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Don Juan Carlos no vuelve a España... y decían que no era un exilio
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FAMILIA REAL ESPAÑOLA

Don Juan Carlos no vuelve a España... y decían que no era un exilio

Ya nadie duda de que el emérito ha estado desesperadamente dispuesto a volver. Pese a que todo el mundo lo daba ya por hecho, no le han dejado

Foto: El rey Juan Carlos, en una foto de archivo. (Limited Pictures)
El rey Juan Carlos, en una foto de archivo. (Limited Pictures)

Si de algo ha servido este patético episodio del rey que ya no puede reinar, o sea, del anciano ex jefe de Estado que tanto empeño y publicidad puso a su deseado regreso a casa por Navidad, es para confirmar que la pena de exilio no prescribe. Al menos de momento, esta no parece una excepción en la historia.


Cierto es que tanto Isabel II como su madre, la regente (“reina gobernadora”) María Cristina, pudieron regresar puntualmente de París en varias ocasiones, pero los titulares de la Corona restaurada, Alfonso XII y Alfonso XIII, guardaron las distancias con sus predecesoras para siempre; y este último ni siquiera estuvo presente en las exequias de su abuela antes de que el regio cuerpo fuera repatriado a El Escorial. Claro que ambas fueron afortunadas en comparación con Carlos IV, que tanto lloró en balde a su hijo, Fernando VII, para que le dejara volver de Roma. Y es que, a diferencia de otras monarquías, la española ha sido tradicionalmente más cruel que sangrienta en la enmienda de sus errores.

Foto: El rey Juan Carlos, en el funeral de su hermana, la infanta Pilar. (EFE)

En materia de errores, con ser graves, los de Juan Carlos pasarán a los libros probablemente en forma de adendas. Casi notas a pie de página de las traiciones –tanto Carlos IV como Fernando VII entregaron la corona a Napoleón mientras el pueblo luchaba por la independencia–, las corruptelas –fueron los “negocios” lo que le llevaron a su expulsión de España a la ex reina gobernadora– y los adulterios de sus ancestros del XIX –baste recordar que el padre de Alfonso XII, un oficial de la Reina, respondía al nombre de Enrique Puigmoltó–. Además, el legado histórico del ‘rey de la democracia’ es ya en términos políticos, sociales y económicos infinitamente superior al de los demás Borbones, incluido Carlos III.

placeholder El rey Juan Carlos I. (Reuters)
El rey Juan Carlos I. (Reuters)

Pero se diría que es la misma maldición dinástica la que, una vez más, parece ceñirse ahora sobre el penúltimo de los reyes. Y eso que ocupó un eslabón con suerte en la cadena: Carlos IV se exilió, Fernando VII volvió del exilio, Isabel II se exilió, Alfonso XII volvió del exilio, Alfonso XIII se exilió y Juan Carlos I volvió del exilio. No faltaban políticos en España que elucubraban con el peligro de esta determinación histórica para Felipe VI. Lo que nadie adivinó hasta este mismo año 2020 es que el exilio se convirtiera en camino de ida y vuelta para un mismo rey: Juan Carlos.

Ninguno de los soberanos que abandonaron España lo hicieron por gusto, sino forzados, y mucho, por las circunstancias. Y así ocurrió incluso con los que declararon hacerlo voluntariamente –“todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra, agravan y perpetúan los males de la nación son españoles”, se lamentaba en su carta de despedida, de vuelta a Italia, el rey Amadeo de Saboya–. En nuestro caso contemporáneo, el padre del monarca escribió en agosto que se iba –a los lejanos Emiratos Árabes, según se supo dos semanas después– para “facilitar el ejercicio de sus funciones” a su hijo.

placeholder Felipe VI y Juan Carlos. (Getty)
Felipe VI y Juan Carlos. (Getty)

En aquella fecha estival los socios republicanos del Gobierno se quejaron de lo que consideraban una huida en toda regla de sus presuntas responsabilidades penales. Y a la vez, el propio entorno del emérito se esforzaba en subrayar la voluntariedad del traslado, así como su disposición y, más aún, su pleno albedrío para decidir su regreso. Pues bien, al cabo de cinco meses, ambas tesis quedaban esta semana descartadas. La primera, porque ya nadie duda de que el emérito ha estado desesperadamente dispuesto a volver. La segunda, porque, sencillamente, y pese a que todo el mundo lo daba ya por hecho, no le han dejado.

Siempre habrá quien acepte sin rechistar la explicación de la pandemia, pero es un hecho que la regularización fiscal del rey Juan Carlos –una eficaz salvaguarda jurídica, ciertamente– solo ha aumentado la presión política y mediática sobre su hijo, el monarca. Era muy comprensible del deseo del emérito, pero era impensable su vuelta sin la aprobación expresa de Zarzuela y Moncloa. Puede que a estas alturas la Casa haya constatado el error que supuso ceder a la presión del Ejecutivo y forzar la salida del emérito, no ya de palacio, sino de España. Pero hay decisiones, graves e históricas como esta, que no parecen tener marcha atrás.

Si de algo ha servido este patético episodio del rey que ya no puede reinar, o sea, del anciano ex jefe de Estado que tanto empeño y publicidad puso a su deseado regreso a casa por Navidad, es para confirmar que la pena de exilio no prescribe. Al menos de momento, esta no parece una excepción en la historia.

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