Anita Suárez de Lezo: “Hemos convertido el amor en una performance digital”
En un universo saturado de vínculos y pantallas, la artista madrileña nos propone una pausa. Con 'The Code-X' traduce la hiperconexión en geometría, color y códigos que invitan a descifrar el presente. Hablamos con ella… solo de ella
Anita Suárez de Lezo expone en la Galería Aurora Vigil-Escalera de Madrid hasta el domingo 26 de octubre. (Cortesía)
En el periodismo de crónica social prevalece la necesidad de contextualizar a sus protagonistas en función de sus respectivos entornos: abuelos, padres, hermanos, parejas, exparejas y amigos en la pomada suelen imponerse a costa de opacar trayectorias y logros personales. En el caso de nuestra protagonista, Anita Suárez de Lezo (Madrid, 1980), lo comentado se cumple al pie de la letra. Pero no en esta entrevista (saltarnos la dictadura del SEO libera en nosotros generosos torrentes de dopamina, oxitocina y endorfinas).
Suárez de Lezo llegó al arte a través del diseño gráfico. En verdad, estaba escrito porque desde muy pequeña necesitó expresarse creando otras realidades.Estudió en la prestigiosa Parsons School of Design de Nueva York y comenzó su carrera en el mundo de la moda. Más tarde cursó un máster en diseño gráfico, etapa que desencadenó su pasión definitiva por el arte.
Hoy su obra se reconoce al instante por poseer un lenguaje visual propio en el que mandan formas geométricas, estructuras multidimensionales y una sugerente paleta cromática. Tras las muestras ‘Monochrome’, ‘Kaleido’, ‘Colormanifesto’, ‘Reflections’ y ‘Colornection’, Suárez de Lezo nos invita a reflexionar en ‘The Code-X’ sobre la hiperconexión que domina nuestro presente.
En este contexto, ‘The Code-X’ sugiere una pausa en medio de tanto ruido digital para mirar, pensar y descifrar. Cada obra de la serie plantea una pregunta cifrada, literalmente. Un código integrado en la pieza activa un link desde la cámara de nuestro móvil que nos lleva a entender el mensaje oculto y a acceder a todo el universo de la obra, de su certificado de autenticidad al making of.
La exposición —hasta el domingo 26 de octubre de 2025 en la Galería Aurora Vigil-Escalera (Conde de Aranda, 21) de Madrid—, compuesta por once pinturas y tres esculturas, afronta cuestiones como la intimidad filtrada por pantallas, el amor atravesado por algoritmos, la memoria digital o la imperiosa necesidad de desconectar.
PREGUNTA. ¿Qué buscas provocar en el espectador al convertir tus pinturas y esculturas en incógnitas?
RESPUESTA. Cada obra es un código en sí misma. En cada una planteo una pregunta al espectador sobre cómo la tecnología ha cambiado su vida. Son catorce obras, catorce preguntas diferentes, que hablan del amor, del silencio, de la amistad o de la forma en que nos comunicamos. Algunas son irónicas, otras más profundas, pero todas giran en torno a cómo la tecnología ha transformado radicalmente nuestra manera de vivir.
El chip, el código integrado en cada pieza, permite acceder, acercando el móvil, a un pasaporte digital. Allí está el códex en blockchain, el certificado de autenticidad, fotos del proceso, información detallada de la obra y el texto curatorial. Es como tener una puerta al universo completo de cada pieza.
“Los artistas debemos ser notarios de nuestro tiempo”
P. Hablemos de algunas de esas preguntas que planteas.
R. Están escritas en inglés. Por ejemplo: “What happens to love when Wi-Fi goes off?” (“¿Qué pasa con el amor cuando no hay wifi?”) o “Did it happen if you didn’t post it?” (“¿Pasó si no lo posteaste?”). Otra versa sobre la amistad en la era digital: “¿Desde cuándo los amigos son followers y las charlas son likes?”. También hay una sobre cómo ha cambiado la forma de ligar: si no era más divertido antes, cuando no había móviles y el amor no era una performance digital.
Otras son más introspectivas, como “¿Dónde acaba tu máscara y dónde empieza tu verdad?” o “¿Te acuerdas de cuando podías ser ilocalizable?”. Hablo del silencio, la presencia, la memoria. Me interesaba que esta exposición funcionara como una especie de espejo contemporáneo. Creo que los artistas debemos ser notarios de nuestro tiempo, y este tema me parecía urgente y necesario.
P. Cada vez más, la hiperconectividad nos deshumaniza.
R. Justo. Yo no doy respuestas, lo que propongo es detenernos un momento en medio de esta vorágine y pensar qué está pasando. En la exposición se están generando debates muy bonitos entre distintas generaciones. Hay jóvenes que me dicen: “Me habría gustado vivir como vosotros”, cuando se podía ser ilocalizable. Ese diálogo intergeneracional es lo que buscaba.
Visualmente, además, los códigos son muy pictóricos. No quería perder mi ADN como pintora. Y a esa parte he añadido tres esculturas, mis primeras esculturas, que también son códigos. Son como tótems que complementan el discurso de la muestra.
“Lo que propongo es detenernos un momento en medio de esta vorágine y pensar qué está pasando”
P. Es la primera vez que realizas esculturas. ¿Qué tal ha ido la transición entre representar el espacio y ocupar espacio?
R. Tenía muchas ganas, pero en mis anteriores series no encontraba el momento. En ‘The Code-X’ surgió de forma natural. Trabajar en volumen es completamente distinto, pero estoy muy contenta con el resultado. Creo que las esculturas, los tótems, completan la exposición y refuerzan esa idea de trabajo multidisciplinar que me interesa tanto.
“Una obra de arte no es un objeto decorativo, es algo con lo que conectas, que te sigue en tus mudanzas. Si luego se revaloriza, estupendo”
P. ¿Cómo ves el panorama del arte en España? Nosotros creemos que hay mucho talento y mucha precariedad también.
R. En mi experiencia, el mercado español es complejo. Aquí no hay una cultura arraigada a la hora de coleccionar arte contemporáneo, y la mayoría de los compradores prefieren invertir en artistas ya consagrados. Además, se percibe el arte como una inversión, cuando para mí debería ser algo meramente emocional.
Siempre digo que el arte alegra la vida. Hay que comprar una obra porque te emociona, porque vas a convivir con ella. No es un objeto decorativo, es algo con lo que conectas, que te sigue en tus mudanzas. Si luego se revaloriza, estupendo, pero ese no debería ser el motivo principal.
P. Hablemos de tu etapa en Nueva York y tu paso por Parsons, sin duda, una de las escuelas de diseño de moda más prestigiosas del mundo. ¿Cómo llegas hasta allí?
R. Siempre quise ser diseñadora. Empecé en moda y por eso me fui a Parsons. Fue una época increíble: vivía con amigas y Nueva York era pura efervescencia creativa, era como formar parte, literalmente, de ‘Sexo en Nueva York’. Parsons me ayudó mucho a estructurar mi pensamiento visual.
Después estudié diseño gráfico y ejercí como tal, pero sentía que no encontraba mi sitio. El arte fue el camino natural: necesitaba crear desde un lugar más libre. Viví un Nueva York que era puro estímulo, una explosión de ideas. Fue una etapa muy feliz.
P. Otro de los hitos de tu carrera es que Helga de Alvear adquiriese una de tus obras; eso sí que es un espaldarazo.
R. Sí, fue una gran alegría. Compró una pieza de mi serie ‘Colornection’, en la que reflexiono sobre las conexiones entre el color, el amor y la emoción. Es una serie muy especial para mí, porque parte de algo aparentemente sencillo —cómo el color genera emociones—, pero muy profundo. Que Helga de Alvear la incluyera en su museo de Cáceres es un honor enorme.
En el periodismo de crónica social prevalece la necesidad de contextualizar a sus protagonistas en función de sus respectivos entornos: abuelos, padres, hermanos, parejas, exparejas y amigos en la pomada suelen imponerse a costa de opacar trayectorias y logros personales. En el caso de nuestra protagonista, Anita Suárez de Lezo (Madrid, 1980), lo comentado se cumple al pie de la letra. Pero no en esta entrevista (saltarnos la dictadura del SEO libera en nosotros generosos torrentes de dopamina, oxitocina y endorfinas).