Que tu champú haga espuma no es sinónimo de limpieza

Tenemos la creencia de que si un champú hace espuma, el pelo estará limpio. Evaluamos el resultado en función de una buena cantidad de esas burbujas que no son sino aire al manipular los tensioactivos.

Pero tanto la calidad de un champú como su eficacia a la hora de limpiar el cuero cabelludo y la fibra capilar no son directamente proporcionales a la cantidad de espuma que hace.

Así lo confirma el Dr. Óscar Muñoz Moreno-Arrones, tricólogo y dermatólogo del GEDET (Grupo de Dermatología Estética y Terapéutica) de la AEDV: “Hay champús que hacen mucha espuma y limpian menos, porque tienen menos capacidad detergente que otros que hacen menos espuma, y a la inversa. Sin embargo, la industria cosmética hace décadas se dio cuenta de que relacionamos limpieza con formación de espuma e intenta que los champús dirigidos a limpiar mejor (por ejemplo, los anticaspa) hagan una buena cantidad de esta, independientemente de que aporte algo o no”.

Los champús, argumenta el dermatólogo, son en esencia todos iguales, ya que salvando algunos componentes distintos (por ejemplo, para acondicionar, para dar brillo, aportar volumen, etc) tienen surfactantes (tensioactivos) que son los encargados de realizar la limpieza del pelo al ser capaces de eliminar el exceso de sebo y suciedad; no son hidrosolubles y este no quedaría limpio únicamente con el agua de la ducha (ojo a los abanderados de la tendencia 'no poo'). “Estos tensioactivos son capaces de disolver esa grasa en el agua para que se desprenda”, explica.

Lo que limpia es el champú

La melena se ensucia por varios motivos: por la propia grasa de las glándulas sebáceas, por la descamación del cuero cabelludo y por la suciedad exterior que acumula del ambiente. El agua por sí sola no es capaz de mezclarse con esta suciedad, por eso no limpia.

Es hidrofílica, mientras la suciedad es lipofílica, igual que la superficie del cabello, ya que a ella se adhieren los lípidos, pero repele el agua. Por eso los tensioactivos son necesarios, al separar la grasa del pelo, la cual se emulsiona con el champú y el agua, y se arrastra con el aclarado.

Esas burbujitas

En realidad, la espuma no es ni más ni menos que burbujas de aire rodeadas de líquido: el champú diluido; al añadir agua y masajear el champú en el cabello y el cuero cabelludo, se mezcla aire en el champú diluido, creando la espuma. Los tensioactivos ayudan a que las burbujas de aire permanezcan disueltas (sin explotar) dentro del champú. Pero la realidad es que la cantidad de espuma depende de los ingredientes utilizados, y son los surfactantes lo que hace que las burbujas se mantengan.

Para el Dr. Muñoz, mayor espuma no se relaciona en su totalidad con mayor capacidad limpiadora, aunque algo de espuma sí debe haber para limpiar. Además, hay que tener cuidado con esa relación inconsciente que hacemos entre la espuma abundante y la calidad del producto, porque según la peluquera Noelia Jiménez, propietaria del salón homónimo, “para abaratar los champús se suelen utilizar a menudo detergentes que hacen una espuma innecesaria y el resultado es que terminamos depositando toxinas sobre nuestro pelo y cuero cabelludo, el cual deja de estar saludable”.

Sulfatos, los malos de la película

La guerra contra los sulfatos y su mala imagen llegó hace unos años para quedarse, bajo la premisa de que esta clase de tensioactivos resultan perjudiciales para el cabello. La etiqueta 'sin sulfatos' parece que hace al producto ganar puntos, pero, según el Dr. Óscar Muñoz, sin sulfatos no equivale a sin tensioactivos, y, por tanto, el champú tendrá otros surfactantes que cumplirán su misión, aunque quizá con menor capacidad limpiadora.

Y, por otro lado, tampoco sabremos la calidad de esos otros surfactantes. Está claro que algún tipo de estos debe llevar, porque el agua, por sí sola, no puede limpiar la suciedad del cabello o la grasa que generan las glándulas sebáceas.

En realidad, los surfactantes o tensioactivos son muy útiles en productos de limpieza e higiene capilar, porque tienen una buena capacidad de enfrentarse a la dureza superficial del agua para poder interactuar con el sebo.

Es decir, consiguen eliminar el sebo del pelo en el aclarado, porque forman unas micelas que arrastran su suciedad. Lo que ocurre es que, cuando la cantidad de surfactantes es exagerada en vez de equilibrada, se puede llegar a suprimir demasiada grasa, cuando es necesaria cierta cantidad para mantener la salud capilar.

Así que, al final, el punto está en buscar una proporción equilibrada de surfactantes, o que sustituyan estos compuestos por otros agentes limpiadores. “Y luego hay que tener en cuenta la calidad de cada producto, que dependerá de la inversión de la marca en ingredientes mejores o peores. Lo que está claro es que la melena no se ensucia antes si se utilizan los productos adecuados según la necesidad. Y algo más: para mí, es más importante un buen aclarado que el momento del enjabonamiento como tal”, concluye Noelia Jiménez.