introdujo en el sumario numerosos mails privados del entonces duque de Palma que hicieron saltar por los aires su defensa. Quién no recuerda aquello de “el duque Empalmado”.
La justificación de Torres y su defensa era que habían pedido la imputación de Ana Tejeiro, su esposa, mientras que parecía que la imputación de la infanta Cristina nunca iba a llegar. Esa crisis llevó a una guerra a ambas partes, cuya intensidad bajó los días en los que la Infanta declaró. Porque se sentía sola, pese a tener el apoyo y la confianza de su abogado, Pau Molins.
Petición de ayuda
En el acercamiento que hubo entre la Infanta, Urdangarin y Torres en las semanas en las que ella declaró, celebraron incluso una cena conjunta. Se fueron una noche a una pizzería, donde los duques de Palma compartieron comida y confidencias con González Peeters y Diego Torres. Pactaron el lugar para que nadie les viera y, en esa especial clandestinidad, la hermana del Rey les mostró su preocupación por su imputación y por el futuro de su marido. “Al final acabamos siendo amigos”, dice Peeters con la ironía que le caracteriza. Cristina de Borbón les expuso su confianza plena en Molins, y también les expresó su necesidad de contar con su opinión, algo desesperada y desamparada.
Mala relación
Ese desamparo dentro de su familia fue cobrando fuerza con el tiempo: la Infanta pasó a un segundo plano, dejó de asistir primero a actos oficiales y después a reuniones familiares. Justo después de su declaración, la familia real al completo -la de entonces- se encontró en Grecia para conmemorar el 50º aniversario de la muerte del rey Pablo, padre de la reina Sofía. Fue el 6 de marzo de 2014 en el palacio de Tatoi, lugar simbólico para los Grecia, y la asistencia de doña Cristina nunca se puso en duda.
Todo cambiaría al poco tiempo y aquel famoso ‘cordón sanitario’ impuesto hacia ella y su familia se convertiría en una separación férrea. Distantes en los gestos y alejados en lo físico, don Felipe y doña Letizia -Príncipes de Asturias aquellos días- casi no hablaron con sus hermanas, especialmente con la infanta Cristina. No había fotos de ellos juntos desde el año anterior, cuando en junio de 2013 se celebró una misa en honor de don Juan, padre del rey Juan Carlos.
Tampoco en Zarzuela
Las imágenes mostraron cómo las cuñadas permanecieron alejadas la una de la otra en todo momento y no cruzaron palabra alguna. Si no es estrictamente necesario, doña Letizia prefiere poner tierra de por medio y no permanecer más de lo necesario junto a la duquesa de Palma, cuya imputación en el caso Nóos puso en peligro a la Corona.
La distancia entre cuñadas quedó en evidencia tras la declaración judicial de doña Cristina. Fueron más de seis horas de preguntas y respuestas en Palma de Mallorca, desde donde la Infanta viajó a Madrid. Ya en el palacio de la Zarzuela, doña Cristina cenó con sus padres, los reyes Juan Carlos y Sofía, y con su hermano, el ahora rey Felipe VI. Las relaciones entre los entonces Príncipes y sus cuñadas se deterioraron hasta tal punto que el tiempo no hizo más que profundizar en esa herida. Una herida de muerte para la relación.
Fueron hasta 550 veces las que la infanta Cristina contestó “no lo sé”, “no lo recuerdo”, “lo desconozco”. Tal fue su insistencia en desvincularse de la gestión económica de su entonces marido, Iñaki Urdangarin, que su declaración ante el juez Castro se convirtió en historia.