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La historia familiar detrás de Rodilla, la empresa de sándwiches hoy famosa
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La historia familiar detrás de Rodilla, la empresa de sándwiches hoy famosa

Fue fundada por el salmantino Antonio Rodilla en 1939. Era un "hombre valiente" que salió de su pueblo con 20 años para ganarse la vida

Foto: Una mujer camina frente a un restaurante Rodilla en Madrid. (EFE)
Una mujer camina frente a un restaurante Rodilla en Madrid. (EFE)

La polémica sobre los menús de las becas-comedor que la Comunidad de Madrid contrató con Viena Capellanes, Telepizza y Rodilla ha puesto de actualidad a la famosa cafetería madrileña. Rodilla lleva el apellido de su fundador, uno de esos hombres hechos a sí mismos, y esconde una historia de prosperidad y pelea en tiempos de posguerra. Sus herederos quizá contemplen con horror cómo el nombre de la compañía sale un día sí y otro también en prensa por motivos políticos. Y decimos 'quizá' porque hemos hablado con ellos: "No hay nada que decir, ya no formamos parte de la empresa".

Desde 2015 ya no es patrimonio de la familia. En mayo de aquel año se consumó la total absorción de la compañía de comida rápida por Damm. El grupo catalán incrementó entonces su participación del 76% al 100% en Grupo Rodilla, a través de una ampliación de capital. La operación se enmarcó en los acuerdos alcanzados en diciembre de 2012 con la familia Rodilla, fecha desde la cual Damm accedió al control accionarial y a la gestión del negocio de la empresa. Lo previsible del desenlace, sin embargo, no apagó el regusto amargo con el que los herederos de Antonio Rodilla (1909-1983) firmaron su adiós definitivo a la empresa que su padre montó de la nada.

Cuando Damm acudió al rescate de los Rodilla, ellos habían decidido echar el cierre tras tres años de pérdidas. Fue la tabla de salvación de una empresa construida a la imagen y semejanza de Antonio Rodilla, al que definen como "un hombre valiente con mucha capacidad para emprender". Uno de esos personajes irrepetibles producto de la posguerra, que salió de su pueblo de Salamanca a buscarse la vida siendo muy joven.

placeholder Antonio Rodilla. (Álbum familiar)
Antonio Rodilla. (Álbum familiar)

Nació en 1909, en Guijuelo, en el seno de una familia especializada en la fabricación de embutido. Con 20 años se fue a Tetuán (Marruecos), enclave musulmán y colonia española por aquel entonces, donde montó un negocio de coloniales que, entre otras cosas, distribuía los productos de cerdo que producía su familia en Salamanca. Le fue bien. Cuando terminó la Guerra Civil, con 27 años, decidió cerrarlo todo y trasladarse a Madrid para invertir el dinero que había ganado en varios negocios. Rodilla fue el primero.

El establecimiento abrió sus puertas al público el 24 de diciembre de 1939 en una esquina de la madrileña plaza de Callao, donde aún sigue. Tenía 60 metros cuadrados de superficie y un sótano que funcionaba como obrador. Vendían los embutidos llegados de Salamanca, pero nadie quería la parte trasera de las barras de jamón y de queso. Había oído hablar del pan inglés y se inventó un producto nuevo para combinarlo con las sobras del fiambre: nacía el sándwich de Rodilla.

Sándwich de ensaladilla

Antonio era inquieto y no tenía suficiente. En la calle Montera abrió muy pronto una cafetería llamada La Favorita. A finales de esa década la cerró y abrió La Española, que fue la primera cafetería de Madrid tal y como se conocen hoy, donde vendían también batidos y siropes. En los años 50 abrió una fábrica de helados en Postigo de San Martín, que trasladó después a Legazpi porque se quedó pequeño. El sándwich de ensaladilla ya era famoso en todo Madrid y supuso un revulsivo para el negocio.

Mientras montaba el imperio, no descuidaba su vida personal. Con Rodilla ya triunfando conoció a Ana Sánchez Montealegre, con la que se casó y tuvo tres hijos, dos chicos y una chica, y que se dedicó a la familia.

placeholder Rodilla ha avanzado mucho tecnológicamente. (EFE)
Rodilla ha avanzado mucho tecnológicamente. (EFE)

En 1970 llegó la primera encrucijada para Rodilla: ampliar o morir. Don Antonio reunió a sus hijos Antonio y Bernardo y les puso sobre la mesa la opción de abrir más establecimientos. Si no estaban dispuestos a seguir con el negocio, se quedarían solo con el de Callao. Pero dijeron que sí, y Antonio Rodilla hijo se encargó de la apertura del segundo establecimiento, en la calle de Princesa, en 1972. Diez años más tarde, Bernardo abrió el de Orense. Un año más tarde el alma de los negocios, Antonio padre, fallecía.

Los hijos trasladaron el sueño de su padre de hacer grande a la empresa. En los 90 abrieron un gran obrador central, apostaron por la expansión a través de franquicias y llegaron a soñar con salir al exterior. Pero la crisis truncó sus ambiciones. La familia se metió en negocios inmobiliarios que no salieron bien.

Siguen yendo

Alguno de los diez nietos de Antonio Rodilla llegó a trabajar en la empresa familiar, pero hoy todos han escogido sus propios caminos. Llevan en los genes la vena emprendedora del abuelo y no descartan volver al negocio de la restauración. La familia sigue yendo a Rodilla a comer sándwiches, se fijan en que esté todo correcto, que el relleno sea el adecuado. Si los empleados son antiguos se saludan y charlan un rato. Muchos de ellos aún recuerdan a don Antonio, eran otros tiempos, otra forma de funcionar. Cuando un empleado se veía en un apuro, solía acudir al jefe, que siempre respondía.

A falta de empresa que heredar, los hijos y los nietos se quedan hoy con la lealtad y la honradez, los principios que les inculcó Antonio. Y de vez en cuando, por qué no, con un buen atracón de sándwiches de Rodilla (con permiso del coronavirus).

La polémica sobre los menús de las becas-comedor que la Comunidad de Madrid contrató con Viena Capellanes, Telepizza y Rodilla ha puesto de actualidad a la famosa cafetería madrileña. Rodilla lleva el apellido de su fundador, uno de esos hombres hechos a sí mismos, y esconde una historia de prosperidad y pelea en tiempos de posguerra. Sus herederos quizá contemplen con horror cómo el nombre de la compañía sale un día sí y otro también en prensa por motivos políticos. Y decimos 'quizá' porque hemos hablado con ellos: "No hay nada que decir, ya no formamos parte de la empresa".