Palacio Imperial de Tokio: así es la jaula de oro de la emperatriz Masako de Japón
La residencial oficial de la familia imperial japonesa es un oasis de tradición e historia en el centro de Tokio. Un escenario donde la emperatriz Masako ha encontrado la paz
A pesar de contar con un encanto especial y único, la mayoría de los palacios reales europeos tienen una esencia compartida, como vemos en el palacio de los reyes de Holanda o el Palacio Real de Dinamarca. No por ello son menos bellos o importantes desde el punto de vista arquitectónico, pero quizás para los ojos occidentales no son tan sorprendentes como el Palacio Imperial de Tokio.
La residencia oficial del emperador Naruhito y su mujer, la emperatriz Masako, no solo es una atracción turística de gran valor artístico, sino también la vivienda de la familia imperial y su centro de operaciones, con oficinas, despachos y gabinetes.
Un oasis en medio de la jungla de asfalto de Tokio que durante años se convirtió en la jaula de oro de la emperatriz, ya que sus escasas salidas públicas a causa de su enfermedad le hacían permanecer casi siempre entre los muros y los jardines del palacio.
Ubicado en pleno centro de la ciudad, entre rascacielos, neones y grandes avenidas, el contraste es aún mayor. Por eso, queremos viajar hasta Tokio para conocer qué se esconde entre los milenarios muros de piedra que hacen de muralla de este enclave único.
El Palacio Imperial de Tokio, menos famoso que el de Kioto, es conocido oficialmente como El Kōkyo (traducido, residencia imperial) y se encuentra en unos preciosos jardines de más de un km² en el céntrico distrito de Chiyoda. Allí se situaba también el antiguo castillo de Edo (el antiguo nombre de Tokio), del que aún se pueden ver algunas ruinas.
El actual Palacio Imperial fue construido en 1868, cuando la capital del país se trasladó de Kioto a Tokio. Aunque el que vemos ahora mismo no es el original, ya que la mayor parte del mismo fue destruido en la II Guerra Mundial. Ahora esta reconstrucción ocupa el mismo espacio que el anterior castillo Edo y, adaptándose a los tiempos, tiene una disposición más moderna y práctica que otros palacios de la realeza más antiguos.
La mayoría de las estancias del palacio no son visitables al público, ya que se encuentran en uso tanto como vivienda real como por los funcionarios de la Agencia de la Casa Imperial, aunque, dos días al año, el día del cumpleaños del emperador y el día de Año Nuevo, se abre la puerta de Kikyomon y sí puede conocerse una gran parte.
Centrándonos en su distribución, El Kōkyo está dividido en un complejo con seis alas, como el salón de funciones para los asuntos del estado (Seiden), una sala oficial de recepciones (Chōwaden) o la oficina de trabajo del emperador.
Todas ellas decoradas con obras de famosos artistas nipones del último siglo, como el prestigioso pintor Seison Maeda, basándose en el arte nihonga. La técnica de pintura tradicional japonesa que se basa en las técnicas de más de mil años de antigüedad.
Muchas de ellas son grandes murales que adornan las paredes de estancias enteras, como hemos podido ver en el comedor de gala del Palacio Imperial cuando se han celebrado eventos, como la visita de Estado de los Reyes de España.
Además, como buen palacio, cuenta con una sala del trono, especial para las grandes ceremonias, y el complejo (Matsu-no-Ma), donde se celebran las audiencias entre el emperador y el primer ministro, los embajadores o miembros del Tribunal de Justicia.
La majestuosidad del actual Palacio Imperial de Tokio quizás no es la esperada, en comparación con el mencionado de Kioto, por ejemplo, pero sus jardines hacen que no sea para nada mundano.
Así, como hemos podido ver en los paseos de Mary Donaldson y Federico de Dinamarca por ellos, toda el área verde que rodea al palacio nipón es increíble. La mayor parte de ella está abierta como parque público, los Jardines del Este, pero otra zona solo se puede visitar con entrada previa, los Jardines Orientales del Palacio Imperial.
Un área de más de 210 000 m² que alberga el último jardín del periodo Edo (llamada así también la anterior dinastía reinante) que queda en Japón. Además, existe una tercera zona verde que es la de uso privado para el emperador y su familia.
A través de todos ellos nos encontramos con diversos edificios oficiales, la casa de té de Suwano, el Museo de las Colecciones Imperiales, el departamento de música y sala de conciertos de Gakubu, aunque una de las joyas de la corona es la antigua torre de vigilancia.
Al cruzar el foso de las flores de loto por el famoso puente Nuji llegamos a este símbolo de Tokio desde el que se pueden admirar unas increíbles vistas al monte Fuji. Un entorno imprescindible en una visita a la ciudad para descubrir tanto la tradición como la modernidad nipona.
A pesar de contar con un encanto especial y único, la mayoría de los palacios reales europeos tienen una esencia compartida, como vemos en el palacio de los reyes de Holanda o el Palacio Real de Dinamarca. No por ello son menos bellos o importantes desde el punto de vista arquitectónico, pero quizás para los ojos occidentales no son tan sorprendentes como el Palacio Imperial de Tokio.