Bodas en la Casa Blanca: una sorprendente tradición en la historia de EEUU
El anuncio de que la nieta de Joe Biden celebrará su enlace en el emblemático edificio ha levantado ampollas. Echamos un vistazo a las 18 bodas (sí, 18) que se celebraron allí antes
Muchos levantaron la ceja (como mínimo) al darse a conocer que la recepción de la boda de Naomi Biden, la nieta del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, tendrá lugar en la Casa Blanca el próximo 19 de noviembre. ¿Es eso legal? ¿Correrá a cargo del contribuyente? ¿Acaso no supone el uso privado de un espacio público? ¿Cómo hubiese reaccionado la prensa si hubiese sido una celebración de Ivanka Trump? Y un sinfín de preguntas que surgen, con más o menos lógica, especialmente en tiempos de polarización política.
Incluso se comentó que Naomi Biden, hija del polémico Hunter Biden, ha hecho este anuncio de manera muy oportuna, cuando su padre es noticia estos días por sus supuestos negocios ocultos con Ucrania. Pero empecemos por los datos que tenemos hasta el momento.
Peter and I are endlessly grateful to my Nana and Pop for the opportunity to celebrate our wedding at the White House. We can’t wait to make our commitment to one another official and for what lies ahead.
— Naomi Biden (@NaomiBiden) April 4, 2022
Naomi Biden, de 28 años, se comprometió con Peter Neal, de su misma edad, el pasado septiembre, cerca de la casa de la infancia de este en Wyoming. Ella es abogada en Washington y casi una influencer, con 175.000 seguidores. Él ultima sus estudios en Derecho mientras ya tiene empresas y cuenta con un perfil en las redes sociales más modesto, con unos 4.800 seguidores. Pero ambos están ahora en el punto de mira gracias a la que sería la primera 'primera nieta' que usa las instalaciones presidenciales para el boato. Es la mayor de los siete nietos del presidente y, de momento, la única con planes de pasar por el altar (de las tres nietas mayores de edad).
Fue el secretario de prensa de la primera dama, Michael LaRosa, el que tuvo que aclarar la cuestión. “Al igual que otros eventos privados organizados por la primera familia y siguiendo las tradiciones de anteriores celebraciones nupciales en la Casa Blanca por parte de otras administraciones, la familia Biden pagará todas las actividades relacionadas con la boda que ocurran en la Casa Blanca”, dijo LaRosa en rueda de prensa, lo cual tuvo tres reacciones distintas.
Primero, dejó bien claro que los fastos no correrían a cuenta del presupuesto oficial. Segundo, creó un poco de confusión porque, si es así, ¿por qué era él, trabajador público, el encargado de dar los detalles de la celebración? Y, tercero, nos obligó a muchos a hacer recuento de cuántas bodas han tenido lugar en el hogar presidencial, así como a imaginar equivalentes en el Palacio de La Moncloa de Madrid (¡con el lío que se armó cuando Pedro Sánchez fue a la boda de su cuñado pudiendo haberla hecho en casa!), en la Casa Rosada de Buenos Aires, en el Elíseo de París (donde sí sabemos que se casaron Carla Bruni y Nicolas Sarkozy) o incluso, ya puestos, en el Kremlin de Moscú.
Echando un vistazo a las 18 bodas (sí, 18) que se han celebrado total o parcialmente en la Casa Blanca, lo cierto es que recientemente han sido más los republicanos que los demócratas quienes han hecho uso de este privilegio presidencial. Eso explica, en parte, por qué las reacciones han sido tibias ante el anuncio, más allá de comentar el tono siempre tirando a cursi de las comunicaciones más emocionales en el entorno de los Biden. “Estamos eternamente agradecidos a mi yaya y a mi yayo (Nana and Pop en inglés) por la oportunidad de celebrar nuestra boda en la Casa Blanca”, escribió en sus redes la “nietísima”.
El evento nupcial más reciente nos remonta a George W. Bush y sus hijas gemelas, pues fue Jenna Bush en junio de 2008 la última en usar la Casa Blanca para la recepción, aunque la ceremonia tuvo lugar en el rancho de sus padres, en Texas.
Los Bush retomaron una tradición que había quedado casi extinta, pues el precedente inmediato había sucedido en 1971, cuando Tricia Nixon y Edward Cox celebraron el combo completo (boda y recepción) en el famoso Rose Garden de la residencia presidencial.
Para encontrar una boda demócrata en la Casa Blanca (si no contamos la de Anthony Rodham, el hermano de Hillary Clinton, en el Rose Garden en 1994), hay que retrotraerse hasta los años 60, cuando el presidente Lyndon Johnson no casó a una sino a dos hijas en este “marco incomparable”, como diría el tópico. Luci Baines Johnson invitó nada menos que a 700 personas en agosto de 1966 y un año después, en diciembre de 1967, su hermana Lynda Johnson se casó más discretamente en el East Room con Charles Robb.
Theodore Roosevelt y Woodrow Wilson completan la lista de presidentes estadounidenses que tuvieron celebraciones nupciales en la Casa Blanca, pero el único caso de verdadera boda presidencial (del presidente con la primera dama) fue la de Grover Cleveland con Frances Folson, en la Habitación Azul, celebrada en junio de 1886. Él tenía 49 años y ella 21, y solo hubo 28 invitados, entre ellos la hermana del presidente, Rose Cleveland, que había hecho hasta entonces las veces de primera dama.
Pero quizá lo más curioso de todo es que no solo miembros de la familia presidencial han tenido este honor, sino que, de manera muy ocasional, algunos empleados ilustres de la Casa Blanca han dado el sí quiero en su lugar de trabajo. Así, en 2013, el fotógrafo oficial de la Casa Blanca en la era de Obama, Pete Souza, se casó con Patti Lease en el Rose Garden y en 1942, el administrador y consejero de Frankin D. Roosevelt, Harry Hopkins, se casó con Louise Gill Macy en el famoso Despacho Oval.
Muchos levantaron la ceja (como mínimo) al darse a conocer que la recepción de la boda de Naomi Biden, la nieta del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, tendrá lugar en la Casa Blanca el próximo 19 de noviembre. ¿Es eso legal? ¿Correrá a cargo del contribuyente? ¿Acaso no supone el uso privado de un espacio público? ¿Cómo hubiese reaccionado la prensa si hubiese sido una celebración de Ivanka Trump? Y un sinfín de preguntas que surgen, con más o menos lógica, especialmente en tiempos de polarización política.