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Romy Schneider, la diva desgraciada, llega al cine a través de una polémica película
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se estrena 'tres días en quiberon'

Romy Schneider, la diva desgraciada, llega al cine a través de una polémica película

Atef confirma a Schneider como el cliché de la diva frágil, casi del Romanticismo; una Ana Karenina del siglo XX que sufrió por amor y vivió los tormentos de la prematura muerte de su hijo

Foto: En el rodaje de 'Les Innocents aux mains sales'.
En el rodaje de 'Les Innocents aux mains sales'.

Principios de los 80 en un pueblo pesquero de la Bretaña francesa. El fotógrafo Robert Lebeck y el periodista Michael Jürgs están muy nerviosos. En apenas unos minutos van a hacerle una entrevista a Romy Schneider. La inolvidable Sissi se encuentra allí casi de incógnito, recuperándose del cansancio de sus rodajes y de su mala vida a través de la talasoterapia.

En ese momento, nadie sospecha que esa entrevista va a ser la base sobre la que nacerá, casi cuatro décadas más tarde, 'Tres días en Quiberon', la película de Emily Atef que llega a los cines este 18 de junio; la cinta que ha espantado a los hijos de la mítica actriz ante un retrato que consideran indigno de la memoria de su madre.

Atef confirma a Schneider como el cliché de la diva frágil, casi del Romanticismo; una Ana Karenina del siglo XX que sufrió por amor, vivió los tormentos de la prematura muerte de su hijo y, según cuenta la cinta, ahogó sus penas en el alcohol.

placeholder En el rodaje de 'La piscina'.
En el rodaje de 'La piscina'.

“Mi madre nunca ha sido alcohólica, todos los directores y actores que han trabajado con ella pueden confirmarlo”, afirma Sarah Biasini, hija del mito. ¿Típicas declaraciones de los familiares de un icono que tratan de estandarizarlo? ¿Frases de una hija que no se reconcilia con el pasado de su madre? Lo cierto es que no es la primera vez que se presenta a Romy Schneider como una diva atormentada. Empezando (o terminando) por su propio final el 29 de mayo de 1982, cuando encontraron su cuerpo inerte en un apartamento de París. Los restos de medicamentos y barbitúricos en su vivienda parecieron probar la hipótesis del suicidio, por más que una amiga asegurase lo contrario. Contaba esta misma mujer que aquella noche había rechazado un tranquilizante que ella le ofreció.

Razones de su amargura

¿Cuáles eran las razones de tanta amargura? La principal tuvo que ver con la muerte de su hijo David cuando solo tenía 14 años. Cuando el pequeño trepaba las verjas de su casa, perdió el equilibrio y se quedó atravesado entre hierros. La tragedia hizo que la actriz, que ya contaba varios fracasos a sus espaldas, encontrase en la botella a su mejor amiga.

placeholder La actriz en una foto de 'La panadera y el emperador'. (Getty)
La actriz en una foto de 'La panadera y el emperador'. (Getty)

Cuando años antes, en 1955, empezó su andadura profesional de la mano de su madre, la también intérprete Magda Schneider, nadie podía sospechar que el destino se cebaría con ella. Mamá e hija aparecían como tal en películas como 'Sissi' o 'Sissi emperatriz', exitazos del cine transalpino que sobrepasaron fronteras e hicieron que las niñas de entonces soñasen con los cuentos de hadas. La vida de Isabel de Baviera, en la que estaban basados los filmes, tampoco había sido un jardín floreado, al igual que la de la propia Romy.

placeholder Fotograma de 'La piscina'. (Getty)
Fotograma de 'La piscina'. (Getty)

En 1958 conoció al hombre que marcó su vida, Alain Delon. Si por separado ya eran guapos hasta decir basta, juntos eran como Apolo y Venus desfilando sobre una pasarela. Los dos iniciaron un romance que duró cinco años y dio para varias películas (la espléndida 'La piscina', por ejemplo). “Me entrego y amo con todo mi corazón”, comentó ella a los periodistas por aquellos años. Delon, un conquistador nato con varios episodios bisexuales, la había cortejado con un ramo de rosas. También fueron flores (junto a la correspondiente nota de despedida) las que le dejó cuando se separó de ella. Se cerraba el círculo pero también se iniciaba la parte más desgraciada de la vida de la actriz.

placeholder En el rodaje de 'Fantasma d'amore'. (Getty)
En el rodaje de 'Fantasma d'amore'. (Getty)

En 1966 se casó con Harry Meyen. No tardaría en cansarse de él. En 1975 le pidió el divorcio y él lo llevó tan mal que acabó suicidándose. Su segundo matrimonio con Daniel Biasini tampoco fue precisamente bien. Él era un seductor franco-italiano que, de cara a la galería, trabajaba como secretario personal. Para los más allegados, solo era un aprovechado a quien la actriz costeaba lujos de todo tipo. Tras casarse con él en 1975, Romy sufrió un aborto. Como si el destino quisiera compensarla, tuvo una hija poco tiempo después, pero el suicidio de su primer marido, del que siempre se sintió culpable, la tumbó para siempre. La muerte de su hijo fue definitiva: depresiones, desequilibrios y alcoholismos varios fueron minando su salud. "En la vida no puedo nada, pero sí todo en la pantalla", dijo una vez. Musa de Visconti, Welles o Joseph Losey, su estatus de estrella europea (Hollywood la tentó, pero ella se resistió a sus encantos) le garantizó la inmortalidad. Sin embargo, han sido sus desgracias las que la han convertido en metáfora de eso tan inherente a algunas estrellas del cine: la belleza del dolor.

Principios de los 80 en un pueblo pesquero de la Bretaña francesa. El fotógrafo Robert Lebeck y el periodista Michael Jürgs están muy nerviosos. En apenas unos minutos van a hacerle una entrevista a Romy Schneider. La inolvidable Sissi se encuentra allí casi de incógnito, recuperándose del cansancio de sus rodajes y de su mala vida a través de la talasoterapia.

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