Gonzalo Caballero: la vida más allá de Victoria Federica
El madrileño va a ser apoderado por un sobrino nieto de Ignacio Sánchez Mejías
Llevaba tiempo desaparecido, sin ocupar titulares. Al menos, no con la frecuencia con que lo hacía antes cuando su día a día transcurría solapado al de Victoria Federica, la hija de la infanta Elena, con quien se le relacionó afectivamente. Ella era la joven junto a quien se le fotografiaba a menudo, siempre en actitud de complicidad, sonrientes, felices, cercanos. Si eran más que amigos, solo ellos lo sabían. De lo que no había dudas es de que esa amistad la vivían ambos de manera plena.
En aquellos tiempos, Victoria Federica se convirtió en la mejor cómplice y también en el mejor apoyo del diestro. Junto a ella, Gonzalo Caballero logró superar la pérdida de su padre, fallecido de un cáncer a los 52 años en septiembre de 2017. De igual modo, cuando el 12 de octubre de 2019 el torero sufrió un gravísimo percance en la Monumental de Las Ventas en la que iba a ser la corrida con la que ponía fin a su temporada española, Victoria Federica le visitó en el hospital donde fue ingresado e intervenido nuevamente de urgencias al sufrir un paro renal y empeorar su estado.
Fueron momentos complicados, minutos en los que al diestro se le iba la vida. Afortunadamente consiguió superar aquel duro trance. Hoy, trece meses después de la fatídica tarde, Gonzalo sigue manteniendo tratamiento fisioterapeuta debido a algunos problemas de riego en la zona de la pierna en la que sufrió la cornada. Sin embargo, la diligencia y fuerza de voluntad que siempre han regido las actitudes del torero las mantiene intactas, incluso con ánimos renovados de cara a la campaña venidera de 2021.
Año nuevo, nuevos planes
El joven diestro inicia nueva relación de apoderamiento, en esta ocasión con Marco Sánchez Mejías, matador de toros sevillano y gran conocedor del toreo y la profesión. Hombre prudente y respetuoso, con quien Vanitatis ha contactado, Caballero ha preferido no hacer declaraciones para darle únicamente protagonismo a su poderdante. Ambos se han planteado ir con paso firme, ponderando celosamente cada contrato a firmar para que al joven diestro nada se le vuelva en contra. Los dos saben, sobradamente, que en el mundo del toreo, lo difícil no es llegar sino mantenerse, y que si bien muchos son los llamados, muy pocos son los elegidos.
Es por ello que Gonzalo se mantiene mentalizado, haciendo vida de torero, sin dejar a un lado su círculo de amigos más cercanos, un entorno que desde que se distanció de Victoria Federica es menos mediático pero tan leal como el anterior.
Precursor de la generación del 27
Marco Sánchez Mejías, el nuevo apoderado de Gonzalo Caballero, es sobrino nieto del afamado diestro Ignacio Sánchez Mejías, un personaje donde los haya. A él fue a quien García Lorca dedicó su célebre elegía ‘Llanto por Ignacio Sánchez Mejías’, considerada una obra maestra de la poesía española y en cuyos primeros versos podemos leer: “Eran las cinco en punto de la tarde. Un niño trajo la blanca sábana a las cinco de la tarde. Una espuerta de cal ya prevenida a las cinco de la tarde...”.
A Ignacio Sánchez Mejías se le considera el mecenas de la generación del 27. Fue él quien convocó a un representativo grupo de poetas en el Ateneo de Sevilla para homenajear a Luis de Góngora. Aquel encuentro supuso el acta fundacional de la generación del 27, poetas todos que buscaban crear un lenguaje nuevo, además de manifestar su rebeldía ante la Academia.
A Sánchez Mejías, está escrito, lo mató un toro en 1934. Era el mes de agosto y el diestro acudió a torear a la plaza de Manzanares. Ignacio esperó al burel sentado en el estribo, quería ponerle un par de banderillas. Sin embargo, el animal le prendió feamente dejándolo gravemente herido. Moriría días después como consecuencia de la gangrena.
Aquello lo convirtió en mito. Aunque Ignacio Sánchez Mejías, en vida, había trascendido más allá de los ruedos: fue novelista y dramaturgo, y llegó a dar una conferencia en la Universidad de Columbia (Nueva York), acto en el que le presentó Federico García Lorca.
Llevaba tiempo desaparecido, sin ocupar titulares. Al menos, no con la frecuencia con que lo hacía antes cuando su día a día transcurría solapado al de Victoria Federica, la hija de la infanta Elena, con quien se le relacionó afectivamente. Ella era la joven junto a quien se le fotografiaba a menudo, siempre en actitud de complicidad, sonrientes, felices, cercanos. Si eran más que amigos, solo ellos lo sabían. De lo que no había dudas es de que esa amistad la vivían ambos de manera plena.
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