Los 90 años de Michiko de Japón, la emperatriz querida por todos menos por su suegra
La madre del actual emperador puede celebrar su cumpleaños en casa después de haber sido operada hace un par de semanas por una fractura de fémur
Aunque últimamente ha protagonizado titulares por sus problemas de salud, este domingo lo hace por otro motivo. Michiko de Japón llega a los 90 años y tiene muchas razones para celebrarlo. La emperatriz emérita pasaba hace poco por el hospital por una fractura grave en el fémur. Tras una intervención quirúrgica y varios días de ingreso, recibir el alta para volver a palacio y continuar allí con su rehabilitación.
Lo cierto es que no es la primera vez que su nombre está en los titulares por su salud. Solo en los últimos años, hemos tenido que hablar de cáncer de mama, cardiopatías, cataratas o covid. Pero sus problemas han sido relativamente frecuentes desde entró a formar parte de la familia imperial, un paso decisivo en su vida y que tuvo mucho que ver en su malestar físico y mental.
Porque de Michiko se puede decir que es una emperatriz querida por todos y muy respetada por el pueblo japonés. Pero no por su suegra, causante de algunos de esos trastornos que hemos mencionado.
Cierto es que hoy en día tenemos integrado que las monarquías actuales sean una especie de mestizaje, con plebeyos convertidos en reyes consortes, príncipes y princesas. Pero hay que tener en cuenta que estamos hablando, primero, de hace siete décadas; segundo, del trono de Japón, el más rígido en cuanto a tradiciones y reglas.
Así que, cuando Michiko y Akihito se conocieron, a finales de la década de los 50, no lo tuvieron precisamente fácil. Y no solo por la idiosincrasia de la Casa Imperial, sino por la oposición frontal al noviazgo de la emperatriz Nagako, la esposa de Hirohito y madre de Akihito. Se negaba a que su hijo se casara con una plebeya, que sería la primera en entrar en la ancestral institución en 2.500 años.
De hecho, hasta se tomaron medidas para distanciarlos físicamente. La familia de Michiko la envió a Reino Unido a estudiar dos másteres y, en ese tiempo, el servicio de palacio bloqueó la correspondencia entre la pareja. Con lo que no contaban era con que Akihito tendría la complicidad del rey Balduino de Bélgica para hacerle llegar sus cartas. Finalmente, y gracias al inmenso apoyo popular, consiguieron que el Consejo de la Casa Imperial diera luz verde a su compromiso en 1958, anunciando la boda para el año siguiente.
Pero claro, esto no supuso la aprobación inmediata de la emperatriz Nagako. Michiko siguió recibiendo fuertes presiones de su suegra, a pesar de que no tardó mucho en dar un heredero que asegurara la continuidad de la monarquía, una cuestión vital para la institución y que ha traído muchos dolores de cabeza a la actual emperatriz. Y es que, el hecho de que no fuera una royal al uso -mucho menos si tenemos en cuenta la meticulosidad del Trono del Crisantemo- no le hizo ganarse su favor, todo lo contrario.
De hecho, esas presiones derivaron en numerosos problemas de salud. Michiko llegó a perder el habla en dos ocasiones debido a ansiedad y estrés, primero en 1960 y luego tres años después. También ha arrastrado muchísimas dolencias gastrointestinales y no se nos puede olvidar que sufrió un aborto en 1963, una época que no fue nada fácil ni para ella ni para su marido.
Lo bueno es que, a pesar de que no contaba con el apoyo de su suegra, sí lo tenía del pueblo japonés, que la ha respetado hasta hoy, quizá precisamente por lo que causaba rechazo a su suegra, el no ser una royal al uso. Además de tener carrera universitaria, escribía poesía y publicó cuentos para niños. Uno de sus poemas más conocidos es el que compuso tras el nacimiento de su primogénito, en 1960, 'Nana del árbol de seda'.
Tampoco ella se molestó en adaptarse fielmente a lo que se esperaba de una aristócrata -las únicas que hasta entonces podían casarse con un miembro de la Casa Imperial- y tomó muchas decisiones que rompían radicalmente con arraigadas tradiciones. Una de ellas, muy criticada por los sectores más clásicos: Akihito y Michiko prefirieron criar ellos mismos a sus hijos en lugar de dejarlos con preceptores e institutrices, como había sido habitual hasta entonces.
Una mujer frágil de aspecto y con una sensibilidad exquisita que no tardó en conquistar a los japoneses. La encarnación de valores tradicionales como la modestia y la pureza y su fuerte sentido del deber para con la institución le han hecho ser una figura muy querida y respetada en el país desde que pasó a formar parte de la Familia Imperial hasta nuestros días.
En los últimos años ha disfrutado de la tranquilidad que supone no ostentar el trono. Su marido abdicó hace cinco años y su vida se ha reducido a esos pequeños placeres en los que no podía recrearse cuando era emperatriz. Da dos paseos diarios, uno por la mañana y otro por la tarde, por los preciosos jardines del Palacio Sento junto a su marido y no ha renunciado a la lectura a pesar de los 90 años que cumple este domingo.
Allí celebra precisamente esta fecha tan redonda, tras ser dada de alta del hospital, solo unos días después de ser operada de la grave fractura que sufrió por una caída. Un nuevo ingreso que ha vuelto a superar a pesar de esa aparente fragilidad física que tampoco le impidió nunca plantar cara, a base de trabajo y actitud, a la animadversión de su suegra.
Aunque últimamente ha protagonizado titulares por sus problemas de salud, este domingo lo hace por otro motivo. Michiko de Japón llega a los 90 años y tiene muchas razones para celebrarlo. La emperatriz emérita pasaba hace poco por el hospital por una fractura grave en el fémur. Tras una intervención quirúrgica y varios días de ingreso, recibir el alta para volver a palacio y continuar allí con su rehabilitación.
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