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Jack Lemmon, el hijo (pianista) de un empresario de bollería que vivió 'con faldas y a lo loco'
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20 AÑOS DE LA MUERTE DEL ACTOR

Jack Lemmon, el hijo (pianista) de un empresario de bollería que vivió 'con faldas y a lo loco'

Hace dos décadas que murió el actor predilecto de Billy Wilder. Casado en dos ocasiones, comenzó trabajando de pianista y se convirtió en una de las leyendas de Hollywood gracias (y a pesar de) su sencillez

Foto: Jack Lemmon, en 'Días de vino y rosas'. (CP)
Jack Lemmon, en 'Días de vino y rosas'. (CP)

La cara de Jack Lemmon al escuchar aquello de ‘Nadie es perfecto’ de boca de Joe E. Brown al final de ‘Con faldas y a lo loco’ es patrimonio de la humanidad. También la mueca cuando su C.C. Baxter miraba, con nostalgia, el spaguetti enganchado en la raqueta de ‘El apartamento’. Un instante melancólico de su personaje, que rememora el plato que le cocinó a la señorita Kubelick encarnada por Shirley MacLaine. Querido por todos, elogiado por su carácter afable y nada propenso al culto del ego, fue el actor predilecto de Billy Wilder y la representación del americano medio. La representación humana de la rutina y la normalidad.

John Uhler Lemmon III nació en un ascensor. O, al menos, eso cuenta la leyenda sobre su vida esparcida por Hollywood. Hijo del dueño de una empresa de bollería, fue uno de esos jóvenes que se fueron a estudiar a Harvard y que, de repente, se quedaron hipnotizados por el teatro de la universidad. El joven Jack, como todos le llamaban, también era un gran aficionado al piano y, de hecho, sus primeros trabajos fueron como pianista. “Solía tocar en el Old Knick Music Hall, en la Segunda Avenida de Nueva York, allá por los años 40 cuando empecé. Algunas semanas, no nos pagaban, porque no había suficientes personas allí para darnos nada. A veces, tal vez recibías cinco dólares. Dividíamos lo que quedaba el sábado por la noche. Pero obtuvimos un trozo de pollo y patatas fritas todas las noches", dijo en una entrevista.

placeholder Jack Lemmon, en 'Irma la Dulce'. (CP)
Jack Lemmon, en 'Irma la Dulce'. (CP)

Tras pasar por el ejército, Lemmon se decantó por la interpretación, aunque jamás llegó a abandonar el piano del todo. Según su hijo Chris, siguió tocando el instrumento todos los días de su vida. En 1950, el ya joven actor se enamoró. La joven que ocupó su corazón fue Cynthia Stone, otra actriz con la que compartió platós en series como ‘That Wonderful Guy’ emitidas en una primigenia televisión. Ese matrimonio solo sobrevivió seis años. Parte del problema estaba en las cada vez más numerosas obligaciones laborales de Jack, que firmó un contrato con Columbia en 1954 y empezó a ser un actor cómico conocido por su intervención en ‘Una rubia fenómeno’ (1954) o ‘Me casé con una bruja’ (1958). En el 54 también ganó un Oscar como mejor secundario por ‘Escala en Hawai’.

Entonces ya estaba claro que Lemmon era una estrella atípica: no era ningún adonis ni el típico guapo de revista. Además, pasaba de dulcificar su imagen o vender un ideal glamuroso que en realidad no existía. Ese aura de hombre mundano que se puede meter en líos fue lo que llamó la atención de Billy Wilder, que quiso contar con él en ‘Con faldas y a lo loco’, uno de sus títulos más emblemáticos. Como el resto del equipo de aquella obra maestra, sufrió los retrasos y las demencias de Marilyn Monroe durante el rodaje. A cambio, ese título lo estableció definitivamente como un nombre imprescindible en Hollywood.

placeholder Junto a Wilder en 'El apartamento'. (CP)
Junto a Wilder en 'El apartamento'. (CP)

Su matrimonio profesional con el cínico Wilder daría lugar a grandes joyas: de ‘El apartamento’ (1960), donde encarna el tragicómico día a día de un mísero empleado de oficina, a ‘En bandeja de plata’ (1966) o ‘Primera plana’ (1974), donde su ‘timing’ cómico es para aplaudir. El director vienés supo describir mejor que nadie la admiración que todo el mundo sentía por Lemmon: “Cuando cualquier actor entra en una habitación, no tienes nada, y cuando el que entra es Jack, inmediatamente tienes una situación: es casi inexplicable lo que es capaz de provocar él solo, con su veloz verborrea y sus rápidos movimientos”.

placeholder Fotograma de la pelicula 'Con faldas y a lo loco'. (CP)
Fotograma de la pelicula 'Con faldas y a lo loco'. (CP)

Asociado a la comedia, Jack también corrió riesgos profesionales. Y en el drama era igual de bueno. Ahí está, por ejemplo, su amargo alcohólico de ‘Días de vino y rosas’ (1962), la cinta que más lúcidamente ha tratado las adicciones, sean del tipo que sean. Los recovecos de ese personaje los sacó de su propia experiencia vital: tras su primer divorcio, la botella se convirtió en su más fiel y traidora amiga.

Si Wilder adoraba al bueno de Jack, lo mismo se puede decir de Richard Quine, que también lo dirigió en varias ocasiones. O de Walter Matthau, con el que formó una ‘extraña pareja’ que dio momentos de gloria a la comedia norteamericana.

placeholder Lemmon con Felicia Fahrr, su segunda esposa. (CP)
Lemmon con Felicia Fahrr, su segunda esposa. (CP)

En 1962, se casó con otra guapa actriz con la que convivió el resto de su vida. Se llamaba Felicia Farr y fue dirigida por él en ‘Kotch’ (1971), uno de sus intentos de demostrar que también podía ser hábil detrás de las cámaras. En la década de los 90, tras un sinfín de películas, Lemmon ya era una especie de institución pero también ese amigo que querrías tener, del que nadie habla mal y al que todo el mundo quiere. La razón de ese éxito va más allá de la mitología del viejo Hollywood o de los peliculones en los que estuvo: Jack Lemmon era la encarnación del hombre corriente, el perdedor tragicómico que todos somos en muchos de los días de nuestra vida. Y por eso lo querremos siempre.

La cara de Jack Lemmon al escuchar aquello de ‘Nadie es perfecto’ de boca de Joe E. Brown al final de ‘Con faldas y a lo loco’ es patrimonio de la humanidad. También la mueca cuando su C.C. Baxter miraba, con nostalgia, el spaguetti enganchado en la raqueta de ‘El apartamento’. Un instante melancólico de su personaje, que rememora el plato que le cocinó a la señorita Kubelick encarnada por Shirley MacLaine. Querido por todos, elogiado por su carácter afable y nada propenso al culto del ego, fue el actor predilecto de Billy Wilder y la representación del americano medio. La representación humana de la rutina y la normalidad.

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