Adiós a La Cartuja de Sevilla: la mítica marca de vajillas de la aristocracia y la realeza cierra definitivamente
Tras casi dos siglos de vida, la emblemática marca de vajillas cierra sus puertas por problemas económicos
El cierre de La Cartuja de Sevilla ha caído como un jarro de agua fría entre los amantes de la decoración y la artesanía española. La mítica fábrica sevillana, símbolo de la elegancia en la mesa durante casi dos siglos, ha detenido su producción y comercialización “por razones técnicas”, según el escueto comunicado publicado en su página web, que en realidad esconde mucho más. La noticia ha generado una profunda conmoción entre coleccionistas, interioristas y nostálgicos de una firma que ha acompañado la historia doméstica y social de España desde 1841, cuando Charles Pickman fundó la legendaria loza en un antiguo monasterio cartujo.
“Estimados clientes, les informamos que por razones técnicas nos hemos visto abocados a parar la producción y detener la comercialización durante un plazo no determinado...”, se lee en el mensaje colgado en su web, donde se ofrece un correo y un número de teléfono para atender consultas. Muchos temen que este parón sea, en realidad, el punto final para una de las marcas más icónicas del patrimonio industrial y estético español, cuyas vajillas han vestido mesas reales, embajadas y hogares de varias generaciones.
El fundador de La Cartuja de Sevilla, Charles de Pickman, procedía de una familia de comerciantes ingleses establecidos en Cádiz y especializados en este tipo de productos. El joven Pickman puso sus miras en Sevilla en 1841 con la idea de establecer allí una nueva fábrica de loza fina de calidad que le ahorrara los costes de importar los productos desde Inglaterra. Aprovechando la desamortización decretada por Mendizábal, adquirió el Monasterio Cartujo de Santa María de las Cuevas, donde encontró las condiciones idóneas para su propósito. Hasta allí llegaron artesanos y maestros ingleses para enseñar el oficio a los locales. Producían una loza estampada inspirada en la esencia del estilo inglés, que tenían gran parte de influencia oriental. Sus platos triunfaron casi inmediatamente en España y Europa.
En el año 1845 apareció por primera vez su ilustración más icónica, el 202 Rosa. Este diseño emblemático de La Cartuja de Sevilla de inspiración oriental, era la esencia misma del estilo decorativo inglés. Hasta el cierre, las piezas de esta colección seguían siendo la reproducción exacta de las primitivas planchas grabadas sobre cobre y traídas de Inglaterra por Charles Pickman en 1841.
La calidad y la fama de esta loza se hizo muy grande en poco tiempo, tanto que en 1871 fueron nombrados proveedores oficiales de la Casa Real de España por Amadeo I de Saboya. El rey también concedió posteriormente el título de marqués de Pickman al fundador de la marca, por su destacada aportación a los procedimientos industriales. Además de la Casa Real Española, La Cartuja ha estado presente en otras casas reales europeas. Entre ellas, la emblemática Isabel de Baviera, Emperatriz de Austria y Reina de Hungría (Sissi emperatriz), era una de las habituales en adquirir artículos de la fábrica sevillana.
En los buenos tiempos, la fábrica llegó a contar con más de 20 hornos y 1.200 empleados. La firma supo mantener su prestigio gracias a la calidad artesanal de sus piezas y al reconocimiento de la burguesía y la aristocracia, que hicieron de su loza un símbolo de distinción en los hogares españoles.
Sin embargo, como recuerda el 'Diario de Sevilla', el siglo XX trajo consigo un progresivo declive. Las sucesivas crisis económicas y la falta de modernización técnica fueron mermando la capacidad de la fábrica, que vio reducida su plantilla y tuvo que trasladarse de su histórico enclave en el monasterio de Santa María de las Cuevas a Salteras en 1982. Ese mismo año, la entrada de Rumasa supuso un breve respiro que muchos trabajadores recuerdan como una de las mejores etapas de la empresa, antes de que el grupo fuera expropiado por el Gobierno de Felipe González. Desde entonces, la marca pasó por un sinfín de manos: Invertécnica, Estudesa, Plusvalores, San Claudio, Rumasa, y finalmente Ultralta, vinculada a la familia Zapata, actual propietaria.
A lo largo de ese itinerario, no faltaron episodios de escándalo, querellas y concursos de acreedores. Hubo dueños encarcelados, embargos, suspensiones de pagos y promesas de rescate que se materializaron solo a medias. Como relata el citado periódico, incluso se intentó trasladar parte de la producción a Marruecos para reducir costes, sin éxito. Mientras tanto, la plantilla —que en los años ochenta superaba los 300 empleados— fue adelgazando hasta quedar reducida a apenas 36 trabajadores que seguían elaborando pedidos puntuales para clientes escogidos. Su última producción para Cruzcampo (elaboraban su grifería) salió hace apenas unas semanas de su fábrica. El golpe definitivo ha llegado ahora, tras un nuevo embargo de Hacienda y la falta de liquidez para afrontar las deudas acumuladas.
Durante los últimos años, La Cartuja de Sevilla había hecho un esfuerzo por reinventarse sin renunciar a su esencia. Como recogen medios especializados en diseño, la firma sevillana reeditó algunos de sus modelos más emblemáticos —también el clásico 202 Rosa— y logró la colaboración de artistas e ilustradores del siglo XXI. Series como 'Geórgica', de Carmen García Huerta, o 'New Talents', de Ana Jarén, demostraron que la marca aún podía dialogar con los nuevos públicos sin perder la elegancia que la hizo célebre.
Pese a las innovaciones estéticas, La Cartuja de Sevilla nunca abandonó su fórmula infalible: la artesanía. Cada pieza seguía elaborándose con los mismos materiales —cuarzo, caolín, feldespato, sílice, arcilla y arena— y mediante procesos manuales transmitidos de generación en generación. La técnica de la calcomanía, aplicada a mano tras la primera cocción, y el sellado serigrafiado de la firma seguían siendo signos distintivos de un trabajo minucioso y genuino. En un mercado dominado por la producción industrial, La Cartuja seguía convirtiendo cada taza o bandeja en una pequeña obra de arte doméstica.
La familia Zapata ha pedido la reapertura del concurso de acreedores y la liquidación de la empresa, mientras los trabajadores buscan la mediación de la Junta de Andalucía y del Ayuntamiento de Sevilla para evitar el cierre total. A falta de una solución, la maquinaria, los hornos y las vajillas almacenadas en Salteras podrían ser el último vestigio tangible de una marca que, durante casi dos siglos, llevó el nombre de Sevilla a mesas de medio mundo.
El cierre de La Cartuja de Sevilla ha caído como un jarro de agua fría entre los amantes de la decoración y la artesanía española. La mítica fábrica sevillana, símbolo de la elegancia en la mesa durante casi dos siglos, ha detenido su producción y comercialización “por razones técnicas”, según el escueto comunicado publicado en su página web, que en realidad esconde mucho más. La noticia ha generado una profunda conmoción entre coleccionistas, interioristas y nostálgicos de una firma que ha acompañado la historia doméstica y social de España desde 1841, cuando Charles Pickman fundó la legendaria loza en un antiguo monasterio cartujo.