Gabriela Uriarte, nutricionista: "Estamos sobreexpuestos a nuestra propia imagen y, además, nuestro cerebro tiende al modo supervivencia"
Vernos mal en una foto antigua y pensar, años después, que no estábamos tan mal como creíamos es más habitual de lo que parece. Lo que
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Vernos mal en una foto antigua y pensar, años después, que no estábamos tan mal como creíamos es más habitual de lo que parece. Lo que en su momento fue rechazo hoy puede ser indiferencia o incluso aprecio.
La nutricionista Gabriela Uriarte ha compartido en redes una reflexión que interpela a muchas personas: cómo cambia nuestra percepción de una imagen propia con el paso del tiempo. Lo que en su momento nos disgustó, años después puede parecernos perfectamente bien.
“¿Cómo me podía ver tan mal si ahora veo esa foto y me veo estupendamente bien?”, se pregunta Uriarte en el vídeo. Reconoce que, pese a su formación y trabajo en el campo de la nutrición, “a mí también me pasa”. Y la realidad es que este tipo de inseguridades no desaparecen solo por saber de salud o alimentación.
Una de las ideas principales que plantea es que como seres humanos no estábamos preparados para vernos tanto como nos vemos ahora, entre fotos, vídeos, redes y cámaras. Esa exposición continua a nuestra imagen activa un mecanismo de alerta que el cerebro usa para detectar riesgos.
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“Nuestro cerebro tiende, en el modo tipo supervivencia, a fijarse en las cosas que ve que le pueden poner en peligro”, explica. En el contexto actual, esa amenaza se traduce en cualquier rasgo que no encaje con los estándares de belleza. “Todo aquello que en la foto identifica como algo que no encaja en el estándar”, dice Uriarte, se convierte en un foco de malestar.
Añade que el cerebro no solo detecta ese “fallo”, sino que lo amplifica. “Vas a ver siempre una visión y una versión muchísimo más exagerada” de lo que otros podrían ver en la misma imagen. Incluso sabiendo esto, admite que le cuesta hablar del tema: “Me siento súper vulnerable hablando de esto”.
Cómo somos físicamente no es lo importante. No es lo que marca
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En ese ejercicio de sinceridad, también recuerda que las diferencias físicas que tenemos forman parte de nuestra identidad. “Es lo que me permite vivir. Me guste o no me guste, es como soy”, dice. Y añade: “No he venido aquí a ser bonita ni a agradar a la vista. He venido aquí a vivir lo mejor posible y a pasar el ratico”.
Para quienes se sientan identificados, su consejo es simple: cuando una imagen propia te cause rechazo, “acuérdate de tu cerebro magnificándolo y sintiéndolo como un peligro. Recuérdale que tu cuerpo no es un peligro y que no está en peligro”.
Vernos mal en una foto antigua y pensar, años después, que no estábamos tan mal como creíamos es más habitual de lo que parece. Lo que en su momento fue rechazo hoy puede ser indiferencia o incluso aprecio.