Por qué las políticas repiten sus prendas más polémicas
Descubre la razón por la que el vestido más controvertido de Cécile Duflot ha regresado y los motivos por los que a Irene Montero le da igual repetir su vestido más polémico
No vamos a sorprender a nadie al asegurar que la mirada pública es especialmente quisquillosa y entrometida cuando analiza el armario de las políticas, que son completamente conscientes de que cada una de sus elecciones de estilo va a ser medida de forma minuciosa. Así lo señalaba Michelle Obama en el documental de Netflix 'Becoming'. “Me di cuenta de cómo me mostraba al mundo y tuve que darle un giro estratégico a la forma en la que presentaba mi imagen porque tenía la capacidad de definirme durante toda la vida. La moda determina la forma en la que nos ven a las mujeres. No es justo, no es algo que esté bien, pero es así. Cuando la moda no solo es moda, consigues convertirla en tu herramienta en lugar de convertirte en su víctima. Puedo dar un discurso potente, pero la gente comentará qué vestido llevo. Esa es la razón por la que hemos de asumir que la gente va a prestar atención a mis zapatos y no solo poner la atención en mí y en mi ropa, sino en pensar de forma empoderada, apoyar a los jóvenes y fomentar la diversidad”, aseguraba.
Es por ello por lo que cuando una causante de polémica vuelve a aparecer en el ejercicio político, sin duda quien la lleva lo hace con la vocación de dar un golpe sobre la mesa con el que no dejarse achantar.
Este es el caso de Cécile Duflot, que cuando era Ministra de Igualdad Territorial y Vivienda, en 2012, se topó con abucheos durante una sesión de preguntas al Gobierno en la Asamblea Nacional. Al echar un vistazo al vestido de la controversia, resulta complicado comprender cómo un diseño tan habitual y carente de estridencias puede desatar lascivos gritos y silbidos, pero cuando un 17 de julio de hace 20 años Cécile lució este diseño de silueta evasé, manga tres cuartos, largo midi y estampado con grandes flores azules sobre fondo blanco, la sala gritó y silbó a la política, que frente a un mar de trajes uniformados negros resultaba el toque discordante.
Patrick Balkany, que en esa época era diputado y alcalde de Levallois, le contó al periódico 'Le Figaro' que su compañera “quizás se había puesto este vestido para que no escucháramos lo que tenía que decir”, una señal más de que a las mujeres se las pone siempre en duda al señalar que emplean sus prendas para distraer la atención de sus palabras, como si estas fueran siempre secundarias.
Este vestido fue tan comentado que cuatro años después pasó a formar parte de una exposición el Museo de Artes Decorativas y ahora Marie-Charlotte Garin, recién elegida diputada verde, ha vuelto a ponerse el polémico vestido para señalar que el sexismo sigue muy presente en el mundo de la política. Ha explicado a los periodistas que la elección pretende mandar el mensaje a cualquier funcionario electo de "la misógina y sexista" existentes, una forma de advertirles de que el espacio no es exclusivamente de ellos. Así ha convertido una vez más a este diseño en un símbolo de "la violencia machista y sexual que no se detiene en las puertas del Hemiciclo".
Un caso similar lo vivimos en España con el comentado vestido escotado de Mango de Irene Montero, que fue criticado por muchos por ser considerado excesivamente sexy. No dispuesta a dejar que las habladurías cambiaran su trayectoria política, mucho menos se iba a negar a cambiar sus gustos estéticos por el hecho de que algunos consideraran que un atuendo de silueta envolvente no es apta para el escenario político, en el que parece que para atacar el poder, las mujeres han de adoptar las máximas del vestuario masculino.
Eso es lo que ha hecho Kamala Harris al convertise en vicepresidenta, pero Irene ha dejado claro que ella no va a sumarse a un código estético masculino porque el poder es de todas y de todas. Ese fue el mensaje que lanzó cuando lució su polémico vestido, pero en otro color, por lo que no solo tiene en su armario un diseño capaz de atraer titulares, sino que lo tiene repetido. La moda habla, y las políticas se esfuerzan por enseñarle al mundo lo importante que es que escuche sus mensajes, pues la estética no encierra solo imagen, sino, sobre todo, contenido.
No vamos a sorprender a nadie al asegurar que la mirada pública es especialmente quisquillosa y entrometida cuando analiza el armario de las políticas, que son completamente conscientes de que cada una de sus elecciones de estilo va a ser medida de forma minuciosa. Así lo señalaba Michelle Obama en el documental de Netflix 'Becoming'. “Me di cuenta de cómo me mostraba al mundo y tuve que darle un giro estratégico a la forma en la que presentaba mi imagen porque tenía la capacidad de definirme durante toda la vida. La moda determina la forma en la que nos ven a las mujeres. No es justo, no es algo que esté bien, pero es así. Cuando la moda no solo es moda, consigues convertirla en tu herramienta en lugar de convertirte en su víctima. Puedo dar un discurso potente, pero la gente comentará qué vestido llevo. Esa es la razón por la que hemos de asumir que la gente va a prestar atención a mis zapatos y no solo poner la atención en mí y en mi ropa, sino en pensar de forma empoderada, apoyar a los jóvenes y fomentar la diversidad”, aseguraba.