Una espiral de drogas, sexo y excesos: la trágica vida de Eugenio llega a las librerías
La publicación de Planeta resume los escasos 59 años de vida de este cómico que iba para joyero y que nació un 11 de octubre de 1941 en Barcelona
España, país poco dado a retratar a los suyos en biografías, dedica este mes dos obras a un cómico catalán de cigarro en mano y frases lapidarias: Eugenio. A partir de este viernes, el documental del mismo título, 'Eugenio', narra, a través de una exhaustiva documentación, las luces y las sombras de un hombre que no supo asimilar la fama y cayó en todos los excesos que esta conlleva. También llega a las librerías (el próximo día 23) una biografía en la que es el propio hijo del humorista (Gerad Jofra) el que retrata a su padre, un ser de camisa negra cuya vida en sombras se acabó trasladando al escenario. Pero, eso sí, para hacer reír a los demás.
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La publicación de Planeta resume los escasos 59 años de vida de este cómico que iba para joyero y que nació un 11 de octubre de 1941 en Barcelona. El gusanillo artístico despertó cuando su novia Conchita inventó un dúo musical llamado 'Els dos' que les llevó por los locales de la Ciudad Condal. Ella cantaba y él tocaba la guitarra y le hacía los coros. Entre canción y canción se colaba algún chiste suyo. Y esos chistes, ya en solitario, se acabaron convirtiendo en los protagonistas de la función, comiéndose el resto del espectáculo. “Mi madre fue capaz de ver que, comercialmente, él era la estrella y dio un paso a un lado para que Eugenio brillara bajo los focos”, asegura Jofra en una entrevista concedida a 'El Mundo'.
Otro grande del humor, Tip, aseguraba que Eugenio se reía por dentro. Y esa técnica humorística le sirvió para crear un personaje que acabó conquistando las salas de toda España. También las discográficas. Si llegó a cobrar hasta medio millón de pesetas por gala, el primer cassette con sus chistes vendió 350.000 copias. De repente, todo el país conocía su barba, su rictus serio y sus enormes gafas. Todo el mundo reía también con sus chistes medio catalanes medio castellanos. El 'saben aquel que diu' acompañado de copa y cigarro creó un personaje que fue beneficioso para él, la persona detrás del mismo. Positivo hasta que su mujer Conchita murió en 1980.
Un cáncer de mama se llevó para siempre a la pieza fundamental de su vida y su carrera. Entonces, Eugenio se convirtió en un prematuro viudo de 38 años con dos hijos. “Fue un antes y un después, llegó la pena”, asegura su hijo a 'El Mundo'. Devastado y depresivo, la desgracia no cambió, sin embargo, un personaje que se paseaba por platós o saltaba del 'Un, dos, tres' al cine. Quizá para salvarle de una previsible autodestrucción a base de amantes, carajillos y cocaína, su hijo Gerard se convirtió en su 'road manager' con apenas 14 años. Cuando el cómico se casó por segunda vez, ya estaba sumido en la desesperación. Sufrió un infarto, pero fumaba tres paquetes de tabaco diarios, era aficionado al whisky y no renunciaba a la cocaína.
“Le miraba a los ojos y ya no le reconocía, no era él”, asegura el hijo en la entrevista. Al final, dicen que murió de pena cuando, en plena actuación en el piano bar de Barcelona Oliver y Hardy, sufrió un infarto y colapsó en el escenario. Era 11 de marzo de 2001 y, poco antes y según su hijo, le había dicho a este que ya no quería seguir viviendo. Se volvía a repetir la vieja historia del cómico que lleva la pena por dentro; del juguete roto que ahora revive gracias al cine y a la literatura.
España, país poco dado a retratar a los suyos en biografías, dedica este mes dos obras a un cómico catalán de cigarro en mano y frases lapidarias: Eugenio. A partir de este viernes, el documental del mismo título, 'Eugenio', narra, a través de una exhaustiva documentación, las luces y las sombras de un hombre que no supo asimilar la fama y cayó en todos los excesos que esta conlleva. También llega a las librerías (el próximo día 23) una biografía en la que es el propio hijo del humorista (Gerad Jofra) el que retrata a su padre, un ser de camisa negra cuya vida en sombras se acabó trasladando al escenario. Pero, eso sí, para hacer reír a los demás.