Las pastillas capilares de Albert Rivera y otros cambios de look para una campaña electoral
Un buen pelo arranca un puñado de votos. Así lo creen sociólogos y dematólogos, y así lo aplican los políticos. El líder de Ciudadanos ha puesto remedio a sus entradas
Mucho se ha evolucionado en comunicación política desde aquella camisa azul, perfectamente almidonada, que lució Kennedy en su debate contra Nixon y que fue en parte culpable de que ganara el tête à tête. Ofrecer una buena imagen, llevar trajes a medida –excepto si uno es de Podemos– y presumir de dientes blancos parece imprescindible para gustar al electorado.
Sin embargo, según los expertos en imagen y comunicación política, el pelo es uno de los elementos más importantes para ganar votos. Así también lo cree el dermatólogo Eduardo López Bran, autor, entre otros, del 'pelazo' de Iker Casillas. “El pelo influye en la imagen y la autoestima, además, es un símbolo de poder”, explica en conversación telefónica con Vanitatis. Por eso, según los expertos, “los políticos que entran en campaña se preocupan mucho por el pelo”.
Es el caso de de Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, cuyos responsables de imagen han puesto sus ojos en su cabellera para afrontar su carrera hacia La Moncloa. Acostumbrados a ver su pelo liso, con entradas y peinado hacia delante a mediados de 2014, un año después luce un cabello más largo, rizado y frondoso. ¿Fruto de un injerto? No, y así nos lo aseguran desde el propio partido. “Albert no se ha hecho ningún implante, lo que sí hace es tomar pastillas que fortalecen el pelo”, desvelan desde el departamento de prensa de Ciudadanos.
La imagen de Rivera ha cambiado en los últimos meses y, casualidad o no, la intención de voto hacía él ha crecido. Ahora Rivera se muestra así como un joven de 35 años coqueto y preocupado por su imagen, que practica deporte y hace dieta para mantener la línea. A todo esto, ahora se une una estudiada sonrisa y un pelo nuevo y frondoso.
Injertos y tintes
Puede que Rivera tomara nota de Mariano Rajoy. El presidente del Gobierno, que luce barba canosa, puede presumir de pelo caoba. “El tinte le ayuda a disimular la escasez”, explica López Bran. Lo cierto es que a Rajoy, que el próximo día 27 cumplirá 60 años, solo le han aparecido canas en la barba.
A José Bono, como a Berlusconi, le salió más pelo con los años. Como si del curioso caso de Benjamin Button se tratara, el socialista era víctima de una incipiente calvicie de 2005. Pero en 2010 volvió a lucir un cuero cabelludo poblado de pelo.
No solo los hombres han cambiado su pelo para mejorar su imagen. Susana Díaz, candidata socialista a liderar la Junta de Andalucía, lucía una melena rizada y negra hace tan solo diez años. María Teresa Fernández de la Vega aprovechó su salida del Gobierno para dejarse el pelo más largo y, dicen, arreglarse la cara a golpe de bisturí.
Los que quieran tomar nota para su campaña y hacerse un injerto capilar llegan tarde. El doctor López Bran advierte que ya no les da tiempo: “No es una cirugía de efecto inmediato. A partir del tercer mes empieza a salir pelo y es al año cuando se ve el resultado final”. De momento, parece que Pablo Iglesias, con su abundante coleta, puede ser la envidia del resto de políticos.
Mucho se ha evolucionado en comunicación política desde aquella camisa azul, perfectamente almidonada, que lució Kennedy en su debate contra Nixon y que fue en parte culpable de que ganara el tête à tête. Ofrecer una buena imagen, llevar trajes a medida –excepto si uno es de Podemos– y presumir de dientes blancos parece imprescindible para gustar al electorado.