José María Manzanares, el torero genial que enamoraba a las mujeres
Se ha marchado un buen torero, buen padre y hombre que "hizo sufrir mucho" a su mujer. Su fama de galán le persiguió, aunque asegura que nunca ejerció de tal
En mayo del 2006 su hijo José Mari le cortaba la coleta en La Maestranza de Sevilla. Un acto emotivo al que acudieron muchos de sus conocidos y su grupo incondicional de amigos. Pocos, porque Manzanares, a diferencia de otros de sus colegas, era una persona aparentemente muy sociable, pero poco dado a compartir intimidades.
Tenía un temperamento que explotaba cuando las cosas no le gustaban. Por ejemplo con su hijo torero, con el que tuvo muchos desencuentros precisamente por ese carácter fuerte muy útil en su mundo laboral, pero que a veces complicaba las relaciones humanas. El hijo heredó la dulzura de su madre y la maestría ante los toros de su padre, pero quería triunfar a su manera. El tiempo le dio la razón y Manzanares padre e hijo volvieron a compartir la vida.
El día de La Maestranza ninguno de los dos pudo contener las lágrimas. Los que estábamos allí tampoco. Cortarse la coleta es una liturgia, pero si ese acto lo realza el heredero es mucho más. Después de ese día no volvió a torear oficialmente, aunque sí se ha enfrentado a vaquillas en algunos tentaderos.
Hace dos años me decía: "No entiendo a esos matadores que van y vuelven. No es serio". Tampoco le gustaba que Manzanares hijo hiciera photocalls y posara para las revistas "como si fuera un figurín", decía, quizá con ese punto paternalista y poco objetivo que siempre le acompañó con su hijo. "El día que me dijo que quería ser torero le conteste que bien, pero que tenía que ser el mejory que eso suponía esfuerzo, dedicación y olvidarse de muchas cosas".
"¿De las mujeres también?", pregunté. "Sí, siempre que te descentren", contestó el maestro que mas admiración ha despertado en el mundo femenino. "Era guapo de doler”, decía Carmina Ordoñez, quien compartió amistad, al igual que el grupo inquebrantable de Lolita y las Vega. Muchos años después ‘La Divina’ confesaría que había sido el gran amor de su vida.
Un rompecorazones sin ejercer de ello
Manzanares se casó con Yeyes, una mujer dulce, discreta y que nunca dio que hablar. Siempre estuvo en la retaguardia familiar, hasta que tomó la decisión de divorciarse. No hubo guerra de los Roses, ni ella dio explicaciones públicas de esa ruptura. Manzanares siempre hablaba muy bien de ella. "La hice sufrir mucho, pero ahora nos llevamos muy bien", me decía hace unos años cuando coincidimos en una finca en el cumpleaños de un amigo común.
Realmente Manzanares fue un rompecorazones. Las mujeres se enamoraban de él sin que a veces hiciera nada para que se rindieran a sus pies. "Yo no ejerzo de Casanova, que eso trae muchas complicaciones", y ponía el ejemplo de algunos de sus colegas que habían perdido la cabeza. Tuvo suerte, porque las damas que le quisieron nunca le traicionaron. Por supuesto tampoco hablaron más de la cuenta.
Era cariñoso y muy generoso con las personas que quería, como su cuadrilla y la gente de su finca, pero implacable con los aprovechados, a los que despedía sin contemplaciones. Un gran torero que deja cuatro hijos adorables y una exmujer que siempre estuvo al quite. ¡Olé Manzanares!
En mayo del 2006 su hijo José Mari le cortaba la coleta en La Maestranza de Sevilla. Un acto emotivo al que acudieron muchos de sus conocidos y su grupo incondicional de amigos. Pocos, porque Manzanares, a diferencia de otros de sus colegas, era una persona aparentemente muy sociable, pero poco dado a compartir intimidades.
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