El difícil pasado de Miguel Herrán: de un padre ausente a su adolescencia problemática

Ahora es un actor consolidado, pero eso no quiere decir que el camino hasta aquí haya sido sencillo para Miguel Herrán. Gracias a ‘La casa de papel’, su rostro ha podido verse en gran parte del mundo, pero la fama de la que disfruta ahora choca con un pasado complicado, marcado por las ausencias y la desesperanza.

Conocer a Daniel Guzmán fue para él un punto de inflexión en su vida, no solo porque le abrió una puerta a un mundo nuevo, también le consiguió su primer Goya. El joven pasó de no querer hacer nada con su vida a tener un futuro por delante, una profesión a la que agarró con fuerza y que le ha llevado a compartir pantalla con Úrsula Corberó o con Javier Gutiérrez.

Como decimos, su infancia no fue del todo sencilla. Él mismo se ha encargado de ir revelando detalles sobre ella, que ayudan a conocer un poco más a este joven de 26 años que no teme compartir en redes sociales los momentos más oscuros de su vida. Sorprendía y preocupaba hace tiempo al publicar unas imágenes en las que se le veía llorando.

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El motivo no era otro que compartir que no siempre se pasa un buen momento. Se sentía triste y quiso ser sincero al respecto. La otra vez que pudimos verle llorar en redes sociales había un motivo mucho más concreto. Su casa ardía en llamas, quedaba reducida a cenizas y la desesperanza se apoderaba de él. Una sensación que ha sentido más de una vez y a la que ha tenido que plantar cara para poder llegar hasta donde está.

“Era pequeño, ignorante, calvo, vulnerable... pero sobre todo era feliz”, escribía en sus redes sociales junto a la imagen de un bebé regordete y risueño, que crecería para convertirse en el hombre que es hoy día. Una imagen muy diferente de otras que ha ido publicando con el tiempo y en las que ha compartido pedacitos más grandes de su alma, revelando momentos más oscuros de su vida.

“Era el año 1999”, comenzaba su confesión junto a una imagen en la que ya podía verse a un muchachito, igual de risueño pero un poco más mayor. “Mi madre siempre estuvo conmigo, me cuidó y me defendió frente a todo. Lo ha dado siempre todo por su hijo. Es una madre de las de verdad. De las que las mayúsculas se quedan pequeñas para describirla”.

Un alegato a favor de su madre -y todas las madres y padres solteros- que no dudó en emplear para revelar que su padre nunca estuvo presente en su vida, pero lo cierto es que ya no le hace falta, porque tiene lo importante, el amor de su madre. “Mi madre está orgullosa de mí. El resto… es un regalo sin el que podría vivir”, decía en Instagram.

De su padre pocos detalles ha revelado porque pocos conoce. “Mi Padre jamás estuvo, no sé ni cómo es físicamente. Solo tengo el recuerdo de un bofetón, un zumo de tomate, un reloj y este quad”, revelaba en la misma instantánea. “Manolo (mi padre), si algún día ves esto o te llega este mensaje, que sepas que ni te odio, ni te guardo rencor. Supongo que no se puede odiar a un desconocido”.

Esta infancia derivó en una adolescencia a la deriva. Él mismo ha revelado que de su vida poco esperaba, “Pensaba que estaba destinado a morirme antes de los 30 años (…). En el mejor de mis sueños me veía en un taller de mecánico. Pero, vamos, yo iba básicamente para vivir en la calle”, confesaba hace años a ‘La Opinión de Málaga’.

Por suerte, Daniel Guzmán se cruzó con él por la calle cuando buscaba protagonista para ‘A cambio de nada’. El propio director, a quien le gusta trabajar con actores consolidados y nuevas figuras en sus proyectos, ha revelado que vio algo especial en su mirada y así debió ser porque, tras tres castings horribles, decidió darle una oportunidad. Esto le cambió la vida, como decíamos antes, le ofreció una posibilidad que no sabía que tenía y ahora no para de trabajar.

Miguel ha dejado de ser una estrella emergente y ha ido consolidando su carrera con proyectos con los que ha recibido el apoyo de la crítica y también de la audiencia. Fue uno de los protagonistas de ‘Élite’ y también uno de los personajes más queridos de ‘La casa de papel’. Atrás quedó el joven que esperaba que su vida se consumiera, pero no se ha despedido del que prometió cuidar a su madre como ella se ocupó de él. Una juventud complicada que ha sabido reconducir a pesar de seguir recibiendo, de vez en cuando, los golpes de la vida.