Un Rolex, pulseras de Hermès y un anillo de 18 quilates: el famoso botín de 10 millones del robo a Kim Kardashian en París

En la madrugada del 3 de octubre de 2016, Kim Kardashian fue víctima de un espectacular robo a mano armada en el céntrico Hôtel de Pourtalès de París, donde se alojaba durante la Semana de la Moda. Cinco hombres encapuchados y disfrazados de policías entraron en el edificio, amenazaron al conserje y accedieron al lujoso apartamento de la estrella de televisión. Allí la inmovilizaron, la ataron y la encerraron en el baño. El asalto apenas duró unos minutos, pero dejó una huella mediática y personal imborrable.

Ahora, casi una década después del robo de película a la socialité, comienza el juicio con diez acusados casi ancianos sentados en el banquillo. Apodados por la prensa como los “abuelos ladrones” por su avanzada edad, tienen antecedentes por otros robos y delitos relacionados. El proceso judicial, que ha despertado gran atención mediática, se prolongará previsiblemente hasta el 23 de mayo.

El cuantioso botín sustraido

Los ladrones se llevaron un botín estimado en más de 10 millones de dólares en joyas. La pieza más valiosa fue un anillo de compromiso de 18,88 quilates, valorado en unos 4 millones de dólares y regalado por su entonces marido, el rapero Kanye West. También desaparecieron un estuche con varias joyas, entre ellas siete pulseras de Cartier y Hermès, tres joyas dentales grillz generalmente de oro y diamantes y un Rolex Cosmograph Daytona de Oro Amarillo, además de dos teléfonos móviles y alrededor de 1.000 euros en efectivo.

El robo provocó un terremoto en la vida de la influencer, que durante meses desapareció de la vida pública, dejó de exhibir artículos de lujo en redes sociales y reforzó todas sus medidas de seguridad. “Me sentí violada. Ya no soy la misma persona”, declaró tiempo después.

En la mañana del 9 de enero de 2017, la policía arrestó a 17 personas vinculadas al robo de Kim Kardashian en París. Entre ellos se encontraba un grupo variado, desde delincuentes reincidentes hasta un tabernero del Marais, un chófer de VTC y un perista, la mayoría de los cuales superaban los 60 años.

Al principio, todos negaron su participación, pero la presión de las investigaciones pronto empezó a hacer mella en algunos. Aomar, uno de los detenidos, fue uno de los primeros en ceder, cuando la policía descubrió 16.900 euros escondidos en el cajón de las verduras de su refrigerador. Tras mostrar resistencia inicial, Aomar reconoció su implicación cuando le informaron que su ADN había sido encontrado en la habitación de Kim Kardashian.

Yunice, otro de los arrestados, fue más rápido en admitir su participación, especialmente después de que se encontraran casi 60.000 euros en billetes pequeños en el vestidor de su hijo. Para proteger a su familia, decidió incriminarse, asegurando que se había quedado en la planta baja del hotel vigilando mientras los demás robaban.

Sin embargo, los demás implicados seguían negando las pruebas, como Didier, apodado “el de los Ojos Azules”, quien insistió en su inocencia, alegando que todo era una coincidencia. Aunque las cámaras de seguridad mostraban a un individuo con un gran parecido a él y un teléfono móvil vinculado al crimen, Didier mantenía su postura, insistiendo en que solo poseía “teléfonos de la paz”. Kim Kardashian, al principio, no reconoció a Didier, pero cuatro años después, lo identificó como uno de los asaltantes.

El asalto a Kim Kardashian ha pasado a la historia como uno de los robos más notorios a una figura pública en Francia, no solo por la magnitud del botín, sino por la violencia del método y el alto perfil de la víctima. Una demostración de que, incluso entre joyas y guardaespaldas, la vulnerabilidad también alcanza a las celebridades más expuestas del mundo.