Las dudas tras la muerte del duque de Edimburgo: ¿quién heredará sus títulos?, ¿abdicará la reina?
Cierto es que el fallecimiento del marido de la soberana no afecta a la línea de sucesión. Tampoco crea grandes cuestiones constitucionales porque no era el jefe de Estado
El príncipe Eduardo, de 57 años, es el gran desconocido de la monarquía británica. Se trata del hijo menor de los cuatro que tuvieron el príncipe Felipe e Isabel II. Es el más discreto, el que no ha protagonizado escándalos, el único que nunca se ha divorciado. Su papel siempre ha estado más en la sombra. Pero, a partir de ahora, será el nuevo duque de Edimburgo. Es él quien heredará el título más simbólico que tenía su padre. ¿Qué hay detrás de esta historia?
Cierto es que el fallecimiento del marido de la soberana no afecta a la línea de sucesión. Tampoco crea grandes cuestiones constitucionales porque no era el jefe de Estado. El duque llevaba apartado de la vida pública desde agosto de 2017 y estaba a punto de cumplir los 100 años. Debido a su avanzada edad y a los problemas de salud, que le llevaron recientemente a estar un mes hospitalizado, la noticia de su fallecimiento este viernes tampoco ha pillado por sorpresa. Pero sí se abren ahora ciertas incógnitas. Y la herencia de los títulos es una de ellas.
De entre todos los reconocimientos que tenía el esposo de Isabel II, el título de duque de Edimburgo era uno de los más especiales, sobre todo, por su valor sentimental. Se le fue otorgado días antes de su boda, por el propio rey Jorge VI, padre de la novia. Por cierto, aquel 20 de noviembre de 1947, el día del enlace, el rey comentó en la intimidad a uno de sus amigos: “Me pregunto si sabe realmente dónde se está metiendo. Un día, Lilibet (así llamaba a su hija) será reina y él será consorte. Y eso es más difícil que ser rey, pero creo que es el hombre adecuado para ello”. No se equivocó.
De acuerdo con las llamadas Cartas Patentes, en principio, debería ser el primogénito, el príncipe Carlos, quien lo heredara ahora. Sin embargo, con el eventual ascenso de Carlos al trono, el título se fusionaría con la Corona, por lo que puede ser otorgado a otro miembro de la familia real. Y tanto Isabel II como su esposo decidieron desde hace ya tiempo que fuera para su hijo pequeño.
Cuando en 1999 el príncipe Eduardo contrajo matrimonio con Sophie Rhys-Jones, recibieron los títulos de conde y condesa de Wessex. Pero ya entonces se decidió que, llegado el momento, sería el próximo duque de Edimburgo. Y el momento ha llegado ahora. El príncipe Eduardo es el que ha seguido los pasos de su padre al asumir a lo largo de los últimos años muchos de sus patrocinios ante las más de 800 ONG que en su día llegó a representar el marido de la soberana. Se trata, por tanto, de un reconocimiento a su servicio a la Corona. Tanto para él como para su mujer, que se convertirá también en duquesa de Edimburgo, un título de cortesía que ostentaba hasta ahora Isabel II.
Pese a todos los escándalos protagonizados, el príncipe Andrés, el tercero de los hijos, siempre ha sido el favorito de la monarca. Pero, en cuestión de nueras, Sophie Rhys-Jones, la mujer del príncipe Eduardo, está claro que es el ojito derecho de la soberana. Hija de un vendedor de automóviles jubilado y una secretaria irlandesa, Sophie era responsable de su propia agencia de relaciones públicas antes de formar parte de la familia real. Y sus habilidades han sido de gran ayuda a la monarquía.
Aunque quizá más desconocido de cara al público, su papel en las recepciones oficiales es crucial. Es ella, por ejemplo, quien se encarga de que los consortes reales siempre estén atendidos. Cuando en junio de 2019, Felipe VI fue investido nuevo caballero de la Orden de la Jarretera, la congregación creada por Eduardo III de Inglaterra en 1348 y convertida hoy en la más antigua y prestigiosa del Reino Unido, fue Sophie quien estuvo pendiente en todo momento de la reina Letizia cuando, por protocolo, el rey debía estar en algunos momentos en otro lugar. Sophie ha ido ganando cada vez más peso y, tras la salida de Harry y Meghan de palacio, Isabel II se ha apoyado muchas veces en su nuera para diferentes actos.
Por otra parte, otra de las grandes cuestiones que se plantea ahora tras la muerte del príncipe Felipe es qué va a pasar con la soberana. ¿Ha llegado el momento de abdicar? Isabel II siempre ha dicho que su marido era su “fortaleza” y “guía”. Nunca ha sido una persona que exprese sus sentimientos en público, pero durante su aniversario de bodas de oro en 1997 hizo una excepción y ante los 300 invitados que acudieron al almuerzo organizado en Banqueting House, dio las gracias a su consorte por estar siempre a su lado: “No acepta fácilmente elogios, pero ha sido mi apoyo durante todos estos años. Yo, toda su familia, este y muchos otros países le debemos una deuda mayor de lo que jamás reclamaría o sabremos alguna vez”.
El próximo 21 de abril, Isabel II cumplirá 95 años. Algunos expertos consideran que, con el fallecimiento de “su gran pilar”, ahora se podría acelerar la sucesión, cediendo finalmente al príncipe Carlos (72 años) el testigo. Pero otros analistas creen que, mientras la salud se lo permita, la reina seguirá con una agenda que, paradójicamente, no ha hecho más que incrementarse en tiempos de pandemia.
Lo cierto es que, durante los 69 años que dura ya su reinado -el más largo de la historia del Reino Unido-, la soberana ha demostrado en multitud de ocasiones que vive por y para la Corona. Aunque la estoicidad que demostró recientemente durante el mes en el que su marido estuvo hospitalizado fue digna de mención.
El 1 de marzo, saltaban todas las alarmas cuando el príncipe Felipe fue trasladado del hospital privado King Edward VII al centro público St Bartholomew para someterse a una operación por una afección cardiaca preexistente. Pero la soberana siguió con sus obligaciones. En ningún momento quiso cancelar la videoconferencia con el gobernador de Australia, Hieu Van Le, y el primer ministro, Steven Marshall, para inaugurar una estatua a tamaño real inspirada en ella, como jefe de Estado, ya que Australia pertenece a la Commonwealth.
Con un dominio perfecto de las tecnologías, quizá no lo más normal para una persona de 94 años, y un aspecto impoluto, Isabel II se permitió incluso realizar alguna broma: “Quizá haya alguien que se haya asustado al ver la estatua de repente ahí al otro lado de la ventana… Uno pensaría: ¿ha llegado inesperadamente?”.
Es cierto que la abdicación nunca ha sido una tradición en la monarquía británica. Aunque a principios de 2014, Palacio anunció la fusión de las oficinas de prensa de Isabel II y el príncipe Carlos, una decisión que se enmarcó como una “sucesión tranquila”. Desde entonces, la reina ha reducido al máximo sus viajes al extranjero y la agenda del heredero cada vez es más apretada. Pero eso no indica que la monarca, que además es máxima autoridad de la Iglesia anglicana, tenga alguna intención de retirarse.
Y eso que los últimos años no están siendo precisamente fáciles. El príncipe Andrés, del que dicen es su hijo favorito, ha tenido que ser apartado de la agenda oficial tras verse salpicado de lleno por el escándalo de abusos a menores del 'caso Epstein'. Y, por su parte, la salida definitiva del príncipe Harry y Meghan no ha sido lo que se dice tranquila.
El príncipe Eduardo, de 57 años, es el gran desconocido de la monarquía británica. Se trata del hijo menor de los cuatro que tuvieron el príncipe Felipe e Isabel II. Es el más discreto, el que no ha protagonizado escándalos, el único que nunca se ha divorciado. Su papel siempre ha estado más en la sombra. Pero, a partir de ahora, será el nuevo duque de Edimburgo. Es él quien heredará el título más simbólico que tenía su padre. ¿Qué hay detrás de esta historia?
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