Tarifa: siete razones para ir a este paraíso veraniego (más allá del surf y los mojitos)
Las ruinas de la ciudad romana de Baelo Claudia, la ensenada de Bolonia, las puestas de sol, las callejuelas del casco histórico, la imponente alcazaba... Aquí solo se puede ser feliz
El verano es Tarifa, con perdón de Ibiza y todos sus ritos, incluidos los gastro-orgiásticos, porque pocos sitios pueden presumir de estar entre dos mares, allí donde las aguas del Mediterráneo se hacen atlánticas y viceversa, y donde África casi se puede tocar. El pueblo blanco arrimándose al continente negro. No podíamos sino incluirlo entre nuestros candidatos a ser el más bonito de España, junto a Mojácar, Cadaqués, Combarro, Altea o Ribadesella. Te decimos por qué tienes que ir a Tarifa ya pero ya, más allá del surf y los mojitos. Pasarás Marbella, San Roque, La Línea y Algeciras, si vas desde Málaga. Y San Fernando, Chiclana, Conil, Vejer, Barbate y Zahara, si lo haces desde Cádiz. Y arribarás a la Costa de la Luz. No tardarás en saber por qué la llaman así.
1. Esto es el sur más sur de Europa
No todos los días se está en el punto más meridional de Europa, así que prepárate para esta emoción. Recuerda aquella vez que estuviste en el Cabo da Roca, el más occidental del viejo continente, en las proximidades de Lisboa, allá en Portugal, o cuando llegaste al más oriental, en nuestro Cabo de Creus, saliéndonos ya del mapa por la tierra de Dalí. Esta vez la cosa se pone muy muy sureña: esto es Cádiz y se nota.
2. ¡Está lleno de tesoros!
Empezando por los restos prehistóricos, como las pinturas de la Cueva del Moro y la necrópolis de los Algarbes, siguiendo por la magnífica Baelo Claudia, ciudad romana que fue al lado del mar, hasta dar con las murallas en dos tramos bien diferenciados que la hacen todavía más especial de lo que es. Te entrarán ganas infinitas de lanzarte a su conquista, como en aquel tiempo de temidos piratas. Sobre todo ante la fortaleza erigida en la parte más alta de lo viejo por orden del califa Abderramán III de Córdoba, conocida como castillo del Guzmán el Bueno, que fue quien la defendió del asedio musulmán durante el siglo XIII. Todo un mirador sobre el Estrecho.
3. Colecciona benditas playas
Que no son solo un santuario para los amantes del windsurf, el kitesurf, el flysurf y demás modalidades deportivas a merced del viento, sino también para tu dulce no hacer nada y tu aún más dulce vagar. La playa Chica; la de los Lances, que es Paraje Natural (y protegido), por donde las aves van y vienen en su periplo migratorio; Valdevaqueros; el maravilloso arenal de Bolonia, cuya duna es Monumento Natural (con mayúsculas), con más de 30 metros de altura; el Cañuelo, que amarás, con su arena fina y sus aguas de postal, a la que se llega desde el faro de Camarinal, o la de los Alemanes, que va desde el Cabo de la Plata hasta el de Gracia. La naturaleza aquí se muestra en su esplendor: ahí están también el Parque Natural de los Alcornocales y el del Estrecho.
4. Presume de callejuelas
Además de salidas al mar y playas, Tarifa tiene calles estrechas y laberínticas, para evitar el viento, por las que perderse para encontrar placitas, casas típicas de zaguán de entrada y patio, edificios barrocos, barecitos con encanto (y tapas a gogó), tiendas guays y mucho ambiente. Hay que patearse la Silos, la Cilla, la de Jerez o la de Sancho IV el Bravo, conocida como la Calzada. Como el Albaicín granadino, salvando las distancias, pero con rollo marítimo y surfero. Porque, sí, Tarifa es también moruna.
5. Podrás comer de lujo junto al mar
No vamos a presumir de ser Colones si a estas alturas ponemos a Baelo Claudia en el mapa, estaríamos locos cual romanos (ay, Astérix), pero quizá sí si le damos al zoom y vemos junto a las ruinas de la magnífica ensenada de Bolonia un restaurante de cuyo nombre querremos acordarnos siempre: el Otero. Ya más que una casa de comidas, donde gozar del atún encebollado, el choco en salsa, la tortillita de camarones, el calamar de potera y otros clásicos del lugar junto al mar, es toda una institución (el primer chiringuito de Bolonia). Como lo fue su fundador, Isidoro Otero, otra institución; el primer vigilante del recinto arqueológico, que también supo hacer historia a su manera (pregunten, pregunten).
6. Verás la mejor puesta de sol
Tarifa es una gran playa (35 kilómetros de costa), aunque también tenga bosque (los ya mencionados Alcornocales, guardándole las espaldas). Y esta vez no nos vamos a la Chica ni a los Lances ni a Valdevaqueros, sino a las calas recogiditas de Punta Paloma, adonde no llegan los coches, ni los chiringuitos y ni tan siquiera el viento, con la única y épica misión de ver la puesta de sol. Realmente esto es el paraíso: fina arena dorada, aguas color turquesa, rocas por aquí y por allá, embelleciendo y cómo el paisaje.
7. Y te podrás alojar en un hotelito encantador
Habíamos dicho que este pueblo es moruno, pues aquí está The Riad (desde 120 euros), una casa palacio del siglo XVII en pleno casco histórico, con fachada pintada al fresco, donde podrás elegir una habitación Caravasar, todo muy '1001 noches', y una increíble terraza en la que hay hasta música en vivo. En el mismo centro, el hotel Aristoy (desde 130 euros), con solárium, restaurante, terraza y mucho diseño; lujo tarifeño a más no poder. Y aquí también, pero en el km 78 de la N-340, el Hurricane (desde 180 euros), con jardines, piscina, palmeras y chiringuito con vistas al mar. Tarifa, ya se sabe, es tierra de surf y chiringuitos chiringuitos, no beach clubs.
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El verano es Tarifa, con perdón de Ibiza y todos sus ritos, incluidos los gastro-orgiásticos, porque pocos sitios pueden presumir de estar entre dos mares, allí donde las aguas del Mediterráneo se hacen atlánticas y viceversa, y donde África casi se puede tocar. El pueblo blanco arrimándose al continente negro. No podíamos sino incluirlo entre nuestros candidatos a ser el más bonito de España, junto a Mojácar, Cadaqués, Combarro, Altea o Ribadesella. Te decimos por qué tienes que ir a Tarifa ya pero ya, más allá del surf y los mojitos. Pasarás Marbella, San Roque, La Línea y Algeciras, si vas desde Málaga. Y San Fernando, Chiclana, Conil, Vejer, Barbate y Zahara, si lo haces desde Cádiz. Y arribarás a la Costa de la Luz. No tardarás en saber por qué la llaman así.
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