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'Smiley', o la primera comedia romántica LGTBI y española (que no está exenta de polémica)
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BRIGADA ANTI-SPOILER

'Smiley', o la primera comedia romántica LGTBI y española (que no está exenta de polémica)

La ficción de Netflix plantea cuestiones muy interesantes sobre la representación del colectivo en la pequeña y en la gran pantalla

Foto: Carlos Cuevas y Miki Esparbé, en 'Smiley'. (Netflix)
Carlos Cuevas y Miki Esparbé, en 'Smiley'. (Netflix)

Cuando se ha hablado de 'Smiley', se ha destacado que es la primera comedia romántica LGTBI. Habría que matizar que es la primera española, ya que 'Love, Victor' ya tiene ese honor en lo que al mercado hollywoodiense se refiere. La nueva serie de Netflix, basada en la obra original de Guillem Clua, parte de una premisa sencilla: si el público heterosexual ha tenido acceso a doscientas mil comedias de amor azucarado y optimista, ya es hora de que los espectadores del colectivo también tengan su propia historia de este tipo.

Álex y Bruno son los protagonistas de la historia, dos personajes prototipo que son la punta de lanza de otros tantos. El primero es hijo del universo de gimnasios, batidos de proteínas y noches de copas, de ese culto al cuerpo que tiene tantos detractores como defensores en el mundo gay. El segundo, un cinéfilo, cultivado y enamoradizo que, como el primero, busca un amor para toda la vida, huir de las noches interminables de Grindr y sexo esporádico. Su herramienta no son los esteroides, sino los clásicos del cine a los que es adicto. Para Álex, él es 'Bruno pedante' en sus contactos telefónicos. Para Bruno, el otro chico es 'Álex dos gimnasios'. Los dos se cruzarán en una noche de loca pasión que acaba en alejamiento. Esta vez, el culpable no es Scruff ni la desidia tras el mal sexo. Esta vez, la culpa la tiene ese miedo a sentirnos vulnerables que convierte a los sentimientos en criptonita para nuestra evolución personal.

Alrededor de ellos dos orbitan otros personajes que muestran todo tipo de relaciones: desde la pareja de chicas que abre su relación para salvarla al matrimonio heterosexual cuya rutina se ha convertido en una soga al cuello. 'Smiley' es, por tanto, una producción para todos los públicos que no se queda en un simple producto con un target determinado. Sin embargo, ha sido ese target el que ha planteado una duda: en un producto tan importante para el colectivo LGTBI, ¿por qué los protagonistas son (o eso se presupone) heterosexuales? ¿Deben ser gais los que interpreten a gais? "Creo que la orientación sexual de un actor o una actriz no tiene que ser un hecho condicionante para la calidad de su trabajo. Da igual la orientación sexual que tengas mientras que lo que hagas me lo crea o empatice", decía al respecto Miki Esparbé, Bruno, en un programa de la cadena SER presentado por Pepa Blanes.

El propio Guillem Clua también se ha pronunciado en una entrevista de 'ABC': "Para mí, la lucha política es que un personaje abiertamente gay, que esté fuera del armario, pueda protagonizar una superproducción de Marvel o pueda hacer una comedia romántica heterosexual, y que eso no sea un problema. Que la respuesta sea que absolutamente siempre, un personaje gay sea interpretado por un actor gay que tiene que estar fuera del armario, que tiene que ser visible, que hay muchísimos que no lo son y no tienen la obligación de salir del armario para optar a esos papeles, nos hace más mal que bien".

placeholder Carlos Cuevas y Miki Esparbé, en 'Smiley'.
Carlos Cuevas y Miki Esparbé, en 'Smiley'.

No es la primera vez que se dirime una polémica así. Muchos son los que equiparan el debate a la presencia de trans en el mundo del cine y la televisión. ¿Tiene sentido que actores y actrices que no lo eran interpretasen a transexuales? La cuestión que se dirime es interesante: si hay una flagrante falta de oportunidades para los y las transexuales en el mundo audiovisual, ¿qué sentido tenía ver a Felicity Huffman en 'Transamerica'? Cierto es que no ocurre lo mismo en el mundo gay. Hay una cantidad ingente de homosexuales que han interpretado a heterosexuales. Al fin y al cabo, un actor es un actor y debe ser capaz de interpretar lo que sea. ¿Tenemos derecho a conocer la orientación sexual o la vida privada de alguien que no quiere exponerla públicamente? ¿Los gais solo deben estar interpretados por gais? Las preguntas son muchas.

El debate no aminora, ni mucho menos, el encanto de la serie, que no será recordada por ser una obra maestra, pero sí por jugar con códigos agradables y bien conocidos por todos; con elementos que históricamente siempre estuvieron orientados hacia los heterosexuales. Quizá por eso abundan las referencias a 'La fiera de mi niña', '¡Qué bello es vivir!' o 'Notting Hill' para los más cinéfilos. Un homenaje a los productos culturales (con códigos hetero) de los que viene 'Smiley'. Hasta lo dicho aquí, podríamos apuntar, felizmente, que ya hay varias comedias románticas y comerciales para el público LGTBI. Y que parten en igualdad de condiciones que las que siempre consumió el público heterosexual. Lamentablemente, no es así. Un paseo por YouTube para ver el tráiler de 'Smiley' nos da de bruces con la realidad: antes del vídeo, nos topamos con un mensaje de advertencia: "Este vídeo puede ser inadecuado para algunos usuarios". Un escrito que no se encuentra en otros vídeos violentos y deleznables que abundan por las redes; un 'warning' que nos lleva a pensar que, desgraciadamente, la orientación sexual todavía es un problema para alguna gente. Quizá sea esa la verdadera polémica de una serie amable que cree en los 'happy endings' y, como dirían Lolita y Lola Flores, apuesta todo al amor. Del color que sea.

Cuando se ha hablado de 'Smiley', se ha destacado que es la primera comedia romántica LGTBI. Habría que matizar que es la primera española, ya que 'Love, Victor' ya tiene ese honor en lo que al mercado hollywoodiense se refiere. La nueva serie de Netflix, basada en la obra original de Guillem Clua, parte de una premisa sencilla: si el público heterosexual ha tenido acceso a doscientas mil comedias de amor azucarado y optimista, ya es hora de que los espectadores del colectivo también tengan su propia historia de este tipo.

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