Camila Casm, psicóloga clínica: "Decir 'no' activa en muchos una culpa aprendida desde la infancia. Nos enseñaron que complacer es igual a ser buenos"
Esta dificultad nace de una culpa aprendida desde la infancia, cuando se nos enseñó que complacer era sinónimo de bondad y que poner límites equivalía a decepcionar
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Decir “no” sigue siendo uno de los mayores retos emocionales para muchas personas adultas. Así lo explica la psicóloga clínica Camila Casm, que en una reciente publicación viral en redes sociales abordó por qué establecer límites genera tanta incomodidad y culpa. Su reflexión parte de una idea sencilla pero poderosa: aprender a decir “no” no es un acto de rechazo, sino de respeto propio.
Según Casm, ese malestar tiene raíces profundas. “Nos enseñaron que complacer es igual a ser buenos, y poner límites es decepcionar”, señala, apuntando a una culpa aprendida desde la infancia. Crecer bajo la idea de que el afecto se gana obedeciendo o complaciendo hace que, de adultos, muchos teman decepcionar o ser vistos como egoístas al negarse a algo. “A veces creemos que decir ‘no’ hará que los demás nos quieran menos o nos juzguen”, añade.
La especialista recuerda que decir “sí” constantemente no evita el conflicto, solo lo aplaza. Cuando una persona cede de manera habitual, termina acumulando agotamiento y resentimiento. “Postergar el conflicto genera un malestar mayor a largo plazo”, explica. Por eso, establecer límites claros no rompe los vínculos sanos: los ordena.
Aprender a negarse, sostiene Casm, también es un ejercicio de honestidad. “Significa reconocer tus límites, tus tiempos y tu energía sin disfrazarlos de disponibilidad infinita”, afirma.
Para empezar a practicarlo, la psicóloga propone dar pasos pequeños como, por ejemplo, tomarse tiempo antes de responder, usar frases sencillas como “ahora no puedo” o “no me es posible” y respirar antes de reaccionar por impulso. Cada negativa consciente, explica, ayuda a fortalecer la autoconfianza. “El malestar inicial es temporal; la paz que llega después, duradera”, constata.
La autora insiste en que poner límites también es cuidar lo que sí puedes ofrecer. Decir “no” no destruye vínculos reales, sino que permite mantener relaciones más auténticas, basadas en el respeto mutuo y no en la sobreexigencia emocional. Porque, como recuerda Casm, la paz interior llega cuando dejamos de complacer por miedo y empezamos a elegir desde la coherencia.
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Decir “no” sigue siendo uno de los mayores retos emocionales para muchas personas adultas. Así lo explica la psicóloga clínica Camila Casm, que en una reciente publicación viral en redes sociales abordó por qué establecer límites genera tanta incomodidad y culpa. Su reflexión parte de una idea sencilla pero poderosa: aprender a decir “no” no es un acto de rechazo, sino de respeto propio.