No se callan ni debajo del agua: estos son los rasgos de las personas que hablan mucho, según la psicología
Hay personas que tienen el don de la palabra y una gran facilidad para comunicarse, sin embargo hay otras que no pueden dejar de hablar por motivos menos optimistas
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Hay personas que pueden mantener una conversación durante horas, saltar de un tema a otro con facilidad y llenar silencios incómodos sin despeinarse. Este rasgo, que suele despertar simpatía o exasperación dependiendo del contexto, está más relacionado con la personalidad de lo que se cree. Y sí, según expertos, existen patrones comunes entre quienes no se callan ni debajo del agua.
Los psicólogos señalan que el hábito de hablar en exceso puede estar vinculado a una alta extraversión, uno de los cinco grandes rasgos de la personalidad. Las personas extrovertidas tienden a sentirse más cómodas en situaciones sociales, disfrutan compartiendo ideas, anécdotas o incluso pensamientos sin filtro. No es raro que también busquen constantemente la validación o el contacto humano, lo cual se traduce en un flujo verbal inagotable. Pero no se trata solo de ser extrovertido, debido a que algunos estudios apuntan a que también influye el nivel de ansiedad. Hablar mucho puede ser una estrategia inconsciente para aliviar tensiones internas o calmar la inseguridad en entornos sociales. Es decir, detrás de un discurso imparable puede esconderse la necesidad de sentirse escuchado o aceptado.
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Curiosamente, no todo exceso de charla implica una personalidad abierta o simpática. En ocasiones, el hablar sin parar puede estar relacionado con ciertos trastornos, como el TDAH o el trastorno bipolar, en los que la impulsividad y la hiperactividad verbal son síntomas recurrentes. Por eso, los especialistas subrayan la importancia de observar si ese torrente de palabras interfiere en la vida cotidiana, relaciones o desempeño profesional.
Para quienes conviven con personas muy habladoras, la clave está en la empatía y la comunicación clara. Establecer límites de manera respetuosa puede evitar malentendidos y preservar el equilibrio en las relaciones. Y para quienes se reconocen en ese perfil de verborragia crónica, quizás sea útil hacerse preguntas como: ¿estoy escuchando tanto como hablo? ¿Utilizo las palabras para conectar o para llenar un vacío? Hablar mucho no es un defecto en sí mismo, pero ser conscientes de cómo nos comunicamos puede mejorar tanto nuestra salud emocional como nuestras relaciones personales.
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