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Carta abierta del hijo de Concha García Campoy a su madre en el décimo aniversario de su muerte
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UN 10 DE JULIO EN IBIZA

Carta abierta del hijo de Concha García Campoy a su madre en el décimo aniversario de su muerte

Lorenzo García-Campoy ha compartido con Vanitatis un texto dedicado a su madre para recordarla cuando se cumplen 10 años de su fallecimiento

Foto: Concha García Campoy, con su hijo Lorenzo. (Cortesía Lorenzo García-Campoy)
Concha García Campoy, con su hijo Lorenzo. (Cortesía Lorenzo García-Campoy)

Hay una pregunta a la que temo enfrentarme y me imagino que, tarde o temprano, llegará: ¿Cómo se supera la muerte de una madre? ¿Es acaso posible? Son las mismas preguntas que egoístamente le hice a Gonzalo Miró cuando Juan Ramón Gonzalo y él me arroparon en la etapa más difícil de mi vida y que nunca he sabido cómo agradecer ni corresponder.

Gonzalo en esa cena fue tremendamente honesto y me advirtió que me quitase esa idea de la cabeza. Con la muerte de una madre se vive el resto de tus días. Ni se supera ni se cura. Aprendes a vivir con ese vacío. Y, pasados 10 años desde esa conversación, no puedo hacer otra cosa más que suscribir plenamente sus palabras. Pero sí me permito añadir y profundizar en esa idea. No se me ocurrirá negar que sí, que se puede ser muy feliz a pesar de que la vida te arrebate de una forma tan prematura a tu principal pilar. O, como me gusta pensar, a la que fue mi 'patrocinadora de felicidad' en tantas ocasiones.

Porque no todos los 10 de julio fueron así. De hecho, fueron la mejor etapa de nuestras vidas. En la que desaparecían para ti, mamá, los compromisos laborales, las audiencias y los problemas de Madrid. Estábamos en Ibiza y estabas con tu familia elegida: tus amigos. Cuando desembarcaban en casa Luis Alegre, David Trueba y Santiago Segura tu cara cambiaba y yo ya sabía que venían días en los que vería a mi madre profundamente feliz y eso no era algo que ocurriese todos los días.

placeholder Concha García Campoy y su marido, Andrés Vicente Gómez, con amigos como Santiago Segura, David Trueba y Luis Alegre. (Cortesía Lorenzo García-Campoy)
Concha García Campoy y su marido, Andrés Vicente Gómez, con amigos como Santiago Segura, David Trueba y Luis Alegre. (Cortesía Lorenzo García-Campoy)

Esos días para mí los roles se invertían: los patrocinadores de la felicidad eran ellos y tú mantenías una faceta de la que no podías despojarte. La de ser una anfitriona insuperable, lo que provocaba una combinación mágica y, gracias a la cual, hoy me puedo agarrar a muchos recuerdos. Me divertía ver a Santiago de incógnito con su gorra, por supuesto sin ningún éxito, y las jornadas que nos dejaban sobremesas gloriosas.

Era otra Ibiza (y Formentera), sin tanto Beso Beach y algo menos de postureo, aunque ya empezaba a asomar. No os dejabais influir por las nuevas modas, y animasteis a Luis Alegre a robar el micrófono de El Pirata, en Formentera, para que cantase una jota aragonesa ante la mirada perpleja del resto de los comensales, regalándonos una escena surrealista e inolvidable para el imaginario familiar. "Jamás te he visto reír así, hijo", me dijiste. Probablemente tuvieras razón.

placeholder Concha García Campoy y Santiago Segura. (Cortesía Lorenzo García-Campoy)
Concha García Campoy y Santiago Segura. (Cortesía Lorenzo García-Campoy)

Nunca te gustó en exceso el faranduleo y reivindicabas la Ibiza payesa y auténtica. Y así nos recuerdo, en una esquina de Ses Salines, Berta, tú y yo tumbados en uno de esos pareos de mercadillo que te encantaba comprar. Me río pensando en mis escapadas de niño, buscando encontrar a futbolistas o actores en alguna tumbona del Malibú, y lo único que me llevé a la boca fue ver a Marc Ostarcevic con un mojito en la mano (y siempre bien acompañado). Bendita inocencia que tampoco volverá.

Sigo yendo todos los veranos a nuestra Ibiza y me llevo estos recuerdos conmigo: como digo, no me queda otra. Intento crear los míos propios en nuestros sitios, pero es complicado: el Pinocho del puerto de Ibiza hoy está lleno de influencers, ¿te lo puedes creer? En fin, no sabrás ni qué es eso. Ha pasado mucho tiempo. Intento no quedarme con eso y, cada año que pasa, saboreo nuestros recuerdos con más felicidad que nostalgia. Con más sonrisas que lágrimas. Y pienso en la suerte de haber vivido tan maravillosos momentos y no tanto en lo que ya no podremos compartir juntos.

Así trato de vivir con este vacío, a pesar de que los 10 de julio en Ibiza nunca volvieron a ser lo mismo.

Hay una pregunta a la que temo enfrentarme y me imagino que, tarde o temprano, llegará: ¿Cómo se supera la muerte de una madre? ¿Es acaso posible? Son las mismas preguntas que egoístamente le hice a Gonzalo Miró cuando Juan Ramón Gonzalo y él me arroparon en la etapa más difícil de mi vida y que nunca he sabido cómo agradecer ni corresponder.

Concha Garcia Campoy
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