Ni azúcar ni sal: el truco de cocina de la abuela para cocinar unos postres perfectos

No importa si estás en un nivel de alta cocina o si das los primeros pasos en el mundo de las recetas, siempre es una buena idea contar con pequeños trucos para que cocinar sea más sencillo y efectivo. Así se demostró con el tip viral para que no se pegue la comida o las ideas para sacarle el máximo partido al microondas.

Un listado de ayudas para 'cocinillas' de cualquier nivel al que sumar un nuevo truco, que hará las delicias de los más golosos. Si se busca hacer un bizcocho, magdalena, tortita o galleta que tenga una masa esponjosa, que lo haga aún más agradable al degustarlo, este es el consejo que triunfa desde hace generaciones en el recetario de abuelos y de abuelas.

Se trata de algo tan común como usar bicarbonato, un producto que no para de hacerse viral en las redes sociales por sus múltiples usos. En esta ocasión, con un nuevo truco gastro de la cultura popular, vamos a analizar las claves del éxito del bicarbonato en la repostería.

El bicarbonato de sodio o NaHCO₃ es un compuesto químico alcalino que, al reaccionar con ácidos, libera dióxido de carbono, creando burbujas que leudan las masas (fermentan al reaccionar con la levadura) y aportan esponjosidad en la cocina y la repostería. Es decir, en términos de cocina, cuando el bicarbonato de sodio se combina con ingredientes ácidos, como el yogur, el limón o el vinagre, se produce una reacción química que libera dióxido de carbono en forma de burbujas.

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Así, esas burbujas se mezclan con la masa, haciéndola subir y logrando una textura esponjosa en los postres. Un proceso especialmente útil en recetas donde se busca una textura aireada, como en los bizcochos, magdalenas y otros tipos de pasteles. Aunque, este truco es muy versátil, pues se puede emplear en prácticamente cualquier receta que necesite un empujón extra para esponjarse.

Eso sí, no todo vale, ya que aunque el bicarbonato es un gran aliado en la repostería, es importante saber usarlo en la cantidad adecuada. Generalmente, con una cucharadita es suficiente para darle esponjosidad a un bizcocho de tamaño mediano. Si se usa en exceso, puede dejar un sabor amargo y alterar el resultado final de la receta.

Además, lo ideal es mezclarlo primero con los ingredientes secos y luego incorporar los ingredientes húmedos al final. Así, el efecto de esponjosidad se activa en el momento adecuado, justo cuando la masa está lista para entrar en el horno. Un truco muy sencillo que se pueden sumar a otras ideas de cocina que ayudan a conseguir un bizcocho o masa más esponjosa. Por ejemplo, tamizar la harina, no sobrebatir la mezcla una vez que se han añadido los ingredientes secos y controlar bien la temperatura del horno, evitando abrirlo mientras el bizcocho o postre esté subiendo, ya que el cambio de temperatura puede hacer que se hunda.