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Lola Flores Confidencial: pintora de cuadros "con agüita", fiestas privadas y un trozo de tablao en Jerez
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CENTENARIO

Lola Flores Confidencial: pintora de cuadros "con agüita", fiestas privadas y un trozo de tablao en Jerez

Homenajes, libros y museos celebran que el 21 de enero de 1923 nació una de las artistas más recordadas de nuestro país. Estas son algunas de las anécdotas más desconocidas sobre ella

Foto: Lola Flores en 'Sevillanas', de Carlos Saura. (Alamy)
Lola Flores en 'Sevillanas', de Carlos Saura. (Alamy)

"Qué malos son... los rubios y los morenos. Son malinos tó los hombreh, malísimos, malísimooos. Lo que quieren es que te coma el tigre". Si Lola Flores hubiese existido en el siglo XXI sería la artista más moderna de todas. Ni Rosalía (que, por cierto, la idolatra) ni el trapero mayor del barrio. El inicio de 'Que me coma el tigre', recitativo y en cierta forma feminista, es un buen ejemplo de ese poderío andaluz mezclado con grandes dosis de carisma que se gastaba la Lola de España; de esa Lola cuyo nacimiento tuvo lugar hace justo cien años.

Para celebrarlo, homenajes en su Jerez de la Frontera natal (su familia ha cerrado un acuerdo con el ayuntamiento para ceder parte de sus pertenencias al Centro de Interpretación de Lola Flores). También actos de todo tipo y un libro, 'El universo de Lola Flores' (Notorious Ediciones), que supone el mayor repaso a su vida y filmografía que se haya hecho en nuestro país. ¿Qué se puede añadir nuevo acerca de la jerezana? ¿Cuántas veces hemos leído anécdotas de su tormentosa relación con Manolo Caracol? ¿Cuántas bromas se han hecho acerca de su deuda con Hacienda y aquella "peseta de cada español"? ¿Cuántos memes existen sobre el pendiente perdido en el programa de José María Iñigo "que me ha costao mucho trabajito de ganar"?

placeholder Portada de 'El universo de Lola Flores'. (Notorious)
Portada de 'El universo de Lola Flores'. (Notorious)
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El libro de Notorious obvia las verdades de Perogrullo y explora datos poco conocidos sobre la Faraona, más allá de los lugares comunes. Por ejemplo, su vinculación con ese Jerez en el que abrió los ojos, en ese número 45 de la calle Sol, sito en pleno barrio de San Miguel. Aunque la casa en la que nació Lola se encuentra hoy deshabitada y en estado ruinoso, varias imágenes y una placa recuerdan que fue el hogar de la pequeña María Dolores Flores Ruiz. En los años 20 del pasado siglo, su padre regentaba un bar en la planta baja del inmueble y allí era donde la niña empezaba a cantar y bailar ante la admiración de los que pasaban a tomarse un vino y dejar las penas fuera. Cuentan los lugareños que, durante una visita a Jerez, su nieta Elena Furiase se llevó, de manera espontánea, un trozo de madera del primer tablao donde bailó su abuela.


Sin embargo, según las biografías, su primera actuación 'oficial' fue en el famoso teatro Villamagna de la capital jerezana. Sucedió en octubre de 1939, cuando tenía 16 años y una energía imposible de contener. En los carteles la anunciaron como 'Lolita Flores, imperio de Jerez'. Ninguno de los presentes en la platea imaginaba que aquella niña, que ya era un espectáculo en sí misma, acabaría dando, un año más tarde, el salto a Madrid. En 1940, el imperio de Jerez empezó a ser el imperio de todos los españoles. Su dúo con Manolo Caracol en películas de culto como 'Embrujo' hicieron historia a finales de aquella década sombría y sin muchas miras para el erotismo; ni siquiera en el flamenco. Aunque luego supimos que él no se portó precisamente bien con la Lola adolescente, ella recordó lo bueno y lo malo de aquel binomio con frases como esta: “Con él conocí las mejores corridas de toros, los mejores hoteles, los mejores artistas".

placeholder Manolo Caracol y Lola Flores, en 'Embrujo'. (FlixOlé)
Manolo Caracol y Lola Flores, en 'Embrujo'. (FlixOlé)

El guiso en el avión y su faceta de pintora

Pero Lola quería volar libre y lo hizo. A principios de los 50 se fue a México con contrato millonario con Cesáreo González y sin Caracol. Allí creció y se hizo mujer, rodando películas como 'Ay, pena, penita, pena', con ese número musical en el que cada "es un desierto de arena, pena" está entonado con énfasis y nervio. Se cuenta que, durante uno de los vuelos que emprendió a Nueva York por aquellos años, Lola le espetó al comandante, mucho antes de aterrizar: “¿Puedo hacer un guiso?”. Una prueba de ese humor que ya venía en su ADN. "Era muy graciosa, le gustaba mucho reírse", contaba su hija Lolita a este medio hace unos años.

placeholder Lola Flores y Antonio González. (CP)
Lola Flores y Antonio González. (CP)

Casada con Antonio González, el Pescaílla, en 1957, Lola era, pese a su querencia por lo familiar y tradicional, “la más liberal de todas las folclóricas pese a que, como todas ellas, siempre buscan hombres más maleables a la hora de casarse”, según afirmaba, en un reportaje de Vanitatis, Rosa Villacastín.

Liberal y también una insospechada pintora, tal como recuerda el libro de Notorious. Una faceta más que añadir al "no sabe cantar, no sabe bailar, pero no se la pierdan” que se publicó en el 'New York Times'. ¿Tampoco sabía pintar? La historia de Lola con el pincel es curiosa. "Desde chiquitilla hacía garabatos", confesaba ella en una entrevista. Pintar era un remanso de paz para una persona que no se podría calificar como tranquila. Aunque muchos lo desconocen, llegó a exponer alguna que otra obra e incluso cobró 200.000 pesetas por uno de esos cuadros.

Según el texto de Joaquín Vallet Rodrigo en 'El universo de Lola Flores', sus pinturas tienen "una manifiesta mirada infantil"; los lienzos muestran "escenas sobre el mundo flamenco y el toreo, de estilo naif, sin perspectiva y utilizando colores básicos, de muy escaso trabajo de composición". Ella casi siempre restaba importancia a aquellas obras sobre flamenco, toros y costumbrismo español. Con una sinceridad desarmante, aseguraba que pintaba "con agüita". Con el tiempo, aquellos cuadros han revelado facetas insólitas de una mujer llena de aristas.

placeholder Lola Flores, en una de sus apariciones en los años 90. (CP)
Lola Flores, en una de sus apariciones en los años 90. (CP)

Fiestas y Hollywood

Otro de los aspectos más insólitos de Lola fue su amistad con algunos iconos de Hollywood como Ava Gardner o Frank Sinatra. Cuenta Vallet Rodrigo que, pese a que nunca se llegó a firmar un contrato para rodar películas en la meca del cine, sí hubo algún roneo. Tras el contrato de Cesáreo González para rodar en México en los primeros años 50, Hollywood fue una posibilidad que habría convertido su melena negra y su mirada aviesa en internacional. Aunque no se puso tras las cámaras del cine norteamericano, se cuenta que la Faraona tuvo una aventura amorosa con Ricardo Montalbán. También que Gary Cooper intentó conquistarla sin éxito.

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Sus historias más cercanas con Hollywood se sitúan, sin embargo, en Madrid. Lola Flores era la sal y la pimienta de la noche madrileña durante aquellos años en los que el imperio cinematográfico de Samuel Bronston se instaló en España para rodar películas como 'El Cid'. Una de las sala de fiestas que adquirieron ella y el Pescaílla, la Caripén, fue el centro neurálgico de muchas de esas estrellas que, como Ava Gardner, vivieron largo tiempo en la capital de España.

placeholder Lola Flores, en una imagen de su etapa mexicana. (Gtres)
Lola Flores, en una imagen de su etapa mexicana. (Gtres)

Los jolgorios de su piso de la calle María de Molina también fueron sonados y agradecidos por el lado más casquivano y libre de la sociedad del franquismo. "Celebraciones que se prolongaban a lo largo de los días en la que todo era música y baile convenientemente remojado en alcohol. Lola Flores no solo conocería, sino que se convertiría en el alma de la fiesta de no pocos de los momentos más importantes del jolgorio en este país". La propia Lolita recordaba esas celebraciones, que también tuvieron lugar en la mítica El Lerele, su finca de La Moraleja. "Éramos así. Nuestra forma de vida. Lo mismo te podías encontrar a Camarón o a Paco de Lucía que a una orquesta cubana que se iba sin cobrar después de habérselo pasado tan bien allí".

Eterna

Como demuestra su popularidad, Lola fue tan grande que ha dado lugar a leyendas urbanas; historias que, en muchas ocasiones, se cuentan como ciertas; chascarrillos con algo de fabulación que, contados entre amigos o entre compañeros de oficina, siempre son un éxito asegurado. Por ejemplo: cuando Paquirri dejó de salir con Lolita y se fue al lado de Isabel Pantoja, Lola, puro temperamento, dijo: “Ojalá que llores por todos los hombres que ames”, en forma de maldición gitana.

Otras historias están bien documentadas por la televisión y han llegado hasta el público más joven. La más famosa, quizá, es la que tiene que ver con la boda de su hija mayor. Toda España recuerda cuando, en agosto de 1983, Lolita se casó con Guillermo Furiase y medio mundo acudió a presenciar el enlace. Literalmente, ya que unas 5.000 personas se presentaron en la iglesia de la Encarnación de Marbella. Lo hicieron en chanclas y bañador veraniegos para no perderse el espectáculo. Y espectáculo hubo, desde luego. “Maldigo la hora en que elegí este pueblo para celebrar esta boda”, dijo ella, tan racial como de costumbre, añadiendo el mítico “¡si me queréis, irse!”. Después, pidió perdón por su actitud durante el convite. Eso no impidió que llevase parte de razón: en las mesas de aquella boda había más de un gorrón y más de dos.

Por encima de anuncios, repaso a su filmografía o tributos, el centenario de Lola Flores es una oportunidad para reinvidicar su modernidad; para hacer nuevas lecturas del cuento (este absolutamente real) de una mujer nacida en un entorno humilde que consiguió alcanzar las estrellas. Y quizá lo más obvio: logró el cariño y la reverencia de todo un país. En tiempos de artistas prefabricados, mascaradas de redes sociales y corrección política, la autenticidad de Lola Flores sigue siendo necesaria. El "no canta, no baila, no se la pierdan" del 'New York Times' sigue, por tanto, más vigente que nunca. No se pierdan nunca a Lola, aunque ya no esté.

"Qué malos son... los rubios y los morenos. Son malinos tó los hombreh, malísimos, malísimooos. Lo que quieren es que te coma el tigre". Si Lola Flores hubiese existido en el siglo XXI sería la artista más moderna de todas. Ni Rosalía (que, por cierto, la idolatra) ni el trapero mayor del barrio. El inicio de 'Que me coma el tigre', recitativo y en cierta forma feminista, es un buen ejemplo de ese poderío andaluz mezclado con grandes dosis de carisma que se gastaba la Lola de España; de esa Lola cuyo nacimiento tuvo lugar hace justo cien años.

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