Los cinco cotos vip intensivos de caza, el negocio de la jet que enfada a los ecologistas
España sigue siendo uno de los lugares preferidos de los cazadores internacionales. La aristocracia está detrás de muchos de ellos y los ecologistas los vigilan de cerca
Cazar sigue de moda. Y al alza. Pero dentro de todos los tipos de cotos (privados, deportivos e intensivos) son estos últimos los que cada vez toman más fuerza económica. Los intensivos, jurídicamente hablando, son aquellos cotos que tienen como fin prioritario el ejercicio de la caza mediante sueltas periódicas de piezas criadas en granjas cinegéticas o en los que se realizan habitualmente repoblaciones de especies y manejo intensivo de la alimentación. Es decir, se crea un escenario rural, se sueltan los animales y no hay cazador que se vaya sin presa. Las cifras hablan por sí solas. Los operadores de turismo cinegético llegan a facturar del orden de 46 a 57 euros por perdiz cobrada y se garantiza siempre un mínimo de capturas a cada partida de 3-8 cazadores que puede rondar las 500-600 perdices. Es decir, un grupo que ha contratado los servicios de uno de estos cotos intensivos está dispuesto a pagar cerca de 36.000 euros en un solo fin de semana.
Para hacernos una idea de su valor al alza solo hay que echar un vistazo a los datos del último Anuario de Estadística Forestal publicado por el Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente: en 2013 se cazaron en España 2.423.519 perdices en total, de las cuales las correspondientes a sueltas fueron 1.352.058; es decir, el 55,7% del total de los ejemplares abatidos.
Los propietarios de estos cotos intensivos suelen ser familias de la alta sociedad o acaudalados empresarios agrícolas, y los clientes, cazadores nacionales, pero sobre todo extranjeros, entre los que destacan franceses, ingleses, alemanes y americanos. Las denuncias de los ecologistas se suceden en estos cotos donde, dicen, la prioridad es satisfacer al millonario de turno. Saltarse las vedas o matar a animales protegidos son algunas de las acusaciones que lanza Ecologistas en Acción. Por otro lado, estos cotos son el motor económico de zonas rurales empobrecidas.
Ecologistas en Acción denuncia el daño en la biodiversidad que producen los cotos intensivos. Y saca a la luz delitos concretos. "El pasado verano el Seprona denunciaba a un coto intensivo de Moratalla, Murcia, por usar veneno y matar animales domésticos y silvestres. En septiembre pasado se denunciaba al coto Mata del Moral, en la provincia de León, por la muerte masiva de especies protegidas", detallan. Pero ¿quién hay detrás de este lucrativo negocio? ¿Cuáles son las fincas que dibujan este peculiar mapa turístico? Les mostramos las cinco más relevantes.
El coto del repudiado hijo del duque de Calabria
Pedro de Borbón Dos Sicilias, María Contreras de Landaluce y José Manuel Landaluce llevan El Crespo, este famoso coto en la pequeña localidad de Fuenllana, en Ciudad Real, que es uno de los mejor posicionados en las webs internacionales de caza. Está especializado en la perdiz roja desde hace más de 40 años. No hay fortuna internacional que no haya pasado por allí.
El precio ronda los 400 euros por cazador. Y tienen toda una flota de servicios 'premium': diez vehículos todoterreno para transportar el equipo necesario al terreno de cacería y en cada ojeo participan 60 ojeadores además del secretario, un cargador por cada cazador, los encargados del ojeo, el camarero para el aperitivo, el perrero y el guarda, entre otros.
Javier Medem de la Torriente, el cazador cazado
Recientemente se ha conocido la sentencia que condena a un año y medio de prisión y 90.000 euros de indemnización al titular de las fincas La Nava y Barranco de la Gomera, en Castellar de Santiago (Ciudad Real), por la muerte del lince hembra Grazalema en una caja-trampa para capturar predadores. Detrás de estos cotos de lujo está el cachorro de la alta sociedad Javier Juan Medem de la Torriente, que procede de una de las sagas familiares con más nombre en el mundo de la caza, que opera en la zona desde 1950.
No en vano, su abuelo Ricardo Medem era amigo personal de Franco y una de las personas que le introdujo en el ojeo de perdiz al dictador. Miembros de la realeza, magnates internacionales, líderes mundiales, grandes fortunas de todo el planeta… A la finca La Nava, situada en el término de Castellar de Santiago, y en cuyo diseño intervino el arquitecto Otto Medem, se llega por la A-4 (autovía de Andalucía) hasta Valdepeñas. Otra opción es hacerlo en avión y aterrizar en una pista de aterrizaje particular preparada para recibir vuelos internacionales. Son numerosos los clientes que llegan en su jet privado. Allí reciben al visitante con flamantes vehículos 4x4 con chóferes particulares y doncellas ataviadas de uniforme para la ocasión.
Dicen los Medem que ofrecen un servicio exclusivo de caza y, la verdad, los detalles no escasean. La organización se encarga de todo: desde la importación de armas a la tramitación de licencias y ojeadores, pasando por el alojamiento en un hotel de siete estrellas en la propiedad. Incluso el fabricante de armas Beretta, uno de los más prestigiosos del planeta, le ha dedicado un vídeo vendiendo las excelencias de este coto, ahora condenado.
Su mujer, Almudena del Moral, le acompaña en esta aventura, que figura como administrador suplente de la empresa Pista La Perdiz SL. Para darnos idea de los visitantes de este coto hay que tener en cuenta que en la boda de Medem y Almudena asistió el Rey Felipe VI -entonces príncipe de Asturias-, que entonces fue uno de los testigos.
La Flamenca, el campo duque de Fernán Núñez
La finca cinegética La Flamenca, en Aranjuez, es una de las preferidas por las élites españolas para sus cacerías (sobre todo de perdiz) y el principal coto privado de caza de Madrid, ya que se encuentra solo a 50 kilómetros de la capital. El dueño de la finca es Manuel Falcó Anchorena, duque de Fernán Núñez. Son 4.000 hectáreas situadas en la vega de Aranjuez, a solo 42 kilómetros al sur de Madrid y donde acuden cazadores de todo el mundo para llevarse sus famosas perdices. El encargado de organizar las cacerías es un miembro de los Corsini, familia de la alta burguesía madrileña, muy bien emparentada.
El más conocido de esta familia durante muchos años ha sido Miguel Corsini Freese Marquina, presidente durante muchos años de Renfe, la compañía de Ferrocarriles de Vía Estrecha de España. Miguel es conde consorte de la Gomera a raíz de su matrimonio con María de la Trinidad Cotoner y Martós, hija de los XXII marqueses de Mondéjar.
Muchos pusieron cara al lugar porque fue supuestamente el sitio que Manuel Fraga escogió para ir a cazar perdices con otros dirigentes del Partido Popular justo al día siguiente del desastre del Prestige, el 16 de noviembre de 2002. Lo cierto es que es uno de los sitios mejores de España para cazar perdiz (cuenta con más de 60 ojeos diferentes ofreciendo todo tipo de variedad de vuelo), con aeropuerto, privado y público (Barajas y Torrejón), a menos de una hora de la capital.
La primera vez que la Reina Letizia estuvo allí fue cuando aún era la prometida del entonces príncipe Felipe. Eso sí, como no es aficionada a la caza, pasó una intermitente y lluviosa jornada montando a caballo y probando distintos carruajes de la colección de la finca, cuando el tiempo se lo permitía. Ha sido denunciada varias veces por los ecologistas porque ha conseguido de la consejería de Madrid ampliaciones de vedas fuera de las oficiales.
Mochares: su dueño cocina lo que caza el rey
El nombre del dueño de este famoso coto toledano saltó a la prensa porque su restaurante llamado El Rececho, en Alcorcón (Madrid), consiguió varias temporadas ser el destinatario de lo cazado por la realeza en El Pardo. Detrás de la empresa adjudicataria del concurso de las presas, Productos Avícolas Guerra, está el dueño del coto, Juan José López del Cerro.
La finca Mochares está en el toledano término municipal de Nambroca, tiene 800 hectáreas y es una de las pocas de España que cría faisanes en libertad (tienen más de cien parejas). El precio por cazador un día es de 350 euros. A principios de 2016 este coto, con dos precedentes de uso de veneno, ha sido sancionado con un año de suspensión de la caza tras aparecer 10 rapaces, entre ellas 5 milanos reales, especie en peligro de extinción, y 16 cebos envenenados, según los datos que facilitan desde Ecologistas en Acción.
Los Melonares, el negocio de la familia Madariaga
Castilblanco de los Arroyos en Sevilla es donde se ubica esta finca de 1.000 hectáreas (tienen 500 más para la caza de fincas contiguas), propiedad de la hispalense y acaudalada familia Madariaga, que pasa por ser el escenario de mayor solera –por calidad de caza, por sus servicios– en el sur de España para estas artes cinegéticas. Un motor de riqueza –entre ojeadores, secretarios, camareros, etc., treinta jornales en un solo día– en una finca rodeada de exuberantes dehesas, barrancos y suaves praderas, y bañada por el embalse del mismo nombre, de reciente creación.
Además de alojamiento en un cortijo típicamente andaluz, el coto cuenta con un museo de caza de renombre mundial y la exposición de trofeos de Valentín de Madariaga y Oya, premio Weatherby de Caza 1977, que es como el Oscar de la caza.
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Cazar sigue de moda. Y al alza. Pero dentro de todos los tipos de cotos (privados, deportivos e intensivos) son estos últimos los que cada vez toman más fuerza económica. Los intensivos, jurídicamente hablando, son aquellos cotos que tienen como fin prioritario el ejercicio de la caza mediante sueltas periódicas de piezas criadas en granjas cinegéticas o en los que se realizan habitualmente repoblaciones de especies y manejo intensivo de la alimentación. Es decir, se crea un escenario rural, se sueltan los animales y no hay cazador que se vaya sin presa. Las cifras hablan por sí solas. Los operadores de turismo cinegético llegan a facturar del orden de 46 a 57 euros por perdiz cobrada y se garantiza siempre un mínimo de capturas a cada partida de 3-8 cazadores que puede rondar las 500-600 perdices. Es decir, un grupo que ha contratado los servicios de uno de estos cotos intensivos está dispuesto a pagar cerca de 36.000 euros en un solo fin de semana.
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