El pueblo de Cantabria que custodia una de sus mejores joyas con vistas a los Picos de Europa
Es una fusión natural de mar y montaña, de cultura y paisaje, de tradición y vida tranquila
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San Vicente de la Barquera es uno de esos destinos del norte de España que lo tiene todo: historia, mar, montaña y un entorno natural difícil de igualar. Situado al oeste de Cantabria, este antiguo pueblo pesquero se alza como una de las joyas mejor conservadas del litoral cantábrico. Pero más allá de sus postales de ría y sus casas de colores, San Vicente ofrece algo que pocos lugares pueden presumir: vistas privilegiadas a los Picos de Europa desde la costa.
A su encanto marinero se suma un valioso patrimonio arquitectónico. Su casco histórico, declarado Conjunto Histórico-Artístico, conserva aún la estructura de una villa medieval. Allí destacan la Iglesia de Santa María de los Ángeles, una construcción gótica que domina el paisaje desde lo alto, y el Castillo del Rey, una antigua fortaleza defensiva que hoy mira al mar en silencio. El Puente de la Maza, con sus más de 600 metros y sus ojos de piedra, une pasado y presente cada vez que se atraviesa a pie o en coche.
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Pero si hay algo que convierte a San Vicente de la Barquera en destino veraniego imprescindible es su entorno natural. Ubicado dentro del Parque Natural de Oyambre, el pueblo está rodeado de rías, marismas, dunas y praderas que invitan a pasear, desconectar y reconectar con lo esencial. Desde cualquier punto del paseo marítimo se pueden contemplar, en días despejados, las cumbres de los Picos de Europa, creando una imagen insólita: mar y montaña compartiendo el mismo horizonte.
Y por supuesto, están sus playas. La más famosa, Merón, es un extenso arenal abierto al mar Cantábrico, ideal para el surf, largos paseos o tardes de sol. Otras más recogidas, como El Tostadero o La Maza, ofrecen aguas tranquilas y vistas únicas de la ría. La playa de La Maza, además, es una de las pocas en Cantabria donde se permite la presencia de perros durante todo el año, lo que la convierte en un paraíso para quienes viajan con mascota.
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San Vicente es también punto de paso del Camino de Santiago, a través de la Ruta Lebaniega, que conecta la costa con el monasterio de Santo Toribio de Liébana. Esto convierte al pueblo en lugar de encuentro para peregrinos que, mochila al hombro, atraviesan su casco antiguo buscando el recogimiento entre paisajes verdes y marinos.
Gastronómicamente, la villa conserva una fuerte identidad pesquera. En sus restaurantes es posible degustar marisco fresco, pescados del día o platos locales como el sorropotún, una especie de guiso de bonito con patatas que refleja la esencia humilde y sabrosa del norte.
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