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Es la inclusión, cariño
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ESPECIAL LGTBI: Tribuna de opinión

Es la inclusión, cariño

Secretario de Estado para el Avance Digital y diputado por Barcelona

Foto: Francisco Polo.
Francisco Polo.

El primer Orgullo nació en respuesta a la opresión y a la brutalidad policial. Ocurrió en 1969 en Nueva York. Por aquel entonces, que dos personas del mismo sexo se besaran, se agarraran de la mano o bailaran era ilegal en este estado. La noche del 28 de junio de ese año, la policía irrumpió como de costumbre en un pub gay llamado Stonewall Inn. Pero esa noche algo cambió. Dos de las drag queens y trans del local, Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera, se resistieron y comenzaron a lanzar botellas y vasos a los agentes. Johnson era negra; Rivera, latina. La resistencia desencadenó disturbios que se extendieron por todo el barrio durante seis días y en los que se sucedieron reivindicaciones no solo de libertad sexual sino también de lucha contra el racismo. Fue una lucha, en definitiva, por la diversidad.

Este 28 de junio se cumplen 50 años de aquella reivindicación histórica. El Stonewall Inn todavía existe, convertido en un símbolo para millones de personas de todo el mundo. Personas de todo tipo y condición que han sufrido la exclusión, el odio y la discriminación, o que luchan por aquellas que lo han padecido. Porque el Orgullo LGTB no es exclusivo de quienes conformamos ese colectivo. El Orgullo LGTB es la reivindicación de la diversidad y de la inclusión. Y la inclusión es un acto proactivo.

No queremos que nos toleren, queremos que nos incluyan. La permisividad y la tolerancia no contribuyen a la inclusión. Mirar hacia otro lado no te convierte en una persona abierta sino en una persona profundamente egoísta. La indiferencia es lo contrario a la empatía. La inclusión exige pasar a la acción, confrontar el discurso del odio y aprender a apreciar que la diversidad –del tipo que sea– nos enriquece.

Por eso, en estos momentos de importante agitación política no podemos callar al ver partidos envolviéndose en una bandera multicolor que ni comprenden ni valoran. Son homófobos los partidos políticos que atentan contra los derechos LGBT, pero son más peligrosos quienes quieren hacer de estos sus socios para formar gobiernos. Las mayorías que permiten que se pisoteen derechos humanos se convierten en cómplices. Aquellos que frivolizan con los derechos LGTB humillan y ofenden a todas las personas que han luchado por crear una sociedad basada en el respeto, la convivencia y la igualdad.

PP y Ciudadanos se miran sorprendidos. La organización del Orgullo LGTB de Madrid no les permitirá desfilar con carrozas este año. Se llevan las manos a la cabeza, preocupados por su imagen. Para remediarlo, algunos de sus dirigentes homosexuales mandan “a tomar por culo” a COGAM, una asociación que lleva más de tres décadas trabajando por el reconocimiento de las personas LGTB. Las derechas siguen sin combatir la homofobia. Su propia homofobia interiorizada.

Otra cuestión que delata al homófobo es el matrimonio igualitario. Aquellos que defienden figuras diferentes al matrimonio para las personas homosexuales, como la pareja de hecho, nos toleran pero no nos incluyen. Insisto: no se trata de tolerancia. Por eso a las derechas hay que responderles: “Es la inclusión, cariño”.

La lucha continúa

El Orgullo LGTB no es una manifestación cualquiera. Es un símbolo de una lucha que está lejos de haber terminado. Cincuenta años después de los disturbios de Stonewall Inn, la homosexualidad sigue siendo ilegal en uno de cada tres países del mundo. En once de ellos se castiga con la pena capital. Hasta el año pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) todavía catalogaba la transexualidad como una enfermedad mental. Las posibilidades de encontrar un empleo si formas parte de la comunidad LGTB son un 7% inferiores según la OCDE. Incluso en España, uno de los países más tolerantes, el 60% de las personas LGTB aún oculta su condición sexual en su entorno laboral, entre otras causas, por miedo a ser discriminado o despedido.

La historia de cada persona LGTB es diferente, pero todas comparten un componente de lucha y superación. Quien no empatiza con el sentimiento de soledad de un joven que se sabe diferente a la mayoría no puede entender lo que la bandera multicolor verdaderamente representa. Quien no hace nada por ayudar o acompañar a ese joven sino que entabla lazos con quienes lo humillan y lo discriminan frivoliza cuando enarbola nuestra bandera. Es la hipocresía de quien, sabiéndose excluyente, pide participar. Recalco la palabra 'nuestra', que aunque parezca excluyente no lo es. Esta bandera también será suya cuando estén a nuestro lado en la lucha por la inclusión.

España es una sociedad diversa, pero a pesar de los avances conseguidos queda trabajo por hacer hasta erradicar definitivamente la discriminación. Necesitamos nuevas leyes igualitarias que castiguen los discursos de odio y los ataques hacia el colectivo LGTB. Necesitamos concienciación y sensibilización. Pero, sobre todo, necesitamos pasar a la acción. Muchos derechos y libertades conquistados en estas cuatro décadas de democracia están ahora en peligro. Por todo esto, a los y las jóvenes que estáis leyendo este artículo os animo a hacer vuestras las raíces revolucionarias del Orgullo. Salid a la calle y reivindicad el respeto, la diversidad y la inclusión. Reivindicad la igualdad, la libertad y la alegría. La España del mañana será la que vosotros y vosotras construyáis hoy.

El primer Orgullo nació en respuesta a la opresión y a la brutalidad policial. Ocurrió en 1969 en Nueva York. Por aquel entonces, que dos personas del mismo sexo se besaran, se agarraran de la mano o bailaran era ilegal en este estado. La noche del 28 de junio de ese año, la policía irrumpió como de costumbre en un pub gay llamado Stonewall Inn. Pero esa noche algo cambió. Dos de las drag queens y trans del local, Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera, se resistieron y comenzaron a lanzar botellas y vasos a los agentes. Johnson era negra; Rivera, latina. La resistencia desencadenó disturbios que se extendieron por todo el barrio durante seis días y en los que se sucedieron reivindicaciones no solo de libertad sexual sino también de lucha contra el racismo. Fue una lucha, en definitiva, por la diversidad.

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