Cómo el triunfo de Nicola Coughlan en 'Los Bridgerton' desafía los cánones de Hollywood
La actriz se ha negado a adelgazar para interpretar a Penelope Featherington cambiando las reglas del juego en la industria del cine y desafiando sus estándares de belleza tradicionales
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Las historias de amor en el cine son más que habituales. Romeo y Julieta, Jack y Rose o Peeta y Katniss son solo algunos de los ejemplos que durante años han enamorado a distintas generaciones. Pero hay algo que todas las parejas de ficción tienen en común: la delgadez. Ninguna de las míticas relaciones que se han visto en pantalla está compuesta por una persona con un cuerpo no normativo y, de ser así, nunca es la mujer. Por fin hay una serie mainstream que ha roto con los estereotipos y la actriz Nicola Coughlan ha llevado la batuta al interpretar a Penélope Featherington.
‘Los Bridgerton’ está traspasando todos los rankings: es la serie inglesa más vista en Netflix el día de su estreno y acumula los mayores récords de maratones. Ahora se puede sumar otro: han escogido una actriz de talla grande como la protagonista de la historia y que además tiene un papel activo en su relación amorosa.
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La intérprete ha dicho por activa y por pasiva que no quiere ser juzgada nada más que por su “buena interpretación”. Shonda Rhimes, creadora de la serie de Netflix, es de su misma opinión. La productora explicó en la revista italiana 'Reppublica' que en ningún momento se le pasó por la cabeza que Nicola adelgazara, como sí lo hace su personaje en las novelas.
“Creo que Penélope es exactamente tan hermosa como ella, y su apariencia no influye en si puede hacer que alguien se enamore de ella”, comentó. Esta acción por parte de los creadores de la ficción marca un antes y un después.
La analista cinematográfica Sara Ruiz Sardón, que se dedica a estudiar el papel de la mujer en la industria, asegura que esto es un logro para el feminismo. “Tenemos un personaje complejo y multidimensional como Penélope Featherington, que por primera vez su trama no tiene nada que ver con su apariencia física”, realza.
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Y es que el mayor desafío al que se enfrentan las actrices con cuerpos no normativos es conseguir trabajo, según explica la también artista Laura Galán. La protagonista de ‘Cerdita’ tiene clara una cosa: “Nuestro apellido como intérpretes es nuestro físico”.
Las mujeres percibidas como gordas están relegadas a ser las mejores amigas a las que nunca escogen los chicos, las villanas o las graciosas que hacen comedia a través de su cuerpo. Esto es lo que ha enseñado la industria cinematográfica desde hace décadas. “La gordofobia es sistemática en la sociedad y, por tanto, se refleja en los personajes que nos ofrecen a las actrices como yo”, protesta la intérprete.
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Encontrar a una chica de talla grande que sea la protagonista de una película o una serie es una tarea complicada. Solo representan el 3,3% de todos los personajes de ficción, incluido los secundarios, según un estudio publicado el año pasado por el Observatorio de la Diversidad en los Medios Audiovisuales. Mucho más difícil lo es que tenga una trama amorosa en la que ella es sujeto activo y no pasivo.
Ruiz Sardón apunta que las mujeres suelen esperar a “ser salvadas” o sirven de soporte para que el hombre consiga su objetivo. “Nuestros papeles suelen estar relacionados con los personajes masculinos, ya sea a través de una relación sexo-afectiva o por la maternidad”, apunta.
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No solo las tramas están supeditadas a ellos, sino también la imagen de las actrices. “Los papeles femeninos suelen tener una apariencia y una actitud aceptada por la mirada masculina”, protesta la experta en cine.
Galán está cansada de que le ofrezcan solo personajes con algún conflicto con su cuerpo y cuya historia solo sirve para ayudar. “Quiero poder ser la chica sexy o la abogada a la que no se hace alusión por su físico”, reivindica. “Relegar ciertos personajes a tener papeles única y exclusivamente ligados a este hecho hace que veamos a esas personas a través de un cliché que ya es hora de romper”, sentencia Ruiz Sardón. Un paso que ya han dado en ‘Los Bridgerton’.
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Pero no todo es tan bonito e ideal en la serie de época. El no adelgazar ha sido una decisión creativa del equipo y de la propia actriz. Mientras Coghlan ha reivindicado la idoneidad de su cuerpo para interpretar a la nueva Penélope, su alter ego de ficción sí bajó 12 kilos y ese fue el motivo por el que Colin cambió su mirada hacia ella.
Ser delgada no es sinónimo de éxito
La idea de perder peso para ser feliz se ha repetido durante décadas y hasta no hace tanto. En 2018, más de 20.000 personas firmaron una campaña en Estados Unidos para impedir que Netflix estrenara ‘Insatiable’, pero no lo consiguieron. La serie fue tildada de gordófoba, dado que narraba la historia de una chica con sobrepeso que sufre acoso escolar hasta que adelgaza y es aceptada entre las populares.
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La insistencia en un canon físico que es, en muchos casos, inalcanzable de manera natural acarrea problemas psicológicos. Raquel López, dietista y psicóloga del centro Laura Jorge, explica que la percepción de que el éxito y la felicidad están reservados únicamente a aquellos que encajan en un determinado molde físico refuerza estereotipos y prejuicios sobre las corporalidades grandes. Lo que además contribuye a una imagen negativa y a la marginación de estas personas.
“La ausencia de representación de la diversidad corporal perpetúa cánones de belleza injustos, imponiendo un estándar que genera frustración en aquellas personas que no lo logran”, asegura. Según López, no solo pueden ayudar al desarrollo de trastornos de la conducta alimentaria, sino que también generan expectativas irreales en torno al cuerpo.
La psicóloga destaca que la exigencia no está solo en ser delgada. “Quieren que seamos fuertes, con curvas y eternamente jóvenes”, se queja. Intentar replicar estos arquetipos ocasiona una insatisfacción permanente y limita la calidad de vida, ya que las mujeres optan por comportamientos no saludables para conseguirlo.
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La infrarrepresentación de actrices de talla grande que consiguen al hombre de sus sueños está degenerando en creencias limitantes en el ámbito amoroso. La idea de que el deseo y la aceptación están condicionados al peso corporal genera “inseguridades y problemas de autoestima, dificultando las relaciones interpersonales”, comenta López.
El futuro está por escribir
Galán no es del todo pesimista y apunta que las cosas están cambiando, aunque no vaya a pasos agigantados. “A veces pienso que es una moda, pero si sirve para cambiar las cosas, bendita moda”. Ruiz Sardón tiene la misma opinión: “Es un triunfo que se hable de esto y que no se asuma, como hace unos años, cuando Kate Winslet en Titanic era un personaje femenino no normativo”.
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Es el mismo ejemplo que ‘Física y Química’, serie en la que Irene Sánchez interpretó a Violeta. Su personaje era la “gorda” del colegio. El problema es que, vista ahora la producción, no se puede considerar que la actriz tuviera un cuerpo alejado del estándar. De esta forma elevaron las expectativas de cómo debía ser el físico deseado hasta límites peligrosos.
Por suerte, las chicas que se acercaron al cine en la primera década del siglo XXI cuentan con algunos referentes. Una de las primeras imágenes de la serie ‘Girls’ destrozó el ideal de belleza de los 2000. En el capítulo piloto, Lena Dunham aparece desnuda en una bañera mientras se come una magdalena. Al aire están sus curvas, michelines y su piel flácida, sin culpas ni tapujos.
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Además, Olivia Wilde, Beanie Feldstein, Itziar Castro, Inma Cuevas, Teresa López o Mariona Terés son algunos de los nombres que aparecen en la lista de referentes de las entrevistadas. Todas ellas, mujeres que se popularizaron después de los 2000.
Galán recuerda que no las había cuando ella empezó con 18 años: “Quise pensar que era posible convertirme en actriz, luego la industria me dijo espérate que igual no hay tantos papeles para ti”. La ganadora de un Goya desea que los jóvenes de ahora no tengan la misma suerte que ella y que puedan encontrar en la pantalla un semejante. “Es lo lógico y justo”, se reafirma.
Las historias de amor en el cine son más que habituales. Romeo y Julieta, Jack y Rose o Peeta y Katniss son solo algunos de los ejemplos que durante años han enamorado a distintas generaciones. Pero hay algo que todas las parejas de ficción tienen en común: la delgadez. Ninguna de las míticas relaciones que se han visto en pantalla está compuesta por una persona con un cuerpo no normativo y, de ser así, nunca es la mujer. Por fin hay una serie mainstream que ha roto con los estereotipos y la actriz Nicola Coughlan ha llevado la batuta al interpretar a Penélope Featherington.