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Habla la amante de Ruiz-Mateos durante 12 años: “Fue el hombre de mi vida”
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quiso tener con ella un hijo

Habla la amante de Ruiz-Mateos durante 12 años: “Fue el hombre de mi vida”

Marta pasó a su lado casi 18 años. Primero como asistenta, luego como delegada comercial. Consiguió para él varios millones de euros. Se amaron a escondidas y ahora rompe su silencio

Foto: José María Ruiz-Mateos y Marta González (Fotomontaje de 'Vanitatis')
José María Ruiz-Mateos y Marta González (Fotomontaje de 'Vanitatis')

Marta González (Valencia, 1973) compartió 18 años de su vida con el empresario recientemente fallecido José María Ruiz-Mateos, a quien conoció siendo poco más que una adolescente. Sus modos de caballero, su sentido del humor jerezano y su permanente ostentación económica la sedujeron. Y no en sentido figurado. Fueron amantes. Comenzó junto a él como asistente personal y llegó a ser delegada en Valencia. Pero la caída de Nueva Rumasa a principios de 2011 la dejó sin nada. Como a tantos inversores. Quizá peor en su caso: ella denunció que su empleo durante los últimos años no figura en la Seguridad Social.

Marta presentó en 2012 contra José María Ruiz-Mateos y sus hijos varones una querella criminal en un juzgado de Madrid, acusándolos de delito contra la Hacienda Pública, la Seguridad Social, apropiación indebida y falsedad documental: “Se sobreseyó todo; no pude demostrar nada porque yo no constaba en ningún registro oficial. Cuando todo estalló, José María no me ayudó. Ahora, pesan más otros recuerdos y no le guardo rencor”, explica Marta en exclusiva a Vanitatis. “Hace un par de años me dijo por teléfono: El día que me muera, mi pensamiento será para ti. Hizo muchas cosas mal, desde luego, pero él fue el amor de mi vida”.

Un maduro seductor

“Lo conocí cuando tenía 16 años. Fui al mercado a comprar con mi madre y él estaba haciendo campaña electoral. Nos acercamos por curiosidad, como se le acercaba todo el mundo. Me dio una tarjeta con su teléfono. Con 19 años lo llamé para pedirle trabajo y me citó en Madrid. Era 1991”. Marta cuenta que conoció a un Ruiz-Mateos en plena forma, lejos del caricaturizado personaje en que llegó a convertirse en sus últimos años. El empresario había vuelto a la escena pública con una gran ambición y determinado a levantar el imperio que un día fue el mayor holding de España. Acababa de comprar el Rayo Vallecano y su partido político, Agrupación de Electores Ruiz-Mateos, le había dado dos escaños en Europa.

“En un principio me tenía como chica para todo, pues yo apenas había trabajado como aprendiza en alguna tienda. No era una relación sentimental lo que teníamos; más bien yo lo idolatraba. Me parecía un hombre muy valiente, capaz de desafiarlo todo. Me fascinaba el mundo de la empresa y lo admiraba profundamente. Yo era muy joven y no tenía ninguna experiencia en la vida”. Su salario como asistente y enfermera, 200.000 pesetas (1.200 euros), era justificado por el empresario ante su consejo de administración como óbolos a la Iglesia. “De muchas de sus operaciones no dejaba rastro; en general, era muy poco amigo de la tecnología. No le gustaba dejar nada importante escrito en la memoria de un ordenador y llegaba a tomar notas en servilletas de bar. Yo hacía recados, lo asistía, cada vez que se hacía cirugía era yo, que estudié enfermería, quien le quitaba los puntos de los ojos… Era un hombre muy presumido”.

Marta era joven, soltera y no tenía que dar explicaciones a nadie, pero tras casi seis años trabajando como asistente directa de Ruiz-Mateos, se hartó de una relación que no la llevaba a ninguna parte y le dijo adiós. El hecho que la movió a alejarse del magnate fue que él pretendió utilizarla contra un banquero para hacerle extorsión, según explica a Vanitatis. Aún conserva la carta en que trazaba el plan. “Me trató como una furcia y no me presté a ello. Al romper mi amistad con él pedí algunos préstamos para montar mi propia empresa y abrí una boutique. En ese tiempo, unos dos años, no dejó de llamarme insistiendo en que volviese con él y ofreciéndome el puesto de responsabilidad en Valencia. Finalmente, acepté y me convertí en delegada del área de expansión en Valencia de Nueva Rumasa. Era 1999”.

En esta segunda etapa Marta –que continuó su relación íntima con el empresario hasta que se echó un novio que se convertiría en su marido– se dedicaba a las visitas comerciales, reuniones con inversores y captación de clientes. Hoy, no queda ni rastro del que fue su trabajo durante esos 12 años. Asegura que cobraba en negro con toda la confianza puesta en el carisma del empresario gaditano. No necesitaba más. Otras fuentes confirman a Vanitatis este proceder. Así nos habla un abogado que prefiere no desvelar su nombre: “Era un teatro tan perfecto el que tenía desplegado que la gente depositaba el dinero en sus manos hasta sin firmar documentos. Una cliente me dijo que le dio tres millones de euros, en su casa, sin firmar ningún papel. Esa apariencia que ellos mostraban era tan perfecta, que convencía a todo el mundo”.

José María en la intimidad

“José María Ruiz-Mateos era un hombre muy cariñoso, pasional y caballero. Siempre lo diré. Incluso quiso tener un hijo conmigo y pretendía reconocérmelo. Pero yo era muy joven y no quería complicarme ni complicarle la vida”. También era celoso: “Hemos estado en una mesa de negociaciones y cuando algún empresario me ha prestado demasiada atención en su presencia, ha llegado a reprocharle: ¿Qué pasa? ¿Te quieres tirar a Marta?. Años después, supo que me casaba e investigó para saber quién era mi marido y ponérmelo verde”. Marta y José Mª Ruiz-Mateos se veían íntimamente en hoteles. En Madrid, su nido de amor se repartía entre los Holiday Inn, Meliá Castilla y Cuzco, donde él tuvo despacho: “Recuerdo perfectamente los números de habitación: 501 y 901”, rememora Marta. “O me llamaba desde Barcelona o Bilbao para que cogiese un avión y me reuniese con él. “Niña, ven que ya tardas”. A veces, para escabullirse sin ser vista, se disfrazaba de chico como él le enseñó a hacer. El veterano empresario se divertía tanto como ella. “No sé yo si con esas caderas te queda bien el traje”, recuerda que bromeaba.

Según afirma Marta que le dijo el empresario, este no tenía buena relación con su mujer, Teresa Rivero. Como se trataba una familia del Opus, Marta defiende asimismo las salidas de tono de aquel Ruiz-Mateos vestido de Superman que clamó toda la vida contra la expropiación que sufrió en 1983: “Era un gran empresario y majadero también, pero ¿qué otro modo tenía de llamar la atención sobre la injusticia que se cometió con él?” Con un suspiro, Marta confiesa que está convencida de que llegó a quererlo de modo más sincero que sus propios hijos.

El ejemplo de Marta

“En las reuniones de la mansión de Somosoguas siempre me ponía ante sus hijos como ejemplo, por buena trabajadora y por no ser una advenediza. ‘Mirad a Marta, podría ser rica pero ni pide ni exige’. Por eso la mayoría me cogieron manía; despuntaba más que ellos. Luego él me guiñaba el ojo. Eso me llenaba más que cerrar el propio negocio”, recuerda Marta. “Yo cumplía con mis funciones y sus hijos me trataban cordialmente. El día que me despidieron me dijeron que sentían mucho mi situación, pero que no había dinero para pagarme”.

Marta recuerda una de sus últimas conversaciones por teléfono: “Era un hombre muy confiado. Cuando cayó Nueva Rumasa, le dije: José María, no es que te persigan fantasmas. Es que los tienes en tu propia familia. Le dolía todo el daño que sus hijos causaron a tantas familias y no quería morir como un estafador. Si les perdonaba todas las fechorías, es porque, al final, era su padre. Pero se arrepintió muchísimo de haberles cedido el imperio en lugar de a otros colaboradores. Eso me lo dijo la última vez que hablamos”. En este punto, el relato de Marta coincide con Joaquín Yvancos, que fue abogado del empresario durante 27 años y que en 2013 presentó el libro Una familia ideal, explicando los entresijos del clan Ruiz-Mateos.

No habrá paz para los magnates

Cuando Nueva Rumasa entró en concurso de acreedores, en 2011, trató de salvar los muebles en lo posible, proponiendo una reunión entre los hijos y los inversores. “Yo fui la primera estafada. Si llego a saber todo eso, no vendo un puto pagaré. He estado atendiendo a otros afectados durante muchos meses, dándoles ánimos, porque en Valencia mi despacho era mi casa y aquí han seguido viniendo. Pero a los hijos de José María todo les daba igual. Son de cartón piedra. Mientras el padre llevaba los mismos trajes durante años y le daba dinero a quien se lo pedía, ellos no dejaban de dilapidar. No solo ellos, José María tenía muchos chupópteros alrededor que lo sangraban”. La última vez que se vieron fue hace cuatro años. Marta ha vuelto a la enfermería. Retomó sus estudios y estos días comenzará un curso de especialización en un centro de Párkinson y Alzhéimer. “Deseo que descanse en paz aunque sé que ni muerto lo van a dejar. Su supuesta hija y su madre quieren heredar”.

Marta González (Valencia, 1973) compartió 18 años de su vida con el empresario recientemente fallecido José María Ruiz-Mateos, a quien conoció siendo poco más que una adolescente. Sus modos de caballero, su sentido del humor jerezano y su permanente ostentación económica la sedujeron. Y no en sentido figurado. Fueron amantes. Comenzó junto a él como asistente personal y llegó a ser delegada en Valencia. Pero la caída de Nueva Rumasa a principios de 2011 la dejó sin nada. Como a tantos inversores. Quizá peor en su caso: ella denunció que su empleo durante los últimos años no figura en la Seguridad Social.

José María Ruiz-Mateos Seguridad Social Rayo Vallecano
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